Revista Biodiversidad, sustento y culturas N° 89

 

 

En el mundo crece la violencia. El asesinato y las desapariciones se vuelven un signo ominoso de los días. La represión se hace abierta, a veces dirigida y a veces confusa, genérica, masiva, siempre a mansalva. Los acuerdos de libre comercio, el sistema agroalimentario industrial, los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas y la vida misma, el acaparamiento de tierras, el sometimiento de las mujeres a designios patriarcales e injustos, las devastaciones que se suman, amenazan el futuro común que nos merecemos. Pero la gente sigue buscando cuidar, entender, compartir, procurar, abrazar, impulsar, procrear, alimentar, imaginar, entender junta, responsabilizarse e implicarse, reproducir y cuidar la vida en toda la extensión de la palabra. Para eso está la Biodiversidad, con su información y su razonamiento compartido.

Contenidos

Editorial

 

El mundo parece entrar en un recrudecimiento de las relaciones peligrosas. La gente se desencuentra, todo se mueve de sitio.

Los bombardeos desde helicópteros o aviones, los coches bomba y los atentados sobre poblaciones civiles se multiplican. El asesinato y las desapariciones también se vuelven un signo ominoso de los días. La represión se hace abierta, a veces selectiva, a veces dirigida, a veces confusa, genérica, climática, siempre a mansalva.

No importa qué actividad desarrolle la gente, o si defiende los espacios vitales y los ámbitos comunes, si defiende los ríos, el bosque, la justicia, la salud, la comunidad, el territorio, la posibilidad de información o las relaciones laborales justas, la educación de un modo más humano e imaginante, la democracia y el juego de los partidos, la posibilidad de existencia de los movimientos, la urgencia de ejercer y resolver, por medios propios, lo que más nos importa.

Los poderes de los Estados (y los enemigos que ha inventado en los juegos de espejos o en la torpeza de sus acciones) están decididos a someter, al costo que sea, comunidades, mujeres, pueblos originarios, estudiantes, maestros, jornaleros agrícolas o simples pobladores.

No obstante la gente sigue buscando resolverse, cuidar, entender, compartir, procurar, abrazar, impulsar, procrear, alimentar, imaginar, entender junta, responsabilizarse e implicarse, reproducir y cuidar la vida en toda la extensión de la palabra.

Y eso que le llamamos vivir no es sino la lucha continua e inquebrantable contra todo lo que nos ha tocado enfrentar y por aquello que buscamos atesorar para nuestros hijos e hijas, para las generaciones que vienen a heredar este mismo conflicto, estos mismos cuidados que estamos (con urgencia y orgullo) emprendiendo por nosotros y por los demás, aunque no sean todo lo que buscamos, aunque no reciproquen todo lo que deberían. Porque la vida es de todas y todos.

Y así, le damos un espacio a este hermoso relato-poema de Gustavo Duch, en honor de los trabajadores del matadero Esfosa de Vic y su resistencia, que transmite muy bien lo que queremos:

Primero fue que los hijos nacían de los ojos; las lágrimas al caer en tierra se hacían hijos. Pero las riadas se los llevaban o los rebaños los aplastaban.

Segundo era que los hijos nacían de suspiros. Pero lanzados a los vientos, el Sol los desecaba y los pájaros celosos los ahuyentaban.

Tercero entonces decidieron parir hijos besándose en la mar. Pero se perdían entre tanta inmensidad.

Fue entonces que decidieron aventrar a sus hijos en un trago de mar.

Somos nacidos de un desacato.

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