Los «Escaramujos» son documentos de análisis producidos por Otros Mundos A.C./Amigos de la Tierra México. Les presentamos el último número de la colección, esperando les sirva para sus trabajos en defensa de los territorios. (Ver todos los números del Escaramujo)
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Hoy se cumplen 20 meses del asesinato de Berta Cáceres en Honduras, cuando en la noche del 2 de marzo de 2016 lo sicarios por fin le dieron muerte. Se encuentran imputados 8 personas entre ellos un funcionario de la empresa hidroeléctrica DESA y el resto entre un militar y exmilitares. Por su lado, el Grupo Asesor Internacional de Personas Expertas (GAIPE), han presentado su Informe «Represa de Violencia. El Plan que Asesinó a Berta Cáceres».
EL CONTEXTO
Durante la década de 1990 América Latina vivió los estragos del Consenso de Washington. Los gobiernos, bajo el modelo económico neoliberal, abandonaron por la vía de los hechos la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y entregaron las diversas esferas de la vida de los pueblos al gran capital para el negocio y el enriquecimiento. Poco después, en 1994 se crea el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) que genera una carrera consecutiva de tratados de libre comercio casi entre todos los países de la América Latina y El Caribe con Canadá y los Estados Unidos, pero luego con Europa y más tarde con otros países asiáticos. Se agudiza la ola de privatizaciones, el aumento de impuestos, la eliminación de subsidios, la liberación de aranceles, el detrimento de los derechos laborales, entre otros aspectos; y el agua, la educación, la salud, la alimentación, entre otros derechos humanos pasan a manos del gran capital como negocios con dueño y precio.
En esta década en que se presume la derrota de los movimientos armados en Centroamérica, las firmas de pacificación y su cooptación al sistema político electoral, los gobiernos profundizan una carrera más: el crecimiento de la deuda externa. Millones de dólares se derraman vía el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el Banco Caribeño de Desarrollo (BCD), entre otras muchas fuentes de financiamiento como las Agencias de Crédito a la Exportación de los países más ricos, con el fin de poner la alfombra para que arribara a la región el tsunami de inversiones en todo el continente y sobre todo en la región centroamericana en el marco del Plan Puebla Panamá (PPP) con la construcción de infraestructura, carreteras, puentes, aeropuertos, puertos marítimos, represas, vías férreas, canales secos, parques industriales y todo tipo de inversión que facilitara la extracción de la riqueza en América Latina. No sólo una mayor deuda externa sino un aumento de la pobreza se vio reflejado en consecuencia en muchos países, pero también los desplazamientos forzosos, la migración, el hambre y el desempleo. Este acuerdo de libre comercio enseñó el camino al gran capital de cómo reclamar a los gobiernos el cumplimiento de sus intereses so pena de ser demandados en tribunales comerciales internacionales. Desde entonces a la fecha, más de 200 mil millones de dólares han sido reclamados a los gobiernos por parte de las empresas transnacionales en más de 60 países de América latina, África y Asia ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial.
EL NACIMIENTO
En este contexto nace en 1993, en la comunidad de La Esperanza, Intibucá, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) y con Berta Cáceres entre sus fundadoras. Y en enero de 1994, al mismo tiempo que el NAFTA, sale a la luz el Ejército Zapatista de Libración Nacional (EZLN) en Chiapas, México, del cual ya no se esperaba este tipo de movimientos y menos netamente indígenas. Los zapatistas se levantan entonces bajo consignas de reclamo por la dignidad y los derechos humanos: vivienda, trabajo, salud, educación y la democracia que los gobiernos abandonan en manos de las transnacionales. Desde 1994 al año 2000 los zapatistas marcaron la agenda política mexicana pero también la de otros muchos países del continente. La traición que vivieron los indígenas zapatistas en el proceso de negociación con el gobierno mexicano los llevó a profundizar por la vía de los hechos la autonomía de sus territorios para defenderlas de las grandes inversiones de mega proyectos. Es entones que los zapatistas lanzan la invitación a la sociedad civil a la movilización que coincide con otros procesos fundamentales de lucha global contra la acumulación incesante de capital. La lucha del movimiento internacional contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle en 1999 y el nacimiento del Foro Social Mundial en 2001.
EL CAMINO
En este contexto Berta se sumó activamente en la fundación, junto con otras muchas organizaciones indígenas, campesinas y sociales, de la Convergencia de Movimientos de las Américas (COMPA) en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, como un movimiento anticapitalista y con la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) como uno de los principales objetivos del movimiento, sumándonos así a la agenda continental, ya que el gobierno de Estados Unidos pretendía extender al NAFTA para toda la América Latina luego de la derrota de la OMC. Año con año estaba presente en Cuba en el Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA o en otro país festejando el avance de la derrota del mayor acuerdo comercial que se pretendía imponer a los pueblos del continente. En Canadá marchó por las calles contra el ALCA en medio de mucha represión y gases lacrimógenos. Berta era incansable en su actitud de resistencia.
Berta estuvo presente en Jubileo Sur en demanda de la anulación de la Deuda Externa y desde el movimiento del Grito de los Excluídos. También vio nacer en Chiapas la Semana por la Diversidad Biológica y Cultural que luego se celebró en el territorio lenca. Esa misma dinámica se repitió con la fundación del Movimiento Mesoamericano contra el Plan Puebla Panamá, y del Encuentro Hemisférico contra la Militarización en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Durante el encuentro contra la militarización en Honduras junto con el COPINH no dejaron de protestar frente a la base militar norteamericana de Palmerola. También participaron en el fundación del Movimiento Mesoamericano contra las Represas que luego se fortaleció en la Red Latinoamericana contra las Represas (REDLAR) y luego en el Movimiento de Afectados por las Represas (MAR) de América Latina. Luego se sumó a la fundación del Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero (M4). Sin embargo, los pasos de Berta y el COPINH no se quedan aquí, se extiende su presencia en muchos otros movimientos y redes, también feministas y patriarcales.
La lucha de Berta Cáceres es la lucha del COPINH. Y la lucha del COPINH y de los movimientos en América Latina y El Caribe forman parte de la lucha de Berta quienes también la formaron, la sembraron y le dieron vida. Su pensamiento y análisis del sistema y de la estructura capitalista le permitía ver más allá y enlazarse con otras luchas anti sistémicas y anti patriarcales. La lucha de Berta por la defensa del territorio ha llegado a que, junto con el COPINH, sus movilizaciones de resistencia en Honduras han sido de las más impactantes para el sistema. Las grandes familias, gobiernos y otros intereses se abocaron entonces a tratar de minar la lucha de la organización y de Berta misma. Además de represión, asesinatos, amenazas de todo tipo sufridas por el COPINH pero también por otros movimientos sociales de lucha en Honduras, Berta sufrió varios intentos de asesinato. El proceso de resistencia activa del COPINH y de Berta se fue agudizando y confrontándose con el gobierno golpista en 2009 y durante los siguientes años.
Durante la década de 1990 y la primera del presente siglo, en este proceso del aceleramiento de la acumulación del capital, el modelo económico neoliberal empezó a transitar a lo que denominamos el modelo Corporación Nación donde las grandes corporaciones se afianzan en las estructuras del Estado e imponen sus reglas a nivel mundial. Se adueñan de grandes territorios, imponen sus intereses bajo los esquemas de los tratados de libre comercio y generan leyes supranacionales eliminando la soberanía de los pueblos. Esto es lo que actualmente el movimiento social mundial llama la “apropiación corporativa”. El gran capital inicia así otra etapa de extractivismo con megaproyectos como minería, represas, parques eólicos; monocultivos forestales de palma, teca, pino, eucalipto, entre otros; monocultivos agrícolas como la soja, la piña o maíz por mencionar solo algunos; ciudades modelo o Zonas Económicas Especiales en el caso de México; grandes supercarreteras, proyectos turísticos de élite, canales secos, granjas camaronícolas: oleoductos, gasoductos, petróleo, fracking; parques industriales, puertos, aeropuertos y todo tipo de infraestructura que les permita una rápida y rentable apropiación de la riqueza generando economías de enclave. También incluye la economía verde, la venta de créditos de carbono y los proyectos de Reducción de Emisiones por Degradación y Deforestación (REDD+) como el que pretenden llevar a cabo entre el gobierno de California de Estados Unidos y el gobierno de Chiapas y Acre en Brasil. Tanto Berta como el COPINH lograron entender el conjunto de estos megaproyectos para incluirlo en un análisis en torno a la resistencia y defensa de los territorios.
Así, a inicios de la década del 2000 los pueblos en América Latina optaron por modificar sus preferencias electorales y salen a la búsqueda de gobiernos de izquierda, o supuesta izquierda para otros que, tarde o temprano, terminarían sucumbiendo ante la presión del capital y no diferenciando sus políticas extractivistas de los gobiernos de derecha. Por su lado, el movimiento social se ve enfrentado en muchos temas de inflexión a las que tiene que dar respuesta como el tema de su identidad; la relación con los partidos o gobiernos de izquierda, con los movimientos armados ahora convertidos en partidos políticos; o sus alianzas con otros movimientos. También el movimiento social en América Latina se cuestiona sobre la mejor estrategia para enfrentar la disputa por los territorios con las corporaciones. La resistencia activa empieza a desgastar a algunos movimientos y la persecución a los defensores y defensoras de los derechos humanos se agudiza hasta aumentar considerablemente los asesinatos de lideresas y de lideres que ponen trabas al avance de la acumulación de la riqueza por parte de las corporaciones. En este contexto, el COPINH y Berta se encuentran sumergidos en estos dilemas en medio de la lucha frontal contra los intereses de las grandes corporaciones y las familias más ricas del país apoderadas de las estructuras del estado, que arrasan con territorios y pueblos indígenas, asesinando y desplazando comunidades enteras. Este es un ejemplo de cómo la clase empresarial se convierte en la clase política y como la clase política se convierte en clase empresarial. Empresarios que llegan al poder o políticos que se convierten en empresarios en medio de tanta corrupción e impunidad institucionalizadas.
Berta y el COPINH tuvieron que lidiar con la presión que pretendía convertir al movimiento social en partido político como la única salida para cambiar la situación de injusticia en Honduras. Luego del golpe de Estado en 2009, la clase política-empresarial que arrebata el poder acelera la privatizaciones, las concesiones mineras y de represas entre otras políticas de ajuste estructural impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La lucha de Berta se intensificó y junto con el COPINH sufrieron fuertes persecuciones, violencia y otros asesinatos de miembros de su organización. A partir del 2013 fortalecen la resistencia contra la empresa hidroeléctrica DESA que pretende inundar grandes extensiones de territorio indígenas lenca y desplazar comunidades enteras en nombre del “desarrollo limpio”. En el proyecto hidroeléctrico de Agua Zarca, Berta y el COPINH constataron una vez más cómo no solo la gran oligarquía nacional, sino también las empresas transnacionales, los bancos de supuesto desarrollo y los gobiernos extranjeros que los sustentan, son cómplices y participes de los asesinatos y violación en los derechos humanos por los cuantiosos recursos que destinan a estos mega proyectos que violan los derechos humanos de la población indígenas campesina y garífuna de Honduras.
DE LA RESISTENCIA AL ‘ALTERNATOS’
La organización Otros Mundos AC en Chiapas, México, consideró la necesidad de construir otras formas de vida con criterios diferentes al capital. Que la resistencia activa, si bien hay que hacerla y fortalecerla, también es urgente generar lo que denominó “Alter Natos”. Este concepto le significó mucho a Berta, por lo que el COPINH y Otros Mundos Chiapas se lanzaron a explorar un “Alter Natos” energético, contrario al modelo de supuesto “desarrollo sustentable” que proponen las grandes corporaciones y los gobiernos. Buscar otras formas de generar energía sustentable y autónoma desde la cosmovisión indígena y en particular desde la perspectiva lenca. Sin embargo, buscar salirse del sistema, es lo que tampoco toleró el sistema mismo. Y después de varios intentos, al fin le dieron muerte minutos antes de la medianoche del 2 de marzo de 2016.
Con el asesinato de Berta Cáceres, una vez más constatamos que ni los premios internacionales como el premio Goldman con el que a ella la galardonaron un año antes de su homicidio, ni las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), son garantía para el respeto a la vida frente a la ambición del extractivismo en América Latina, donde no hay prácticamente país en que pueblos y comunidades no estén amenazados por la defensa de la tierra y de los territorios frente a las corporaciones que ahora pretenden fortalecer los mecanismos de acumulación y extracción con nuevas versiones de Tratados de Libre Comercio, por lo que se prevé en el Continente que la ola de persecuciones contra colectivos defensores de los derechos humanos se agudizará, sobre todo porque no solo es la defensa de los territorios indígenas y campesinos, sino también los territorios urbanos afectados por obras de infraestructura urbana y suburbana que merman la salud, el acceso al agua potable, al libre tránsito, al medio ambiente sano de los pobladores urbanos quienes también salen a la calle a exigir que el agua no sea contaminada o para no ser despojados de sus tierras y viviendas.
Fruto de esta disputa por los territorios y por la lucha en defensa de los derechos humanos, las empresas trasnacionales han robado el discurso y reclaman también que sus intereses sean reconocidos como “derechos humanos”. Esta posición absurda de que el negocio tenga derechos humanos es sumamente peligroso. Los movimientos sociales a nivel mundial han reclamado desde hace décadas que sea reconocido que las empresas también violan los derechos humanos de la población, sobre todo en esta ultima oleada de privatizaciones donde tienen en sus manos el agua, la alimentación, la salud, la educación, las semillas y los territorios entre otros factores que garantizan los derechos humanos. En su defensa, las empresas reclaman también ser sujetos de derechos humanos. La lucha ha llegado al grado en que las Naciones Unidas tenga que elaborar un acuerdo vinculante en materia de empresas y derechos humanos.
Si alrededor de la década de 1970, el gobierno de Estados Unidos pudo imponer sus intereses en América Latina promoviendo golpes militares con la ayuda de los militares formados en la Escuela de las Américas de tal modo que aceleraran las políticas de Washington, actualmente estamos viendo el arribo de nuevos golpes de Estado, de gobiernos “democráticos” de derecha desplazando a los supuestos gobiernos de izquierda con el fin de afianzar los intereses de las grandes corporaciones. Los empresarios y el poder de las trasnacionales se afianzan en las estructuras del estado. Y esto no es privativo de América Latina; también se observa en los países llamados desarrollados. Así, las pretensiones de derrocar gobiernos que amenazan los intereses del gran capital se siguen asomando en Brasil, Argentina, Ecuador, Cuba, Venezuela, Bolivia, Honduras o Haití. Y esto, Berta y el COPINH lo han tenido claro de tal forma que lo tradujeron en acciones solidarias con otros movimientos continentales por defender la soberanía de los pueblos.
DESPERTEMOS, HUMANIDAD, YA NO HAY TIEMPO
Hoy por hoy, la lucha por la defensa de la vida no es individual ni local. La defensa de los territorios tiene un impacto global. La afectación a los territorios fruto del extractivismo acelerado en la región manifiesta sus impactos en el cambio climático, la deforestación, la pobreza, la migración, entre otros de alcance y afectación más allá de nuestros respectivos países. Por ello, no hay lucha ambiental ni ecológica que no implique una lucha contra el capitalismo; y quien quiera luchar contra el capitalismo depredador no pude obviar la lucha ambiental a favor del planeta y un mundo donde quepan todos los mundos.
¿Y la Academia? Esta lucha por un mundo mejor no puede ser exclusiva de los pueblos afectados directamente, sino también del sector académico que debe poner sus recursos al servicio y en beneficio de este proceso de reinventar otro mundo distinto. Y con mayor razón cuando muchos de estos recursos siguen siendo públicos. Muchos son los académicos que juegan un compromiso con estas luchas y se vinculan con los movimientos. Pero su ausencia todavía es muy profunda, sobre todo cuando son usados para facilitar el camino al proceso del extractivismo, de la acumulación; cuando el sector académico ha sido cooptado por los intereses cooperativos; cuando los dueños de la academia, de su voluntad y de sus conocimientos son exclusivos de los intereses de las corporaciones. Por ello, con este sector también dialogaba Berta.
No solo fue responsabilidad de Berta, ni lo es del COPINH actualmente, luchar contra este capitalismo voraz y depredador de la vida y del planeta. Es responsabilidad de cada quien desde la trinchera donde se encuentre. En los movimientos sociales debemos incluir en nuestra agenda la búsqueda de nuevas prácticas y realidades diferentes a la dinámica del capitalismo. Es urgente construir «Alter-Natos».
Hagamos eco del grito de Berta: «¡Despertemos, Humanidad, ya no hay tiempo!»
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