El maíz transgénico importado e incorporado en alimentos de alto consumo para los mexicanos representa un riesgo para la salud, entre otros, por la presencia de glifosato y otros agro-tóxicos.
Los mexicanos tenemos derecho a: (A) Una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, y por lo tanto libre de tóxicos. (B) La información clara y completa sobre el contenido en nuestros alimentos; por ello exigimos etiquetado de todos los alimentos que contengan transgénicos, como ocurre en 61 países.
“Es muy preocupante que se estén importando 10 millones de toneladas de maíz de Estados Unidos y que no haya seguridad de que éste y sus agrotóxicos (glifosato, 2,4D, glufosinato, etc., y combinaciones) asociados nos estén llegando a nuestro alimento. Una parte importante de este maíz es transgénico y la mayor parte tiene glifosato y otras substancias nocivas. Los alimentos derivados de cultivos transgénicos de algodón, soya, canola también pueden tener estos tóxicos. A pesar de la evidencia de toxicidad, La Comisión Federal de Protección y Riesgo Sanitario (COFEPRIS) ha autorizado 135 líneas de transgénicos para consumo humano y un porcentaje alto de ellas son tolerantes al glifosato. Los más recientes resisten también al glufosinato, y el 2,4D (cancerígeno), entre otros.
Los estudios científicos muestran que el glifosato es un disrruptor endócrino, que puede causar daño hepático y renal, así como malformaciones y otros daños en animales experimentales. Los químicos de los herbicidas y surfactantes penetran a las plantas y NO se pueden lavar. Los granos (Ejemplo: maíz transgénico) y oleaginosas (Ejemplo: soya transgénica) importados de Estados Unidos tienen concentraciones altas de glifosato no permitidas en Europa” señaló la Doctora Elena Álvarez-Buylla, experta en genética molecular del Instituto de Ecología de la UNAM, Presidenta de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS; Programa Agricultura y Alimentación).
“La COFEPRIS ha otorgado autorizaciones para el consumo de transgénicos, de las cuales el 50% son de maíz, exponiéndonos a las y los mexicanos a un grave riesgo, pues en México el maíz es la base de nuestra dieta: consumimos 329 gramos de maíz al día, que representa más del 50% de la ingesta calórica y 39 % de la ingesta de proteínas. Los datos científicos que hoy se exponen nos alertan sobre la necesidad de atender de inmediato la calidad de nuestros alimentos y llamar la atención a la Secretaria de Salud. El derecho a la alimentación inscrito en la Constitución en 2011 señala que los mexicanos debemos contar con una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad.
No podemos permitir que se nos exponga a un experimento al obligarnos a consumir cotidianamente maíz transgénico que, además de las secuencias genéticas incorporadas, tiene un alto contenido de herbicidas y otros tóxicos, y una muy baja calidad. El maíz que se importa de Estados Unidos tiene mayor contenido de almidones y azúcares, y menos proteína y fibra que el nativo mexicano; pues está hecho para engordar ganado. Por ello, el consumo humano aumenta el riesgo de padecer obesidad e incluso diabetes. Hoy más del 50% del maíz que se come en México es aún producido por los campesinos a partir de variedades nativas (criollas), este maíz es mucho mejor para la salud, incluso se ha demostrado que los maíces de colores contienen antioxidantes, que ayudan a prevenir enfermedades; además está libre de transgénicos y tiene hoy un sobreprecio en el mercado. Este maíz ha sido protegido por los campesinos que se han opuesto a la siembra de transgénicos, sin embargo hoy la autoridad de salud parece desconocer el tema y actúa con indiferencia e irresponsabilidad”. Declaró Adelita San Vicente, Directora de la Fundación Semillas de Vida y miembra de la Campaña Sin maíz no hay país.
Por ello, exigimos que: 1. Se prohíba el maíz transgénico y/o glifosato en alimentos. 2. Se etiqueten todos los alimentos que se hayan hecho a partir de cultivos transgénicos y/o tratados con faena (glifosato) u otros herbicidas (por ejemplo, el 2,4D). 3. Se regule el uso de estos tóxicos de manera más estricta; en beneficio de la salud pública, evitando que lleguen a nuestros alimentos.
Estas demandas se sustentan en evidencia científica que será entregada a COFEPRIS, y se resume en:
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Casi 9 de cada 10 de las líneas transgénicas en el mercado son tolerantes al glifosato, el principio activo del herbicida más usado en México, el llamado Faena. Los granos (Ej., maíz transgénico) y oleaginosas (Ej., soya transgénica) importados de Estados Unidos tienen concentraciones muy elevadas de este tóxico. Hasta hace poco más de 20 años en que no había transgénicos, los herbicidas se asperjaban en los campos antes de la siembra, y los cultivos raramente estaban en contacto con estos tóxicos. En las transgénicas tolerantes al Faena se asperja el tóxico directamente. Los cultivos transgénicos sobreviven con altas concentraciones de estos tóxicos, contaminando a los alimentos que se hacen con ellos.
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El glifosato también se asocia con mayor incidencia de malformaciones en bebés de madres que viven cerca de siembras de transgénicos en Argentina y otros países. Se ha asociado con mayores alteraciones celulares y genéticas en trabajadores de soya transgénica. En Sudamérica y Estados Unidos, en donde se han sembrado y consumido masivamente los transgénicos los últimos 20 años, se ha reportado aumento en incidencia de enfermedades renales, hepáticas y cáncer en zonas cercanas a siembras de transgénicos y en la población en general.
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El glifosato se acumula en el agua, suelo y en aerosoles; puede llegar al agua que tomamos.
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Se ha detectado glifosato en orina, sangre y leche materna; los afectados, más propensos a enfermedades.
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En algunos casos se usa este herbicida para facilitar la cosecha; incluso en no transgénicos (Ej., trigo).
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El 2,4D, al cual son tolerantes las transgénicas recién aprobadas por COFEPRIS, es un probado cancerígeno y teratógeno (causa malformaciones al nacer) y se acumulará en estos cultivos.
Por su parte, la Alianza por la Salud Alimentaria exigió que se informe en el etiquetado de todos los alimentos y bebidas si contienen organismos genéticamente modificados como ocurre ya en 61 países, entre ellos los estados miembro de la Unión Europea, Rusia, China, Brasil, Australia, Turquía y Sudáfrica. “Es un derecho de los ciudadanos el acceso a la información y este derecho está violado por el gobierno mexicano que ha permitido que los transgénicos entren en nuestros alimentos sin ninguna información al consumidor”, señaló Alejandro Calvillo miembro de la Alianza por la Salud Alimentaria.
Desde abril del 2011 el Codex Alimentarius aprobó la posibilidad, a escala internacional, para que los países que lo deseen puedan identificar en las etiquetas los alimentos que contienen transgénicos. La Organización Mundial de Comercio, OMC, hacía 20 años que se oponía a la posibilidad de etiquetar los alimentos argumentando que era una barrera al libre comercio. En 2011, los Estados Unidos que eran el principal opositor al etiquetado, apoyando a las grandes empresas como Monsanto, lo aceptó. “Con la autorización del Codex Alimentarius al etiquetado de transgénicos ya no existe ningún argumento comercial para impedir su aplicación” subrayó Alejandro Calvillo.
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