Los biocombustibles en cuestión
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La sociedad cristobalense ha tenido algunas oportunidades para reflexionar sobre el tema de los biocombustibles. En este mismo medio, se ha comentado en algunas ocasiones sobre las consecuencias nefastas de este programa considerado “modelo” por el Gobernador actual y otros anteriores ya que, según ellos, resuelve parte de la problemática productiva y ambiental que sufre nuestra entidad, además de ubicar a Chiapas como líder en el cumplimiento de los objetivos del Milenio.
Quisiera insistir sobre este debate. En primero porque me parece ser una problemática representativa y explicativa de los problemas socioambientales de los países “mal desarrollados” (en el caso que se pudiera considerar que algún país ha logrado un “buen” desarrollo). En segundo, y como consecuencia directa del primer punto, porque nos lleva directamente a una reflexión más profunda acerca del tipo de sociedad en la cual queremos vivir, como chiapanecos, como mexicanos y/o como ciudadanos del mundo.
La producción de biocombustibles para mejorar la vida de los campesinos y disminuir la contaminación provocada por el uso de petróleo es una fantasía más del sistema neoliberal. Inclusive me entra curiosidad por entender si sus promotores actúan de buena fe; si se hacen de la vista gorda para no perder la posibilidad de seguir viviendo con todos los lujos dignos de su condición; o si la atracción por ganancias millonarias borra cualquier pensamiento sobre el devenir de nuestro planeta.
El video “Desiertos de aceite. La palma africana en Chiapas”*, proyectado hace unas semanas en un conocido café del centro de San Cristóbal, relata las desgracias que acarreó la siembra de palma africana para los productores. El cultivo, iniciado en los años ochenta, tuvo un gran impulso en 1997, particularmente en la región del Soconusco. El Gobierno estatal invirtió más de 30 millones de pesos para su siembra, por lo que la producción de palma se extendió a casi 6,000 hectáreas. Creó también la infraestructura para su exportación (véase www.ecoportal.net). Sus promotores argumentaron la baja de precios de los cultivos básicos para convencer a los productores de la necesidad de una substitución productiva, así como la posibilidad de salir de la pobreza.
Resulta evidente que la palma aceitera constituye un negocio redondo para las empresas trasnacionales que compran el aceite y lo exportan. Mas no para los campesinos que aceptaron el reto. Según los testimonios, estos últimos se transformaron en peones de sus propias tierras ya que extraen el fruto pero no son dueños del proceso de producción. Las condiciones de trabajo son difíciles y los ingresos magros. “Si pudiera volver a decidir, ya no aceptaría sembrar palma” resume un campesino involucrado en el proceso.
Además de no haber combatido la pobreza, el cultivo de palma africana no resuelve la problemática ambiental. Lo subraya el documental citado: “La palma no se puede comparar con un bosque”. En los bosques, hay una gran diversidad de especies vegetales y animales; en los bosques se oyen los pájaros que cantan; en los bosques hay comida; en los bosques hay vida. “Las plantaciones no son bosque. Las plantaciones eliminan la vida”. Es también conocido que los monocultivos atraen las plagas y dependen de agroquímicos para crecer.
Los promotores de la palma argumentan también que, por componerse de árboles, las plantaciones capturan el carbono. El único problema es que una plantación de palma vive 30 años. Luego se cortan los árboles, lo que libera el carbono. O sea que el carbono vuelve a dispersarse en la atmósfera. ¡Vaya esfuerzos poco eficientes!
En estos últimos años el gobierno estatal ha diversificado la producción de biocombustibles. El Gobierno actual innovó en la materia con la introducción del cultivo de Jatropha curcas o piñón. Con el sueño de alzar a Chiapas en la vanguardia mundial ambiental, se distribuyeron semillas importadas de India, se establecieron plantas procesadoras y se fomentó la producción en varias partes del estado.
Al parecer los resultados no son los esperados. Las semillas venían secas, las tierras no fueron siempre las adecuadas, los apoyos tardan en hacerse realidad y dependen de los resultados obtenidos. Una vez más, los productores se arriesgaron sin recibir el beneficio prometido.
Ojalá se escuchen más a los campesinos que prestan sus tierras para experimentos de este tipo. Ojalá nos percatemos que el mantenimiento del nivel de vida de las clases medias y altas del planeta se realiza a expensas de la población menos favorecida materialmente. Que nuestras promesas de permitirles una mejor vida faltan de fundamento en la mayoría de los casos, porque son solamente promesas no prioritarias en los proyectos implementados.
Los biocombustibles son parte de una lógica que no duda en favorecer las ganancias y las necesidades de una minoría, obviando que el hambre está ganando terreno. Los cultivos destinados a producir biocombustibles invaden suelos necesarios para la alimentación humana; eliminan la diversidad cultural y ambiental; ignoran el papel fundamental de la milpa y de los saberes tradicionales para recuperar la soberanía alimentaria. Representan la falsedad de un sistema que retira a sus campesinos el derecho a alimentar a sus pares y cuidar nuestra madre tierra.
Es necesaria una reflexión real, como sociedad, sobre una mejor distribución de las riquezas creadas. Es imprescindible que cada uno de nosotros inicie la reflexión desde su oikos –su casa- y su persona.
*Video “Desiertos de aceite. La palma africana en Chiapas”, realizado por Eco-estrategias en comunicación y producido por Otros Mundos A.C., Amigos de la Tierra México y la RECOMA. Presentado al público el 21 de septiembre pasado, día mundial contra las plantaciones y monocultivos.