Contaminación y consumo
Fuente: Eco2site
Se nos rompió el televisor. Ese aparato tan caro que compramos 3 años atrás, súbitamente dejó de funcionar. Lo llevamos a arreglar, y nos dicen que sale más barato comprar uno nuevo. Y nosotros lo compramos. Pero, ¿Por qué dejó de funcionar en primer lugar?
La respuesta la encontramos en el generalmente desconocido concepto de obsolencia programada. Se denomina obsolescencia programada a la determinación, planificación o programación de la vida útil de un producto, de modo que éste se torne inútil, obsoleto o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante, durante la fase de diseño de dicho producto.
Es evidente para todos, que mientras algo funcione correctamente no necesitamos reemplazarlo. Por eso, en la década del veinte, en Estados Unidos, surgió la obsolencia programada para reactivar el consumo. Un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios. Si un televisor dura 100 años, no compraremos otro en un siglo, y el fabricante no tendrá su ganancia. Por eso, en la etapa de diseño del producto, se incluyen pequeñas partes defectuosas que determinan su durabilidad.
El caso más paradigmático de obsolencia programada es el de las lamparitas. Cuando la lamparita fabricada por Edison en 1879 comenzó a comercializarse, se anunciaba tenía una duración de 2.500 horas. En 1924, otros fabricantes anunciaban lámparas con una duración de 1.500 horas.
En la ciudad de Livermore, en el estado norteamericano de California, hay un cuartel de bomberos donde en 1901 se encendió una lamparita que aún hoy, se encuentra funcionando. Hace más de un siglo que funciona, y es considerada por el Record Guinness como la lamparita más resistente y duradera de la historia.
Hoy en día, una lamparita convencional tiene aproximadamente unas 700 horas de vida. Lo que representa, aproximadamente un año de uso. Con todos los avances que se han producido en el ámbito de la ciencia y la tecnología, utilizamos lamparitas peores que las de antaño.
Por supuesto, esto no sólo afecta a las lamparitas, basta con observar nuestros celulares. ¿Quién no recuerda con cariño al Nokia 1100? Era prácticamente irrompible. Un celular moderno es, a pesar de todas sus aplicaciones y funciones, prácticamente desechable.
Pero, ¿Cómo afecta esta mentalidad comercial al medio ambiente?
De la siguiente manera, los aparatos electrónicos provocan una enorme contaminación, debido al tipo de sustancias que se utilizan en su fabricación. Frecuentemente se emplean dos grupos de sustancias que son nocivas para la salud humana, para el agua, el suelo y el ambiente en general: los compuestos orgánicos policromados, llamados también retardadores de flama y metales pesados como plomo, mercurio, cadmio y cromo. Además de oro y arsénico.
Se ha reportado que la contaminación del agua con materiales tóxicos como el plomo, cadmio o mercurio es hasta 190 veces más alta que la aceptada por la Organización Mundial de la Salud.
El problema es aún más grave en los países receptores de esta basura electrónica. En la India, China y África se recicla la mayor parte de la basura electrónica que se genera en Estados Unidos, donde se la procesa para recuperar el plomo, oro y otros metales valiosos. En ese proceso, elementos como el cadmio o el mercurio se liberan y contaminan todo a su alrededor.
En realidad, la mayor parte de los equipos que son reciclados, van a los basureros a cielo abierto. En Lagos, la antigua capital nigeriana, arriban cada mes 500 contenedores con equipos electrónicos usados. Cada contenedor lleva alrededor de 800 computadoras. De esa cantidad, 75% es inservible y su reparación no es económicamente redituable, por lo que son arrojadas a los basureros. Una práctica común es quemarlos, por lo que pueden verse espesas columnas de humo negro en los alrededores. Las quemas liberan sustancias cancerígenas y otros componentes tóxicos que contaminan el subsuelo y el agua subterránea.
Algo que preocupa al PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), son las baterías de notebooks y celulares, que debido a su elevado contenido de plomo, implican un grave peligro para el ser humano y para el ambiente. Respirar polvo o emanaciones de vapor de este metal puede provocar graves perturbaciones para la salud, incluida la muerte, además de perjudicar al ambiente. De los 2,5 millones de toneladas de plomo que se generan anualmente en el mundo, tres cuartas partes sirven para fabricación de baterías de electrodomésticos.
Todos estos daños, al ambiente y a la salud, podrían remediarse con un cambio de actitud, esa misma actitud que dio origen a la obsolencia programada. Nuestros valores deben modificarse, es necesario para nuestra supervivencia como especie. ¿Vale la pena seguir destruyendo al planeta para obtener una ganancia inmediata? Los grandes empresarios y dirigentes no deben cerrar los ojos ante esta realidad, después de todo, ¿Para qué les va a servir su ganancia, cuando la tierra sea inhabitable?
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