En el Usumacinta, texto de Joan Martínez Alier en La Jornada

En el Usumacinta

Joan Martínez Alier, en La Jornada

A cinco kilómetros de Tenosique se encuentra la salida del cañón del río Usumacinta hacia la planicie tabasqueña. El río está muy caudaloso en esta época del año. Un lugar muy bello. En su libro Oro Verde, Jan De Vos explicó que hace cien años de la concesión de Marqués de Comillas sacaban la caoba con bueyes y con trabajo forzado y la enviaban río abajo para la exportación. El tal marqués era un linajudo reciente, de la familia López de Cantabria en España.

Estamos en el lado mexicano, al otro lado está el Petén. Una vez visité la Laguna del Tigre en el Petén y observé la extracción petrolera para la exportación. Ahora escucho atento las palabras de guatemaltecos y mexicanos llegando a acuerdos de coordinación para defenderse de la construcción de hidroeléctricas.

En Guatemala ha habido en los últimos años resistencia contra diversos proyectos ubicados en la parte alta de la cuenca Usumacinta. La empresa Hidro Santa Cruz tiene proyectos en el río Qambalam. En las protestas mataron a un campesino e hirieron a otros varios, el proyecto está bloqueado, las máquinas y oficinas fueron quemadas. En Purulha en la Baja Verapaz en agosto de 2013 fueron asesinados dos hijos de un líder de la resistencia. Y en Xalalá, en Ixcán en el departamento de El Quiché, que está cerca de Chixoy, hay un gran proyecto que levanta muchas resistencias.

Habíamos dormido con integrantes del Mapder (Movimiento de Afectados por Presas y en Defensa de los Ríos) en el albergue cristiano de Tenosique (estación 72). Ese albergue estaba lleno de jóvenes de Centroamérica esperando embarcar hacia el Norte en el tren de mercancías apodado La Bestia. Tenosique tiene una estación de tren abandonada, el tren no tiene parada reglamentaria ni horario preciso, hay que subirse en marcha, un mundo real de injusticias crueles.

Al viajar por la mañana la breve distancia hasta el imponente Usumacinta, llegan los recuerdos de la matanza de la represa del río Chixoy durante la guerra civil guatemalteca, 300 personas asesinadas, uno de tantos hechos que una transición política olvidadiza (a la española) no ha logrado aclarar en todos sus detalles y menos todavía castigar. Recuerdo el asesinato del obispo Juan Girardi al intentar publicar los datos de una Comisión de la Verdad. Un compañero de Guatemala menciona la matanza de refugiados en la embajada española que quedó impune. Guatemala es un país con miedo. Y sin embargo hay numerosas consultas populares contra proyectos mineros y represas.

En México, hace seis años hubo terribles inundaciones en 70 por ciento del territorio tabasqueño que dejaron la capital Villahermosa bajo el agua, al parece por el mal manejo de la represa Peñitas como parte del complejo hidroeléctrico Grijalva de la CFE. «La promesa gubernamental de evitar inundaciones en la planicie tabasqueña con la construcción de cuatro hidroeléctricas (1959-1987) a lo largo del histórico río Grande de Chiapas (Grijalva), desde 1957 a la fecha no se ha cumplido», nos dice el colega Antonino García. Las represas pueden aumentar las inundaciones por la gestión avarienta de las empresas de electricidad.

En Boca del Cerro, en el cañón del Usumacinta cerca de Tenosique, amenaza una gran represa desde hace 40 años. Hace tres meses el presidente militar guatemalteco declaró en la prensa que había negociaciones con el presidente mexicano para construirla. Las obras fueron interrumpidas una vez en los años 1980 por la acción de la guerrilla guatemalteca. El proyecto sería tal vez de 420 megavatios de potencia (electricidad que sería exportada de la región) con una cortina de 120 metros. Se perderían diversas comunidades y lugares de valor ecológico y arqueológico, señas de identidad de enorme valor como fundamento de una confederación de nacionalidades mayas.

Al defender los ríos, se defiende una larga historia propia y se abre otro futuro. Los ríos Usumacinta y Grijalva (éste segundo con nombre de conquistador) unen cuencas hidrográficas en Tabasco, Campeche, Chiapas y Guatemala, las fronteras quiebran el contacto entre las partes altas y bajas de las cuencas. Los movimientos de resistencia no sólo binacionales sino plurinacionales, restablecen conexiones. Nuestros ríos son la vida, dicen.

Hay pues en Guatemala quien resiste y se coordina con los activistas y académicos mexicanos del Mapder, de Otros Mundos, y se apoya en la REDLAR (Red Latinoamericana contra Represas y por los Ríos), para lograr que el manejo del Usumacinta en esta frontera sur de México sea mejor que en la frontera norte, donde el delta del río Bravo (o río Colorado) se quedó sin agua en beneficio de Estados Unidos y en perjuicio de los habitantes del delta y de la propia vida del río.

*CTA-Universitat Autònoma de Barcelona

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