Atrapados en la «REDD». Los “pecados” del enfoque REDD+
Por Raquel Núñez Mutter. vía Ecoportal
En este artículo se mencionan algunos pecados capitales de REDD+; sin embargo, el peor de todos es que no hace nada con respecto al problema urgente que debería resolver: el cambio climático. En momentos en que se requiere con urgencia una acción concertada a gran escala en numerosos países –sobre todo en los que producen más emisiones– REDD+ aparece como una falsa solución, que distrae la atención de la medida realmente necesaria: reducir las emisiones de carbono en su origen.
El mundo está atrapado en una grave crisis climática, como resultado del drástico aumento en la atmósfera de gases de origen antrópico (es decir, causados por los seres humanos) que han provocado un peligroso incremento de la temperatura mundial, lo que se denomina calentamiento global. Sin embargo, si bien se trata de un proceso global, sus causas no han sido tan “globales”. Ni todos los seres humanos tienen la culpa por este estado de cosas ni los que históricamente más han contribuido al problema –países industrializados del norte– asumen su responsabilidad.
Muchos (incluso nosotros) afirman categóricamente que la causa subyacente del problema reside en el actual sistema consumista que los países industrializados del norte han “exportado” al mundo entero, donde la producción, el comercio y el consumo devoran enormes cantidades de combustibles fósiles.
La llamada comunidad internacional (organizada en las Naciones Unidas) ha reconocido la crisis, ha invertido un montón de dinero en prolongadas reuniones internacionales y ha propuesto una mezcla de medidas basadas en el mercado y compromisos mediocres e insuficientes para lidiar con el cambio climático. Al no apuntar a la raíz del problema, dichas medidas han permitido a los países contaminadores evadir esos compromisos de reducción. El resultado es que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando.
En los últimos tiempos, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se ha centrado en la deforestación y la degradación de los bosques como fuentes de emisión de carbono. Sin embargo, recordando lo que dijimos hace un tiempo, la deforestación no sólo es menos responsable del cambio climático que la quema de combustibles fósiles, sino que también está relacionada con el cambio climático de otra manera muy diferente. La premisa de que el carbono liberado a partir de la deforestación es el mismo que el carbono resultante de la quema de combustibles fósiles es falsa, ya que el cambio climático se origina básicamente en el constante aumento del stock total de carbono atmosférico debido a la quema de combustibles fósiles. Es ese carbono, almacenado en el subsuelo durante millones de años bajo la forma de carbón, petróleo y gas el que genera el problema. Dicho carbono -que no forma parte del ciclo natural del carbono emitido y absorbido permanentemente por los vegetales- comenzó a acumularse en la atmósfera y dio lugar al calentamiento global, que a su vez desencadena el cambio climático. Pretender que las emisiones de carbono de los combustibles fósiles se puedan “compensar” por el simple expediente de evitar emisiones resultantes de la deforestación es un argumento falso, dilatorio y letal (1). Obviamente, esto no significa que la deforestación no sea un problema, pero es necesario insistir en que REDD sólo se ocupa de una fuente secundaria de carbono, sin atacar el complejo conjunto de causas directas y, sobre todo, subyacentes, de la deforestación.
En 2005, durante la COP 11 de la CMNUCC, las llamadas estrategias REDD (que significa reducción de las emisiones derivadas de la deforestación y la degradación de los bosques) entraron en escena. Más tarde, en 2008, la COP 13 añadió los conceptos de “conservación, manejo sostenible y aumento de las reservas de carbono de los bosques”, dando lugar al sistema REDD+. Ya han llovido incentivos financieros sobre varios proyectos que, supuestamente, permitirían conservar los bosques de los países tropicales o subtropicales del sur, en aras del carbono.
Los programas REDD+ implican estrategias complejas de medición, notificación y verificación (MRV por su sigla en inglés), para cuya preparación los gobiernos nacionales están siendo asistidos por organizaciones de la ONU – la FAO, el PNUMA y el PNUD a través del programa UN-REDD – mientras que el Banco Mundial se ha ocupado de proveer incentivos económicos a través de su Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques (FCPF, en inglés).
Mientras que el hecho de centrarse en la deforestación que ocurre en los países del sur disminuye la presión a los países industrializados del norte para que reduzcan sus propias emisiones, las instituciones que rigen REDD+ se han encargado de concebir y definir, validar o descartar las decisiones relativas a la tenencia de la tierra, la distribución de los beneficios y el manejo de los bosques en los países del sur. Además, un conjunto de principios y criterios determinará cómo medir las reservas de carbono, así como quién participará en el proceso y hasta qué punto. Como señala un informe sobre REDD+ de Thompson, Baruah y Carr (2), semejante control sobre la participación y la validación de ciertas prácticas, datos y análisis relativos a la lucha contra el cambio climático afecta no sólo a las comunidades local es sino también a los Estados, que deben ceñirse a marcos que socavan su soberanía pues establecen qué se debe medir y cómo hacerlo.
Por otro lado, los proyectos REDD+ tienden a reforzar el papel del Estado, incluso en los numerosos casos en que éste no reconoce debidamente los derechos sobre la tierra de los pueblos que habitan en el bosque o se relacionan con él, a pesar de que éstos han sido sus verdaderos guardianes. Los datos satelitales usados por el Woods Hole Research Center y el Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazônia han mostrado que, en las fronteras de las regiones de la Amazonía sometidas a una fuerte deforestación, la tala cesó luego de que se reconocieran los derechos indígenas. A pesar de eso, REDD+ otorga incentivos económicos a los gobiernos para que no se toquen los bosques, lo cual acarreará la expulsión y marginación de sus habitantes. Además, la restricción de los usos tradicionales de las tierras boscosas afectará, inevitablemente, los medios de subsistencia y, por consiguiente, la seguridad y soberanía alimentarias de las comunidades locales, así como las estructuras históricas y estilos de vida que nutren su identidad. Mientras tanto se pasa por alto la deforestación que causan las empresas petroleras, las compañías de plantación y otras industrias deforestadoras.
Los pueblos indígenas se enfrentan también al problema de la falta de información. El informe mencionado de Thompson et al. dice que muchas críticas de las actividades REDD+ en diversas partes del mundo aluden a la escasa información que reciben los pueblos indígenas, con lo cual los grupos ya vulnerables se ven aún más marginados.
Las quejas se refieren no sólo a la falta de información. En enero de 2010, un líder nativo de los pueblos Kamula Doso de Papúa Nueva Guinea, Abilie Wape, denunció que lo habían obligado a punta de pistola a renunciar a los derechos sobre el carbono del bosque de su tribu: “Vinieron y me llevaron por la noche, un policía vino con un arma. Me amenazaron y me obligaron a entrar a un vehículo. Luego fuimos a un hotel. Me dijeron: ‘Firma. Si no firmas, traigo a un policía para que te encierre’». (3)
El marco REDD+ puede influir también sobre una cuestión clave como lo es la tenencia de la tierra, que está relacionada no sólo con las comunidades locales sino también con la deforestación. Un estudio del IIED sobre la tenencia de la tierra en el sistema REDD (4) explica que “una tenencia poco clara o insegura puede promover la deforestación. Los usuarios de un recurso se ven poco incentivados a proteger dicho recurso si sienten que no ganan nada con hacerlo… Además, la tenencia puede influir en la distribución de los riesgos, costos y beneficios asociados a la conservación del bosque. Si la tenencia es más segura, la gente del lugar tendrá más peso en las negociaciones con el gobierno y el sector privado”.
El informe, que ha estudiado los sistemas de tenencia de siete países con bosques tropicales y algunos problemas que presentan para el sistema REDD, explica que “dado que los planes REDD estarán probablemente reglamentados por las leyes nacionales y no por el derecho consuetudinario, es importante saber hasta qué punto la legislación nacional reconocerá y protegerá los sistemas de tenencia tradicionales”. Y concluye: “Será difícil determinar quién recibirá apoyo económico en los planes REDD, es decir quién recibirá pagos, dado que en muchas de las tierras en peligro de deforestación la tenencia no está clara. La experiencia nos dice que, cuando aumenta el valor de los bosques o de las tierras boscosas, quienes captan dicho valor suelen ser los actores más poderosos, en detrimento de quienes dependen de los bosques, que son más pobres y menos poderosos. Si REDD incrementa el valor de los bosques, también puede incrementar los conflictos, pues quienes obtengan el control serán quienes más ganen. Entre los mayores peligros que acarrea la incertidumbre en materia de tenencia figuran la violación de los derechos consuetudinarios, a favor de la inversión extranjera, la firma de contratos abusivos de larga duración, en contra de los intereses comunitarios, y la especulación en bienes raíces a expensas de las comunidades”.
Como declaró Tom Goldtooth, de la Red Ambiental Indígena, “El debate debe centrarse en los derechos de propiedad, los derechos territoriales consuetudinarios y la tenencia de la tierra, y sobre la manera de definirlos en las discusiones sobre REDD. Sobre estos puntos, la inserción de enunciados que reconozcan explícitamente los derechos de los pueblos indígenas es muy importante, porque no basta con hablar de plena participación. ¿Cómo puede uno participar plenamente si no tiene derechos?” (5).
Si REDD+ se basa en el mercado – o cual es el resultado más probable de todo el proceso, incluso para las propuestas de un enfoque REDD+ basado en fondos– los intereses empresariales saldrán aún más fortalecidos, dado que están mejor equipados que las comunidades locales, en dinero y en pericia, para presentar proyectos y llenar requisitos complejos. De este modo, las empresas comerciales entran en escena como partes interesadas, al mismo nivel que las comunidades que siempre han protegido el bosque a la vez que lo han utilizado para cubrir sus necesidades.
Para las mujeres, el impacto de los mecanismos de mercado es doble. En general, ellas ocupan una posición marginal en las economías monetarias, dado que su función en el seno de la familia –criando a los niños, cocinando, trayendo agua, cuidando de los ancianos, etc.– y en el bosque es económicamente invisible. Además, raras veces participan en las transaccciones. Quienes se encuentran en una posición de negociación más débil son quienes tienen más posibilidades de salir perdiendo.
Un grave pecado del enfoque REDD+ como supuesta solución al problema de la deforestación es que no se ocupa de las causas subyacentes de la deforestación y la degradación de los bosques, de lo que termina acusando a las comunidades que los habitan. Otro grave pecado es que REDD+ ha abierto las puertas al monocultivo de árboles.
El Protocolo de Kyoto se ciñe a la definición de bosque que da la FAO, en la que se incluye toda área donde existe cierta cantidad de árboles. Así, incluso las plantaciones industriales de árboles exóticos genéticamente modificados son consideradas como un tipo de bosque, el “bosque plantado”. Es probable que las actividades REDD+ adopten dicha definición, tanto más cuanto que el enfoque REDD+ refuerza la visión reduccionista de los bosques, según la cual son sólo “depósitos de carbono”.
Hemos mencionado algunos pecados capitales de REDD+; sin embargo, el peor de todos es que no hace nada con respecto al problema urgente que debería resolver: el cambio climático. En momentos en que se requiere con urgencia una acción concertada a gran escala en numerosos países –sobre todo en los que producen más emisiones– REDD+ aparece como una falsa solución, que distrae la atención de la medida realmente necesaria: reducir las emisiones de carbono en su origen.
Raquel Núñez Mutter, WRM, Boletin 169 del WRM – http://www.wrm.org.uy
Referencias:
(1) “De cambio climático a catástrofe climática: una delgada línea petrolera”, Boletín Nº 160 del WRM, noviembre de 2010, http://wrm.org.uy/…
(2) “Seeing REDD+ as a Project of environmental governance”, Mary C. Thompson, Manali Baruah, Edward R. Carr, 2010, págs. 100-110, ELSEVIER, www.sciencedirect.com.
(3) “Carbon Markets Violate Indigenous Peoples’ Rights and Threaten Cultural Survival”, comunicado de prensa, 01/13/10, Indigenous Environmental Network, http://www.globaljusticeecology.org/….
(4) “Tenure in REDD – Start-point or afterthought?” Cotula, L. y Mayers, J., 2009, Natural Resource Issues Nº 15, International Institute for Environment and Development, Londres, Reino Unido, http://pubs.iied.org/….
(5) “The REDD train is going pretty fast and it’s left us at the station”: Interview with Tom B.K. Goldtooth”, por Chris Lang, http://www.redd-monitor.org/…