Magdalena Donoso, co-coordinator of GAIA in Latin America.
Zero Waste World
Cuestiones tan fundamentales como aire limpio, derechos humanos y trabajo digno se contraponen en Mesoamérica cuando enfrentados a los residuos. En la región se concentran decenas de propuestas de incineración de residuos domiciliarios—un proceso que contamina y hace daño al clima y a la salud — tanto en instalaciones que pretenden construirse como en cementeras en busca de residuos para uso como combustible. Al mismo tiempo, son decenas de comunidades las que se organizan para buscar soluciones y caminos alternativos que conduzcan a una nueva relación con los residuos, más respetuosa y justa con el medio ambiente y con las personas.
Con una generación de residuos anual que supera las 160 millones de toneladas, América Latina enfrenta con una urgencia nunca antes vista la problemática producida por la indiscriminada generación de residuos. En el caso de Mesoamérica, palpitan con fuerza diversos movimientos inspiradores que, junto con enfrentar conflictos socioambientales relacionados con la gestión de los residuos que arriesgan su entorno y su salud, se organizan y movilizan en la búsqueda activa de soluciones. Una diversidad de iniciativas se está llevando a cabo a nivel de barrios, comunidades, nacional y regional, bajo los principios de participación, recuperación, rediseño y compostaje. Estas entran con fuerza en el escenario en contraposición a las grandes corporaciones que pretenden imponer sus modelos de “manejo de los residuos” contaminante y derrochador. ¿La fórmula? Incinerarlo todo, “destruirlo” o hacerlo “desaparecer” por arte de magia, magia que no es más que quemar o enterrar. “Desaparecer” es, en realidad, una forma amigable de explicar el proceso de convertir los residuos en contaminación como carbón y metano, tóxicos como dioxinas y plomo, y ceniza que terminan en vertederos.
Para contraponer esas fuerzas se hacen necesarias articulaciones amplias, a nivel nacional e internacional, que contribuyan a encontrar soluciones informadas. Fue el caso de los casi 40 convocados por Cesta Amigos de la Tierra El Salvador y GAIA en junio pasado en El Salvador. En un encuentro mesoamericano sin precedentes, los grupos presentes –con representantes de El Salvador, Costa Rica, Puerto Rico, México, Nicaragua y Panamá, se trazaron importantes objetivos, expresados en una sólida Declaración. Entre ellos, animar a los municipios a la gestión sustentable y eficiente de desechos y residuos, fortalecer los principios de basura cero, apoyar a los recicladores de base, y manifestar su apoyo solidario con los grupos reprimidos por la causa.
Las fuerzas contrapuestas de Nicaragua
En Nicaragua existe una vibrante comunidad de recicladores organizada en la Red de Emprendedores Nicaraguenses del Reciclaje RedNICA, que agremia a más de 4 mil recicladores. El reciclaje ahorra entre 3 y 5 veces la energía que la incineración pretende producir y protege el aire, la justicia, y el clima al mismo tiempo. Esta Red, que a su vez es parte de la Red Latinoamericana de Recicladores, señala que “los US$ 46 millones que genera el reciclaje al país no lo mueven las empresas, sino los recicladores”. Junto con ello, en el país hay pilotajes en lugares que están creando modelos propios que innoven el manejo de residuos. Es el caso del municipio de Ciudad Sandino, en el departamento de Managua. Allí, con aportes de la Unión Europea, y bajo la coordinación de la Fundación Italiana COSPE, se ha desarrollado la iniciativa “Fortalecimiento institucional de la Alcaldía Municipal de Ciudad Sandino en la Gestión Integral de los Residuo Sólidos”, que contempla el equipamiento, capacitación del personal en la buena gestión de los Residuos Sólidos Urbanos, reorganización del personal con una visión integral orientada a la recolección diferenciada, e incorporación de la población recicladora.
En este escenario promisorio en cuanto a actores, iniciativas y movimiento económico en torno al reciclaje, es difícil comprender por qué el país considera la opción de aceptar la absurda oferta de construir doce, sí, ¡doce! incineradoras de residuos en el país. Han sido los mismos recicladores, en conjunto con otras organizaciones sociales, quienes han hecho frente a estos planes.
Costa Rica: Hacia Basura Cero
Más al sur, Costa Rica vive una situación similar con propuestas de al menos tres incineradoras que viene de la mano de una enorme presión de Municipios entusiasmados con la idea. En ese país, presionado por la movilización ciudadana encarnada en la agrupación Hacia Basura Cero Costa Rica, el Ministerio de Salud declaró una moratoria que prohibía la incineración mientras no se comprobara que era una tecnología que no dañaba la salud de las personas. El lobby para bajar dicha moratoria fue enorme. Una Carta enviada al Presidente de la República en julio pasado y titulada “No a la incineración y tecnologías similares, por una estrategia Hacia Basura cero”, redactada por el movimiento mencionado, fue suscrita por más de mil personas y organizaciones, se hicieron conferencias de prensa y se organizaron diálogos y foros. Pero la presión llevó al Presidente del país a firmar el decreto que regula la incineración en el país. Con esta acción, Solís incumplió lo dicho en su propio Pacto Ambiental: “desestimar cualquier forma de transformación térmica y de residuos en el país hasta tanto no se demuestre su inocuidad para la salud pública y no se haya logrado establecer a nivel nacional (…) una cultura hacia el rechazo en el consumo, reducción, reutilización y separación de residuos valorizables como hábito social”. La parte buena de la historia es que al mismo tiempo catalizó una fuerza ciudadana diversa y comprometida que ya está dando claras señales respecto del camino que la comunidad quiere trazar, versus la que la industria de la incineración quiere imponer.
México y la amenaza de las cementeras
Irónicamente, bajo la campaña “Limpiemos nuestro México 2015” autoridades de México anunciaron hace unos meses la promoción de “la generación de energía por medio de la basura como una manera de incorporar ésta a la cadena productiva del país”. Lo que hay detrás es el aumento de las prácticas de incineración de residuos en hornos cementeros.
La incineración de residuos en cemento pasa con frecuencia sin regulación ni declaración, y puede causar graves problemas de salud en las comunidades vecinas. A menudo, hornos de cemento son situados cerca de las tierras indígenas y las comunidade rurales o empobrecidas.
A la cuestionada quema que todos conocemos de residuos peligrosos, llantas, etc. en estas plantas, se suma lo que viene denunciando el Frente de Comunidades en Contra de la Incineración hace mucho tiempo. El organismo, con miembros en 5 Estados, ve con preocupación la insistencia tanto de la empresa cementera “Sociedad Cooperativa Cruz Azul” como del gobierno del Estado de Morelos de firmar un convenio para enviar a sus hornos aproximadamente mil toneladas diarias de Residuos Sólidos Urbanos (RSU) para convertirse en Combustible Derivado de Residuos (CDR) el que será incinerado en la planta que esta empresa tiene en el municipio de Tula, Hidalgo.
Estas instancias ciudadanas han generado una resistencia positiva en la defensa del territorio, y se han convertido en referentes que han posicionado el tema en los medios de comunicación, incluso deteniendo de manera temporal la incineración de residuos. A estas acciones se ha sumado la construcción de articulaciones y fondos para el desarrollo de estrategias de difusión, educación e incidencia a través de talleres, asambleas y foros. Cuando enfrentados al poder de las grandes corporaciones, no deja de sorprender la fuerza de las acciones comunitarias, capaces de traspasar límites insospechados si se trata de proteger la salud y la vida de los suyos, la tierra y el aire.