Entrevista: Gloria Muñoz Ramírez. Ojarasca 229
Gustavo Castro Soto, sociólogo y ambientalista originario de Tampico, Tamaulipas, fundó en 2007 Otros Mundos Chiapas, asociación sin fines de lucro con base en San Cristóbal de Las Casas, dedicada al análisis de impacto de megaproyectos en América Latina, especialmente mineros e hidroeléctricos. Es parte de la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA) en Chiapas, y a escala nacional del Movimiento Mesoamericano contra el Modelo extractivo Minero (M4).
La madrugada del 3 de marzo, Castro se encontraba en Honduras, en la casa de la luchadora lenca Berta Cáceres, cuando dos sujetos entraron y la asesinaron. A él también le dispararon, pero se tiró al suelo y por una fracción de segundo salvó la vida, pues lo dieron por muerto y los sicarios huyeron. Después de un verdadero viacrucis en Honduras, regresó a México, pero su vida aún peligra. Único testigo del asesinato de Cáceres, las garras de los criminales pueden alcanzarlo.
El ambientalista había llegado apenas un día antes a la comunidad hondureña de La Esperanza, invitado a impartir un taller sobre alternativas para generar energía en las comunidades, por el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh) del que Berta era coordinadora general. Analista y experto en políticas extractivistas, Castro analiza en entrevista para Ojarasca los tratados de libre comercio, las inversiones de los países poderosos en América Latina, los seguros de inversión y, en este contexto, las alternativas al capitalismo y los ataques a los defensores del territorio. Éstas son sus palabras.
El capitalismo voraz va por todo. Las transnacionales están adquiriendo un poder muy fuerte, de manera que en los tratados de libre comercio, las empresas buscan seguros de inversión. Que si violaron derechos humanos, les da igual, está asegurada su inversión, igual que si la gente está muriendo de cáncer por la mina que si deforestaron o construyeron una represa que mata un río como el Gualcarque. Todos los gobiernos de América Latina tienen tratados de libre comercio con Canadá, Estados Unidos, Europa y Asia. Y bajo esos tratados deben modificar sus legislaciones para sustentar las inversiones, pues las empresas pueden demandar al gobierno por poner obstáculos arancelarios. Los países se ven obligados a cambiar todo el andamiaje, y ahora más con el Tratado Transpacífico, que es lo más terrible que hay.
Los gobiernos modifican su andamiaje institucional para garantizar modelos de extracción en América Latina. Y, además, cuando las trasnacionales dicen “vino tu gentucha y me bloqueó el camino, y eso es expropiación indirecta, son tu gente y me la estás poniendo”. Los gobiernos responden “no te preocupes, yo te la quito”.
Al menos hasta el 2012 había demandas de las empresas al menos por 200 mil millones de dólares contra 60 países en África, América Latina y el Caribe y Asia, porque gobiernos como los de Venezuela, Argentina o Bolivia los expulsaron por contaminar ríos y matar pueblos. El Salvador, por ejemplo, dijo que suspendía la extracción de oro y le cayeron millonadas de demandas. A Costa Rica, que declaró que no había minería de oro en ese país, se le fueron en contra.
Si un gobierno, en este caso México que en los últimos sexenios ha entregado unas 45 mil concesiones mineras sobre 95 millones de hectáreas en el país —la mitad del territorio— dijera a una de estas empresas que le quita la concesión y que se vaya, la demanda en su contra sería de tal magnitud que jamás se podría pagar.
Represas, carreteras, bancos, gasoductos, pozos, fracking, puertos, aeropuertos, hay de todo. Por eso lo que necesita el gobierno es criminalizar la protesta social, pues le resulta más barato criminalizar a los pueblos y a sus defensores que pagar las demandas de las empresas ante los tribunales internacionales. Si antes te movilizabas pacífica y legalmente para proteger tu agua, tu tierrita, o por lo que quisieras, ahora esto es un delito, es crimen organizado, atentas contra la paz. Terrorismo y secuestro. Se trata de generar miedo y desmovilización social.
En Honduras, Berta Cáceres y el Copinh se estaban enfrentando a esta situación. Después del golpe, los que quedaron al frente del gobierno de Honduras entregaron concesiones mineras a lo bestia. Son ellos los que aprobaron, entre otras cosas, las ciudades modelo. En Honduras hay muchas concesiones de represas, aunque no sirvan pues son un gran negocio en el que están metidas las constructoras. Honduras está más o menos a la mitad de Centroamérica, y hay inversiones de todo tipo. Puede generar energía eléctrica y venderla a la industria, a las ciudades modelo. Y, por otra parte, como las concesiones de minería necesitan agua, pues complementan la operación con las represas.
Otra cosa es el famoso mercado de carbón, que también lo tenemos mucho en Chiapas. Se generó un boom de represas cuando las compañías quisieron compensar las emisiones del CO2 con energía limpia según ellos; se sabe que es lo más puerco que hay y que ha sido la causa de desplazamiento, muertes, contaminación, desaparición de manglares y ecosistemas. Ese boom está en toda América Latina.
En este contexto, los defensores del territorio se la juegan pues no hay protección ni garantías a su favor. Los intereses y el negocio están por encima de cualquier otra cosa. Si tú estorbas a esos intereses, dependiendo de qué tanto, te quitan de en medio. Cuántos muertos hay. Es justo el contexto del asesinato de Berta.
Estamos ante uno de los momentos más oscuros de la historia, uno sumamente desesperanzador. A veces me niego a contagiarme, pero nos están cerrando todas las puertas y no se ve salida. Hacemos acciones legales, jurídicas, amparos, y nos siguen cerrando las puertas. ¿Cómo mantener la esperanza cuando parece que se está perdiendo la batalla? Lo veo tan difícil, y aún así me dicen que yo hablo con mucha esperanza. No sólo tenemos que pasarnos la vida en la resistencia, tenemos que construir.
Cuando explicamos en los talleres el capitalismo, decimos que capitalismo es un tren y ahí va todo el planeta. Claro, unos van en primera clase, otros en segunda, otros en tercera y otros colgados como pueden. De repente un compita migrante que va allá en el techo dice que a 500 metros hay un barranco y que el tren se va caer ahí. ¿Qué hacemos? Unos dicen que se le debe decir al chofer que frene, pero él no hace caso. Entonces deciden elegir a uno que les haga caso. Pero ya no hay tiempo para eso. Bueno, dicen otros, que cada quien agarre un pico, una pala, tumbamos la puerta, sacamos al chofer y nos ponemos nosotros. Otros dicen que mejor hay que pensarlo tranquilamente, planear bien la estrategia. Pero ya no hay tiempo.
Otros piensan que lo que hay que hacer es rezar, que Dios agarre los trenes y los eleve a su reino y los salve a todos. Otros dicen: “vamos a hacer radios comunitarias en cada uno de los vagones, panfletos para que la gente se concientice. Porque la gente no sabe por lo que estamos pasando”. Pero tampoco hay tiempo.
Unos no se han dado cuenta de que van en un tren, otros ni siquiera se han parado de sus asientos, muchos ni siquiera saben qué es un tren. Entonces uno dice “saltemos del tren”. Muchos no van a sobrevivir en el salto, pero en el intento de buscar otra cosa hay que hacerlo. Hay quien dice que se frenará con los pies de todos.
Existe una discusión interesante sobre las alternativas para América Latina. Muchos piensan que con gobiernos de izquierda esto va a cambiar, pero es como si cambiaran los choferes del tren. No van a cambiar mágicamente el capitalismo, como no van a transformar al tren en un elefante. Estás en el tren. Es el mismo, la misma dirección, y tarde o temprano llegaremos ahí, al barranco.
Por eso hay que construir una cosa distinta, saltar del tren, saltar de este sistema. Buscar otra forma para generar territorios liberados, experiencias distintas al capitalismo. No se debe cambiar sólo el combustible. No se trata de dar energía verde a un tren capitalista.
No hay una varita mágica, las alternativas se construyen en el ensayo y el error y deben ser trabajo de todos. Hay que inventar y crear alternativas, empezar a buscarle ya, porque el tren se va al barranco. Si alguien quiere dedicarse a las elecciones de un nuevo chofer, pues a ver si tiene tiempo. Algunos piensan que teniendo muchos Evo Morales, en América Latina el capitalismo va a dejar de ser capitalismo, y en esa disyuntiva están los movimientos. En el Copinh se salió de esa discusión. Dijeron “no” a la formación de un partido político, pues la identidad del movimiento social no es ser clase política.
En toda América Latina hay mucha gente en defensa de sus territorios, su lucha no es por ellos sino por el beneficio de todos. Por eso la solidaridad debe ser para todos, pues al final de cuentas es un beneficio común aunque sólo algunos pongan el pellejo. La gente está defendiendo la salud, el agua, los territorios, la vida. La responsabilidad es pareja y la respuesta tiene que ser global. Ya no tenemos tiempo, como decía Berta. No podemos hacer como que no pasa nada, ocultar la realidad, hacernos de los ojos que no ven. La lucha es de todos.