EL ESCARAMUJO año 5 número 02:
ULTIMA FASE DEL CAPITALISMO: EL MODELO CORPORACIÓN-NACIÓN (Haciendo negocios hasta con el difunto….) -Parte I
Gustavo Castro Soto
Otros Mundos AC/Amigos de la Tierra México
12 de Febrero de 2011, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México
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La lógica interna del capitalismo, más que cimentarla en su teoría muchas veces adornada, bonita, justificada, argumentando el bien colectivo, la prosperidad y el desarrollo, hay que cimentarla en su realidad, en lo que de verdad está pasando, en lo que vemos y en lo que vivimos. Pobreza, desempleo, hambre, migración, guerras, despojos, inflación, cambio climático, entre otros, son tan solo algunos síntomas cada vez más agudos.
El motor fundamental del capitalismo es siempre la ganancia, la acumulación incesante de capital bajo el timón del valor de la competencia, de la competitividad. Competimos y competimos para ganar más, para acumular cosas, bienes, privilegios, poder, dinero, sin que todo ello lo podamos ni siquiera disfrutar, ni consumir, ni mucho menos llevárnoslo a la tumba. Y eso sí, que lo tenga otro a que lo tenga yo, mejor yo. De esta forma hemos llegado al grado en que hay personas tan ricas que poseen el dinero que necesitan para vivir millones de personas muertas de hambre, aunque su estómago sea del mismo tamaño de a quienes les arrebatan la vida. Que otros tengan lo mismo que yo, es inadmisible en este sistema que impulsa tener más que el otro, competir, ganar, y disfrutar aparentemente más que otros. Este es el corazón del sistema capitalista, lo demás son formas, modos, mecanismos, trampas y mañas para lograr este fin.
Y en esta carrera nos hemos visto envueltos desde que este sistema capitalista dio a luz en la revolución industrial del siglo XVIII. ¿En qué momento de esta carrera nos encontramos? Lejos de pretender igualarlo con la evolución natural, el sistema capitalista es una creación de la humanidad, que ha tenido su inicio, y tendrá su fin irremediablemente. Y la pregunta es ¿cuándo? No es cierto que este sistema sea eterno, no lo es, nada lo es. Y menos la creación de un sistema lleno de contradicciones, inestabilidades y crisis recurrentes. Sin embargo, es del común de los mortales pensar que el sistema no tiene fin, que solo se recompone, se acomoda como nuestras conciencias para no conflictuarnos la existencia ni comprometernos con el cambio. Y si se piensa lo contrario se nos acusará de catastrofistas, apocalípticos, pesimistas, o al menos ignorantes. Esta es parte de la dominación del capitalismo sobre la vida, la cultura, la economía, la política, y de forma patriarcal y coercitiva. Y claro, sin esta dominación múltiple, ya hubiera muerto el sistema hace mucho.
Desde el arranque de esta competencia de quién acumula más, la carrera ha sido acompañada inseparablemente de otra creación: el Estado-Nación. Este concepto surge mediante el tratado de Westfalia en 1648, cuando se consolida la paz luego de décadas de guerras entre los reinos feudales de Europa. Con este tratado se pusieron los cimientos para transitar de esta crisis del sistema feudal que durante mil años mantuvo su hegemonía, a la implementación del sistema capitalista. Esta crisis sistémica duró muchas décadas y dio pie a que las poblaciones se organizaron de diversa manera en base a territorios bien delimitados, una población constante, y un gobierno que marcó su soberanía nacional.
Pero en esta realidad del Estado-Nación también habría que poner atención en el concepto mismo de “Nación”. Este significa “nacer”, “nacimiento”, “pueblo”, “especie” o “clase”. Por tanto, el concepto de Estado-Nación encierra el aspecto político (las leyes y estructuras propias de organización), el aspecto territorial (su espacio de reproducción), y su aspecto cultural donde una comunidad humana es consciente de que son diferentes a otros, con una identidad propia, unos valores propios, una lengua o conjunto de ellas en unidad, y una historia común que los ha forjado.
Esta carrera de la acumulación, cabalgando sobre el Estado, se ha encontrado con muchos obstáculos desde su inicio. Ha cambiado varias veces de modelos como el modelo Liberal, el modelo Estado de Bienestar y el modelo Neoliberal. A menudo se piensa que el modelo Neoliberal sigue, otros consideran que no ha tenido éxito ya que no resolvió los problemas más importantes para la humanidad como el hambre, las guerras, la inseguridad, la salud, la educación, el empleo, entre otros. Otros auguran que es el último modelo de un sistema capitalista que ha llegado a la cúspide de la acumulación de capital y que no podrá avanzar más allá, que ha llegado al clímax de la concentración de la riqueza, que ya ha llegado a su meta, y que está entonces por colapsarse. Ante este escenario se vislumbra ya una crisis no de modelo, sino del sistema mismo que abre el horizonte a la creación de otra forma y estructuras de vida.
Ciertamente, con la crisis del modelo de Estado de Bienestar se abrieron las posibilidades de otra forma de acumulación dando pie al modelo Neoliberal a partir de los años 70’s. Aunque el discurso ideológico decía lo contrario, su meta no fue garantizar los derechos humanos de la población, ni mucho menos lograr la felicidad de la humanidad, sino poner nuevas bases para la acumulación donde la deuda externa ha jugado un papel fundamental en este proceso. Bañados de beneficios colectivos se abrieron las fronteras al gran capital, a las grandes corporaciones, se liberalizó la soberanía de las naciones, se firmaron tratados de libre comercio, e inició un proceso acelerado de introducir a la lógica de la ganancia el planeta entero, todo lo que hay en él, todo lo que se mueva, todo lo que puede ser objeto de mercancía que continúe la lógica incesante de acumular riqueza. Y este modelo tuvo éxito, se impuso, logró su cometido como ahora lo está logrando en Europa aplicando las mismas políticas neoliberales, y rehenes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, como lo hemos sido en América Latina desde hace treinta años.
Efectivamente, estamos en la última fase del capitalismo, en el último modelo. Pero no es el modelo Neoliberal que ha sido prácticamente agotado en la implementación de sus políticas, sino en el modelo Corporación-Nación. En este modelo donde el Estado que vio nacer al capitalismo en su carrera incesante de competencia, al final es suplido por su jinete natural, su sujeto fundamental, las Corporaciones que representan el clímax de esta acumulación. Son las Corporaciones empresariales, cada vez menos y más ricas y poderosas, quienes han logrado tal acumulación, control y concentración. Marcan sus territorios, generan sus propias leyes, normas, valores, tribunales e identidad.
La carrera final del sistema capitalista ha llegado con este nuevo modelo que inició en la década de los 90’s y que inicia su consolidación en la primera década del nuevo siglo. Ahora pretende hacer negocio a la propia crisis de la acumulación que el sistema ha generado desde sus entrañas e inicios. Este modelo de Corporación-Nación pretende hacer negocio y ganar riqueza hasta de su propia muerte. Porque hasta la muerte tiene su precio. Cegada en sí misma, la carrera de la acumulación montada sobre el Estado ha cambiado de jinete, las grandes Corporaciones que tienen más riqueza y poder que millones de personas en el mundo. La acumulación está llegando a su clímax y esto la hará insustentable, irremediablemente.
La crisis de capitalismo, su crisis sistémica, empieza ya a dar signos de agonía. Distinguimos ocho crisis sistémicas del capitalismo: la crisis económica y financiera; la crisis alimentaria; la crisis ambiental; la crisis energética; la crisis social; la crisis política; la crisis de seguridad y militarización; y la crisis de la utopía. Estas crisis las profundizaremos en otro momento. Por lo pronto podemos confirmar que la carrera competitiva por la acumulación ha formulado más mecanismos para hacer de la misma crisis un negocio, un patrón más de acumulación, lo que está acelerando su propio colapso. Ante la crisis ambiental que genera esta ambición, los sujetos fundamentales del capitalismo han construido formas de evadir su compromiso a favor del medio ambiente y no solo para evitar pérdidas de ganancias, sino para sacar más ganancias de la misma crisis. Construyen así falsas soluciones para mitigar el cambio climático que conlleva esta carrera competitiva.
Estas falsas soluciones para evadir los compromisos de reducir la contaminación y mantener los patrones de acumulación han provocado que se aceleren las condiciones que evitan la reproducción del mismo sistema. Actualmente observamos una crisis climática sin precedentes en la historia. Y en la agonía de este sistema, las Corporaciones pretenden sacar la ultima ganancia al sistema y al planeta, poniendo precio al oxigeno, al carbono, al agua, a la biodiversidad, a os genes, y a todo lo que pueda representar más ganancias. Esto, no se sustentará por sí mismo, tarde o temprano colapsará.
A partir del siglo XXI entramos en la última fase del capitalismo depredador con el modelo de Corporación-Nación. Su sujeto fundamental tomará la hegemonía de la vida planetaria al menos en los siguientes veinte o treinta años. Con ellas, y con esta tendencia, el capitalismo llega al final de su carrera.
En los siguientes capítulos se narrarán la forma en cómo se ha ido conformando el proceso de la acumulación hasta llegar hoy a las mega Corporaciones que van tomando el timón de nuestras vidas.
La crisis sistémica ha comenzado. El torbellino, la nubosidad, el miedo, la incredulidad, el rechazo, hacen presa de la sociedad, del discurso callejero, de los análisis y hasta del sentido común. Reacciones típica de los momentos de crisis. Y nadie tiene la última palabra. Para construir un sistema diferente de vida, un mundo donde quepamos todos los mundos, será necesario empezar a buscar desde lo cotidiano, desde lo pequeño, desde el territorio, otra experiencia de vida. Porque otros mundos son posibles.
CONTINUARÁ…
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