Entre la ilusión desarrollista y el pensamiento post-desarrollista
por Maristella Svampa / Cronicon
(extracto)
En América Latina, las izquierdas -sea en su matriz anticapitalista como nacional-popular- han sostenido y continúan sosteniendo una lectura productivista, y tienden a minimizar o presta escasa atención a las nuevas luchas sociales concentradas en la defensa del territorio y los bienes comunes.
Se ha escrito mucho acerca de las dificultades que tiene una gran parte de los movimientos sociales actuales para comprender e involucrarse en la compleja dinámica de reconstrucción del Estado, en el marco de procesos nacionales caracterizados como «gobiernos en disputa». Sin embargo, muy poco se ha hablado acerca de la ilusión desarrollista que hoy caracteriza a los gobiernos de la región y de las consecuencias que ello podría aparejar en términos de proyectos de sociedad.
Más aún, pareciera que las discusiones acerca de los modelos de desarrollo posible han quedado relegadas a un segundo plano o sencillamente escamoteadas, en virtud de las altas tasas de crecimiento económico y el superávit fiscal que los gobiernos exhiben como carta de triunfo, luego de un largo período de estancamiento y regresión económica. Desde nuestra perspectiva creemos que, en no pocas ocasiones, la posibilidad de abrir un debate público sobre los antagonismos que se van gestando a partir de las nuevas dinámicas del capital se encuentra obturada, no sólo por razones económicas y políticas sino también por obstáculos de tipo cultural y epistemológico, que se refieren a las creencias y representaciones sociales. Con ello, buscamos subrayar la importancia que adquieren ciertos imaginarios y narrativas nacionales -y regionales- acerca del desarrollo, íntimamente ligados a una determinada concepción de la naturaleza americana.
ILUSIÓN DESARROLLISTA, NATURALEZA E IZQUIERDAS
Distintos autores han subrayado el carácter antropocéntrico de la visión dominante sobre la naturaleza, como «canasta de recursos» y a la vez como «capital». Pero en América Latina, esta idea se vio potenciada por la creencia de que el continente es, para retomar al sociólogo boliviano R. Zavaletta, «el locus por excelencia de los grandes recursos naturales». La «ventaja comparativa» de la región sería, como señalaba el venezolano F. Coronil, su tendencia (histórica) a exportar Naturaleza. Desde esta óptica, paisajes primarios, escenarios barrocos, en fin, extensiones infinitas, que tanto han obsesionado a viajeros y literatos de todas las épocas, van cobrando una nueva significación al interior de los diferentes ciclos económicos. Un ejemplo lo ofrece el actual boom minero, que alcanza a casi todos los países latinoamericanos e incluye las altas cumbres cordilleranas, donde se encuentran las cabeceras de importantes cuencas hídricas hasta ayer inalcanzables y convertidas hoy en el objetivo de faraónicos proyectos, como el de Pascua Lama -el primer proyecto binacional del mundo, compartido por Chile y la Argentina- o los emprendimientos mineros en fase de exploración en la Cordillera del Cóndor, en Ecuador y Perú. Otro ejemplo emblemático es el «descubrimiento» de las virtudes del litio: hasta ayer, el Salar de Uyuni era tan sólo un paisaje primario, que hoy cobra una nueva significación ante la exigencia de desarrollar energías sustitutivas del petróleo. De este modo, el nuevo paradigma biotecnológico termina por resignificar aquellos recursos naturales «no aprovechados» o territorios «improductivos», insertándolos en un registro de valoración capitalista.
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En términos más generales, la ilusión desarrollista, promovida por los gobiernos progresistas más radicales como Bolivia y Ecuador, aparece hoy asociada a la acción del Estado productor y relativamente regulador junto a una batería de políticas sociales, dirigidas a los sectores más vulnerables, cuya base misma es la renta extractivista. Ciertamente, no es posible desdeñar la recuperación de determinadas herramientas y capacidades institucionales por parte del Estado nacional, el cual se ha vuelto a erigir en un actor económico relevante y, en ciertos casos, en un agente de redistribución. Sin embargo, en el marco de las teorías de la gobernanza mundial, que tiene por base la consolidación de una nueva institucionalidad basada en marcos supranacionales o meta-reguladores, la tendencia no es precisamente que el Estado nacional devenga un «mega-actor». Al contrario, la hipótesis de máxima apunta al retorno de un Estado moderadamente regulador, capaz de instalarse en un espacio de geometría variable, esto es, en un esquema multiactoral de complejización de la sociedad civil, ilustrada por movimientos sociales, Ongs y otros actores, pero en estrecha asociación con los capitales privados multinacionales, cuyo peso en las economías nacionales es cada vez mayor. Ello coloca límites claros a la acción del Estado nacional y un umbral inexorable a la propia demanda de democratización de las decisiones promovida por las comunidades y poblaciones afectadas a causa de los grandes proyectos extractivos.
No hay que olvidar tampoco que el retorno del Estado a sus funciones redistributivas se afianza sobre un tejido social diferente al de antaño, producto de las transformaciones de los años neoliberales, y en muchos casos en continuidad -abierta o solapada- con aquellas políticas sociales compensatorias, difundidas en los años `90 mediante las recetas del Banco Mundial. Por último, más allá de las retóricas industrialistas que despliegan los gobiernos progresistas, los cambios económicos en curso se han orientado a profundizar el modelo extractivista, en el marco de una fuerte trasnacionalización de la economía, lo cual viene acompañado por la tendencia a la reprimarización de la economía y la consolidación de enclaves de exportación, altamente dependientes del mercado internacional. En este contexto y mal que le pese, el neodesarrollismo progresista comparte con el neodesarrollismo liberal tópicos y marcos comunes, aun si busca establecer notorias diferencias en relación con el rol del Estado y las esferas de democratización.
PARADOJAS DEL NEODESARROLLISMO PROGRESISTA
Este escenario de contrastes que presenta hoy América Latina abre a un terreno de grandes acechanzas. Uno de los rasgos más notorios de la época es que el Consenso de los Commodities impuso una brecha, una herida, en el pensamiento crítico latinoamericano, el cual en los `90, mostraba rasgos mucho más aglutinantes, frente al carácter monopólico del neoliberalismo como usina ideológica. Así, el presente latinoamericano refleja diferentes tendencias políticas e intelectuales: por un lado, están aquellas posiciones que dan cuenta del retorno del concepto de Desarrollo, en sentido fuerte; esto es, asociado a una visión productivista que incorpora conceptos engañosos, de resonancia global -Desarrollo sustentable en su versión débil, Responsabilidad Social Empresarial, gobernanza- al tiempo que busca sostenerse a través de una retórica falsamente industrialista. Sea en el lenguaje crudo de la desposesión del neodesarrollismo neoliberal, como en un neodesarrollismo progresista que apunta al control del excedente por parte del Estado, el actual modelo de desarrollo se apoya sobre un paradigma extractivista, se nutre de la idea de «oportunidades económicas» o «ventajas comparativas» proporcionadas por el Consenso de los Commodities, y despliega ciertos imaginarios sociales -la ilusión desarrollista- desbordando las fronteras político-ideológicas que los años `90 habían erigido. Por encima de las diferencias que es posible establecer en términos político-ideológicos y los matices que puedan hallarse, dichas posiciones reflejan la tendencia a consolidar un modelo neocolonial de apropiación y explotación de los bienes comunes, que avanza sobre las poblaciones desde una lógica vertical (de arriba hacia abajo), colocando en un gran tembladeral los avances alcanzados en el campo de la democracia participativa e inaugurando un nuevo ciclo de violación de los Derechos Humanos.
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HACIA UN PENSAMIENTO POST-DESARROLLISTA
Más allá del neodesarrollismo imperante, en sus versiones progresistas y neoliberales, en América Latina existe una perspectiva crítica diferente, que hoy aparece ilustrada por diferentes organizaciones sociales y posicionamientos intelectuales que cuestionan abiertamente el modelo de desarrollo extractivista hegemónico y su concepto de naturaleza. En un contexto de retorno del concepto de desarrollo como gran relato y en sintonía con los cuestionamientos propios de las corrientes indigenistas, el campo del pensamiento crítico ha venido retomando la noción de «post-desarrollo» elaborada por Arturo Escobar , así como elementos propios de una concepción «fuerte» de la sustentabilidad. En efecto, al compás de los conflictos socio-ambientales se han ido forjando marcos interpretativos de la acción, que expresan un cruce entre discurso ambientalista y matriz indigenista; consignas movilizadoras en defensa de los bienes comunes, la justicia ambiental, el buen vivir y los derechos de la naturaleza; esto es, una gramática común latinoamericana. Asimismo, desde la tradición crítica del pensamiento latinoamericano, la perspectiva del post-desarrollo ha venido promoviendo otras valoraciones de la Naturaleza, que provienen de otros registros y cosmovisiones: pueblos originarios, perspectiva ambientalista, eco-comunitaria, eco-feminista, decoloniales, movimientos eco-territoriales, entre otros.
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El tercer gran desafío que enfrenta el pensamiento post-desarrollista es proyectar una idea de transformación que diseñe un «horizonte de deseabilidad», en términos de estilos y calidad de vida. Gran parte de la capacidad de resiliencia 12 de la noción de desarrollo se debe al hecho de que los patrones de consumo asociados al modelo hegemónico permean el conjunto de la población. Nos referimos a imaginarios culturales que se nutren tanto de la idea convencional de progreso como de aquello que debe ser entendido como «calidad de vida». Más claro: hoy, la definición de qué es una «vida mejor», aparece asociada a la democratización del consumo, antes que a la necesidad de realizar un cambio cultural, respecto del consumo y la relación con el ambiente, en función de una teoría diferente de las necesidades sociales.
En suma, son muchos los desafíos, paradojas y ambivalencias que hoy afrontan el pensamiento post-desarrollista en sus diferentes vertientes, vinculada tanto a las movilizaciones populares y socioambientales, como al pensamiento crítico. No obstante, la discusión sobre el posextractivismo está abierta y muy probablemente éste sea uno de los grandes debates de nuestras sociedades y del pensamiento latinoamericano del siglo XXI.
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