Por: David Cascante Rojas-MAIZ Costa Rica
Durante el pasado mes de junio, autoridades de salud clausuraron siete fuentes de agua que abastecen a aproximadamente 5000 personas de varias comunidades de Pital de San Carlos, en la zona norte de Costa Rica. La medida fue tomada luego de que varias muestras de agua mostraran la presencia del agroquímico llamado Bromacil, un herbicida sumamente nocivo para la salud, utilizado en la producción de piña, monocultivo implantado durante los últimos 30 años en la zona, por empresas transnacionales que operan bajo la lógica de la economía de enclave, dejando como resultado una serie de impactos sociales y ambientales negativos, que en balance están muy lejos de ser sopesados por los prometidos beneficios económicos para los vecinos de esta zona y otras partes del país.
Durante las últimas semanas, posterior a la clausura del acueducto, el acceso a agua potable de estas comunidades se ha visto seriamente afectado, con suspensiones constantes, algunas tienen que ser abastecidas con camiones cisternas y las escuelas tuvieron que suspender las lecciones a causa de la escasez del líquido.
Las denuncias fueron efectuadas, se tienen pruebas contra los presuntos responsables, las quejas de los vecinos aumentan, pero las expectativas de que se haga justicia sobre el caso son muy pocas, pero sobre todo lo más preocupante del asunto, es que las medidas tomadas hasta ahora, han sido para atenuar el problema inmediato del abastecimiento de agua, dejándose de lado la discusión sobre el problema de fondo y las posibilidades de proponer las alternativas desde las comunidades. Los intereses económicos en juego son muchos y como es de esperar, las preguntas sobre otros modelos quedan de lado.
Por más que se quiera evadir la discusión, no cabe pensar en este grave hecho, como una suerte de accidente aislado, sin repercusiones futuras para estas comunidades y mucho menos sin que la memoria histórica de Costa Rica y otros países de América Latina, haga énfasis en experiencias pasadas y las consecuencias aun sufridas, con el enclave de monocultivo extensivo, experimentado en la región desde inicios del siglo XX con la Unided Fruit Company y el vasto imperio establecido en lo que denominó las “banana republics”.
A pesar de todo, las reacciones populares ante los efectos ocasionados por este monocultivo ya empiezan a manifestarse en esta región del país, como el caso del municipio vecino de Los Chiles, en donde por decisión unánime, el consejo municipal establece una moratoria para la apertura de nuevas fincas dedicadas a la producción de piña.