Por Serge Latouche (entrevista)
El cambio climático está ligado al incremento de los gases a efecto invernadero. En una medida natural estos gases regulan la temperatura en el planeta, pero la explotación excesiva de las energías fósiles y la producción desaforada de nuestra sociedad han creado un desequilibrio en este fenómeno natural.
Para entender cómo nuestro modelo ha provocado un desequilibrio en este fenómeno natural, es preciso explicar cómo funciona.
La gran mayoría de las radiaciones solares atraviesan directamente la atmósfera para calentar la superficie del planeta. La tierra a su vez emite radiaciones en el espacio. Sin embargo, no toda esta radiación vuelve al espacio, ya que los gases de efecto invernadero absorben la mayor parte. De este modo, el equilibrio térmico se establece a una temperatura superior a la que se obtendría sin este efecto. La importancia de los efectos de absorción y emisión de radiación en la atmósfera son fundamentales para el desarrollo de la vida tal y como se conoce. De hecho, si no existiera este efecto la temperatura media de la superficie de la Tierra sería de unos -22 ºC, y gracias al efecto invernadero es de unos 14ºC.
Los denominados gases de efecto invernadero o gases invernadero, responsables del efecto descrito, son :
Vapor de agua (H2O).
Dióxido de carbono (CO2).
Metano (CH4).
Óxidos de nitrógeno (NOx).
Ozono (O3).
Clorofluorocarburos (artificiales).
Si bien todos ellos (salvo los CFCs) son naturales, en tanto que ya existían en la atmósfera antes de la aparición del hombre, desde la Revolución Industrial, y debido principalmente al uso intensivo de los combustibles fósiles como el petroleo y el carbón en las actividades industriales y el transporte, quemamos en un año lo que la fotosíntesis produjo en 100 mil años. Nuestro sistema termo-industrial produce cada día cantidades enormes de dióxidos de carbono. Durante esta era industrial hemos gastado más energías fósiles que en toda la historia de la humanidad. Este fenómeno, agravado por otras actividades humanas como la deforestación, ha limitado la capacidad regenerativa de la atmósfera para eliminar el dióxido de carbono, principal responsable del efecto invernadero.
El cambio climático es el elemento más visible del sistema enfermo en el que vivimos, por lo que el decrecimiento, más que necesario, es imprescindible. Hay otros elementos críticos, como el agotamiento del petróleo y la desaparición de especies vivas.
Por todo ello el decrecimiento, además de imprescindible, es deseable, porque este sistema está basado en la obsesión por el trabajo, el desprecio del ser humano, la destrucción de la naturaleza. Se pueden ver las señales de una sociedad enferma a través de la tasa alta de suicidios en los países del Norte, y del consumo de drogas, tranquilizantes, antidepresivos. Este fenómeno tiene su raíz en la presión que ejerce el sistema sobre los trabajadores para que sean cada vez más productivos y eficientes, y para serlo tienen que consumir cada vez más drogas para aguantar el estrés. Retomando la idea de Ivan llitch, « se podría vivir mejor con menos si viviéramos de otra manera ».
No podemos seguir así. Hace dos o tres siglos nuestra sociedad eligió la vía del crecimiento económico, cuyo lema es consumir y producir cada vez más. Esta producción ilimitada acarrea un consumo desenfrenado. Para mantener este modelo económico se tiene que acelerar la obsolescencia de las mercancías, lo que genera cada vez más desechos. Entonces la producción no tiene como objetivo la satisfacción de las necesidades, sino la propia reproducción del sistema. Este modelo causa la destrucción tanto del planeta como del ser humano. En un mundo en donde tú eres lo que consumes, desvalorizamos la Naturaleza, los ecosistemas y hasta a nosotros mismos, los tecnócratas llegan a hablar incluso del hombre desechable. Todo es precario, el amor, el trabajo, el ser humano, etc.
Unos de los síntomas más perceptibles de la insostenibilidad de este modelo es el cambio climático, del cual se habla más ahora mismo. El último informe del GIEC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima) y el informe de Nicolas Stern del Gobierno del Reino Unido legitiman en la esfera publica lo que numerosos científicos han señalado desde hace tiempo. Esta conciencia mundial obliga a los gobernantes a tomar medidas, pero estas políticas sólo buscan limitar los efectos en lugar de enfrentar las causas. Es como frenar un poco y al mismo tiempo pisar a fondo. Estamos en un bólido y nos vamos a estrellar contra la pared, no basta con reducir un poco la velocidad, hay que pararnos y cambiar de camino. Es este el sentido del decrecimiento.
El decrecimiento no es un modelo. Es antes de todo un lema provocador para marcar la necesidad de una ruptura, impactar los espíritus como un eslogan publicitario. Estrictamente se tendría que hablar de « a-crecimiento », del « a » privativo griego, como « a »-teísmo. Es necesario salir de la religión del crecimiento, del culto al progreso, a las mercancías, mejor dicho habría que desintoxicarse.
Como lo comento en mi libro : “Sobrevivir al desarrollo : de la descolonización del imaginario económico a la construcción de una sociedad alternativa”, es imprescindible un cambio de valores, sobre todo en cuanto al comportamiento del ser humano frente a su entorno natural. Es un rasgo específico de Occidente la idea del hombre prometéico, de la cual viene la famosa frase de Descartes : « el hombre maestro y dominador de la naturaleza ». Sin embargo el hombre pertenece a la naturaleza, es menester que el hombre pare su depredación de la naturaleza, y que encuentre un modo de vivir en armonía con la naturaleza, como un jardinero fiel.
Se quiere sustituir el mundo natural por el artefacto, o sea un mundo artificial. Con la técnica conseguiremos sustituir el mundo que ha creado al hombre por un mundo creado por el hombre. Pero si se mira al planeta desde el punto de vista de la hipótesis Gaia (lo que correspondería a la Pachamama en América Latina), el hombre es solamente un elemento del conjunto del ecosistema terrestre. No sólo tiene que cambiar su modelo económico y político, sino que tiene que cambiar su manera de considerar al planeta y a sí mismo.
Entonces la reapropiación del futuro de cada pueblo pasa por la redefinición del contenido de su política general y éste es el sentido del decrecimiento.
El decrecimiento es sin duda un proyecto anti-globalización. Pero la globalización está condenada a largo plazo, incluso según las personas que no pertenecen al movimiento del decrecimiento, con el agotamiento del petróleo. La globalización sólo es viable teniendo en cuenta los costes de transportes artificialmente bajos. Con una desaparición de las energías fósiles, los costes de transporte van a multiplicarse por 10, 20 o 30, por lo que no se utilizará más el transporte aéreo y se reducirá el transporte terrestre. Sólo se transportarán las mercancías que no pueden producirse en la misma zona. J M Keynes, economista famoso del fin del siglo XIX, ya decía en su época, cuando todavía no se sabía lo que iba a ocurrir, que las ideas tienen que circular libremente, pero las mercancías lo menos posible y los capitales para nada. Desde este punto de vista, el decrecimiento cumplirá las aspiraciones de J M Keynes.
Antes de llegar a tal punto, es necesario reducir los transportes terrestres y plantearse una relocalización. Hoy en día, viajamos todo el tiempo porque no estamos a gusto en ninguna latitud, lo que es muy malo para el planeta, porque consumimos mucha energía y el coste ecológico de estos viajes es muy alto. Mientras vivimos cada vez más en un mundo virtual, en cambio viajamos realmente. En el futuro, tendremos que aprender a viajar virtualmente y redescubrir el arraigo al territorio. La respuesta es sí. Es simplemente matemático : un 20% de la población mundial que vive en el Norte consume un 86% de los recursos, pues nada más queda un 14% de estos recursos para el Sur. Es necesaria una redistribución más justa. Significa que tenemos que restringir nuestra sangría en los países del Sur para que respiren. Por ejemplo, durante la gran hambruna en Etiopia y Somalia, estos países seguían exportando alimentos para las mascotas de las clases medias del Norte.
Eso pasa por un cambio de nuestro modelo alimentario, comemos demasiada carne, grasa, azúcar, sal…Un 50% de los jóvenes en Estados Unidos son obesos, en Europa un 30%. Aquí se vislumbra la irracionalidad de tal modelo. Un 40% de la producción de cereales sirve para la alimentación del ganado. Pero se tira un 30% de la carne que se encuentra en los supermercados, es un despilfarro enorme. La producción de carne de Europa se basa en el uso de un territorio 4 veces superior al de Europa bajo forma de la importación de torta de orujo, de soja, maíz, etc. para el ganado.
Siempre digo que no voy a proponer a los países del Sur emprender el decrecimiento cuando todavía no han conocido el crecimiento. En cambio, si el decrecimiento significa construir una sociedad diferente de la sociedad occidental basada en el crecimiento sin límite, entonces tiene sentido a la vez para los países que todavía no tomaron este camino, que tienen aún un patrimonio que preservar. Y para los que ya tomaron este camino es todavía posible cambiar de camino. Les permitiría romper con la dependencia económica, que se ejerce a través de « l’Etau de la dette » (Aminata Traoré), pero también a través de las estructuras económicas. A esta dependencia económica se suma la dependencia cultural.
Se les ha privado de sus propias ilusiones para vivir, 700 millones de africanos no quieren vivir más en África, sino venir a Europa. A través de los nuevos medios de comunicación (internet, el teléfono móvil) tienen la cabeza en la « aldea global » y « los pies en la mierda africana ». El fenómeno de la inmigración, tal como lo conocemos hoy en día, está sólo iniciándose, no basta con sobrevigilar las fronteras con muros de retención y metralletas, pero eso es ahora mismo lo que va imponiéndose. Somos nosotros mismos quienes hemos creado este deseo, porque ellos no lo tenían antes. Hace 20 años los africanos no pensaban en marcharse, mientras hoy nada más quieren irse.
No me preocupo por África. La desmundialización será más fácil para ellos que para nosotros. Su sistema económico funciona ya mayoritariamente fuera del mercado, ya están acostumbrados a vivir en condiciones muy difíciles. Con la quiebra del sistema ya no podrán exportar sus cultivos especulativos, como ha sucedido en el pasado. Comerán mejor porque empezarán a diversificar sus cultivos, cultivarán productos para su propia satisfacción. Un inmenso país como es la República Centroafricana, poco poblado, tendría que hundirse por abundancia, pero tiene una organización muy débil como resultado de la colonización y del imperialismo de los países del Norte. Esta organización tiene como consecuencia un nivel de vida que no permite aumentar la producción agrícola que posibilitaría el abastecimiento de la población urbana.
Un ejemplo de alternativa podría ser el de Cuba, que a consecuencia del embargo supo construir una agricultura ecológica, que propicia una alimentación abundante y sana.
Si los países del Sur pudieran autogestionarse, encontrarían una solución. Seguramente no sería la solución en la que pensamos, ya que son ellos mismos los actores de su cambio.
¿Para Vd. cuál fue el papel de las ONG en este continente?
Las ONG participan en cierta medida de la dinámica de exportación del imaginario desarrollista. Después del fracaso de las políticas de desarrollo de los Estados en los años 60’, los grupos cristiano-católicos, que desempeñaban hasta entonces un papel modesto y más caritativo que dasarrollista, fueron encargándose de la cooperación bilateral que prolonga la colonización. A medida que los Estados se iban descargándo de este papel de « asistencia técnica », se ampliaba el rol de las pequeñas asociaciones ya existentes, y entonces surgió un verdadero mercado para las ONG que empezaron a multiplicarse.
Entre las ONG existe lo mejor y lo peor, y sobre todo lo peor. Pero está claro que la transformación social tendrá que pasar por grupos organizados y no sólo por individuos. Creo que existe un mito acerca de la sigla ONG, que se usa para todo, esconde realidades muy diversas. Es bastante chistosa esta palabra de ONG porque una familia africana de 300 personas podría considerarse como una ONG.
Los africanos se dieron cuenta de que a los blancos les gusta cooperar con organizaciones que tienen la misma manera de actuar y con personas blancas. Es una buena manera de conseguir fondos. Para una parte de la población joven desempleada con largos estudios, este fenómeno constituye una oportunidad grande y entonces crearon ONG que gracias a un discurso occidentalizado consiguen recaudar más fondos. Y eso da pena sabiendo que muchas de las alternativas fomentadas hoy por las ONG del Norte son recuperaciones de mecanismos ya existentes en los países del Sur. Por ejemplo los microcréditos en África tenían el nombre de « tontines ». Era una institución muy antigua, pero con objetivos muy distintos, ya que no se enfocaba hacia el desarrollo económico, sino en la organización de ceremonias familiares (bodas, entierros, etc.). A partir del momento en que se titula « microcréditos », es una recuperación de una creación africana, de una cultura original, para introducirla en el proyecto del hombre blanco. Lo mismo para el comercio justo, las micro-empresas y/o cooperativas, que ya existían a través de organizaciones informales basadas en el sistema de clan.
Es una cortina de humo porque el desarrollo no es sostenible. El desarrollo es sólo una palabra, que conlleva todo un imaginario y una historia. Es la historia del crecimiento insostenible. Hoy en día el crecimiento es nada más una transformación cuantitativa y no cualitativa. El término « desarrollo sostenible » es un lindo hallazgo del mundo publicitario. Según mis fuentes, sería el mismo Henry Kinsinger quien durante la Conferencia de Estocolmo en el año 1972 presionó para que el término de “ecodesarrollo” fuera sustituido por “desarrollo sostenible”. En efecto, a los grupos de presión de las industrias estadounidenses les parecía demasiado ecologista el término “ecodesarrollo”. Es un hallazgo a la vez político, publicitario y técnico, o sea la mejora cortina de humo. Es prometer a las personas el oro y el moro, salvar el planeta sin cambiar nada. Recuerdo una conversación que tuve con un businessman que me decía : “queremos salvar el business y el planeta”, pero es el business quien está destruyendo el planeta, entonces hay que escoger. Por esta razón, la palabra “decrecimiento” tiene como objetivo marcar la ruptura, mientras el “desarrollo sostenible” marca una continuidad. A tal punto que el World Business Council for Sostainable Development, el grupo de presión más potente del planeta, está compuesto por todos los grandes contaminadores del planeta, que son : Monsanto, Novartis, Total-Elf-Fina, etc.
*Entrevista a Serge Latouche por Audrey Boursicot y Audrey Dye
Fuente: decrecimiento.info