Justicia climática: estrategias y retos de un movimiento que nace

Justicia climática: estrategias y retos de un movimiento que nace

Revista Caminos. La Habana. Por Llanisca Lugo

cambiar el sistema¿Cuáles son las fronteras del daño ecológico, cuál es el límite de una huella: un papel de propiedad, una cerca, un color diferente en la tierra? La nostalgia de un mundo de colores y sabores diversos, de olores que guardan la memoria de las lluvias que cayeron, el sabor de la fruta real con arrugas y manchas, es más fuerte que los discursos vacíos, las falsas soluciones y todas las trampas. Ya no se cierra más la puerta al debate sobre la recuperación de los bienes comunes como derechos de todos y todas.

El planeta se calienta a un ritmo insostenible. Cada vez más emisiones de gases de efecto invernadero van a la atmósfera. Los bosques desaparecen. Se derriten los glaciares. El agua se agota. No hay que comer. Los seres humanos separados por capacidades de consumo, compran y venden cosas desconocidas en un gran mercado sin rostro.

Pero no es un camino sin retorno. Hay una gran lucha por detener todo esto y construir otro tipo de sociedad capaz de generar bienes para todos, capaz de satisfacer las necesidades humanas más importantes en armonía con la Naturaleza.

Movimientos y organizaciones sociales de todo el mundo se cruzan con una fertilidad que genera vida, para crear espacios democráticos de construcción de alternativas y llegar a visiones compartidas sobre cómo revertir la crisis climática y sus causas. Fuerzas muy distintas confluyen en estos senderos, en buena medida por explorar.

Con un largo recorrido desde los días de la Campaña por los 500 años de resistencia al saqueo y la colonización de nuestros pueblos, participan organizaciones y movimientos sociales que luego de la lucha contra el ALCA, han seguido articulados y reconocen en el cambio climático un eje central para articular esfuerzos globales en la lucha contra el sistema capitalista. También participan organizaciones que históricamente han tenido una labor ambientalista y que desde un mayor dominio de los aspectos que han centrado las negociaciones y los marcos jurídicos existentes, han estado siguiendo estos procesos desde la Eco` 92, en los días en que la humanidad tomó conciencia de la necesidad de dar un giro a los modos que se había dado para vivir.

Cada vez con mayor protagonismo, campesinos e indígenas, actores largamente invisibilizados, rescatan un espacio público de actuación en el que muestran los impactos que el cambio climático genera sobre ellos, ofreciendo a la humanidad otro referente a partir de una milenaria relación de amor con la naturaleza a la que han cuidado y conservado guardando sus regalos y secretos más sagrados.

A pesar de que tanto indígenas como campesinos están mostrando sus propias alternativas relacionadas con la protección de los bosques concebidos más que como sumideros de carbono, como espacios en los que se reafirma su cosmovisión, a pesar de que proponen el desarrollo de una agricultura sustentable con soberanía alimentaria para enfriar el planeta; ambos grupos, con la enorme diversidad que también existe a su interno, son desplazados y expropiados de sus tierras, criminalizados y condenados al desarraigo y la pobreza extrema.

Desde estas organizaciones que históricamente han participado en esta lucha, va naciendo un movimiento, una nueva subjetividad que reconoce en la Naturaleza la maternidad absoluta, y de ella aprende con humildad y gratitud, sin intentar dominarla, ni tenerla, sino disfrutarla y usarla en un continuo flujo de entregas y regalos; una subjetividad que rescata el poder de la mística, la emoción y la fe, más allá de racionalidades agotadas, que se compromete con la vida de todo ser, y con el pasado y el futuro de un planeta que nos trasciende; una subjetividad que practica la solidaridad en lugar de la competencia, que confía en lo comunitario, lo local y familiar, que defiende la conexión entre todas las cosas y seres que existen en interinfluencia absoluta y constante.

Desde esta gran diversidad de luchas que confluyen en búsqueda de justicia climática, se ha dado un paso importante, que en buena medida es responsabilidad de la Cumbre de los Pueblos celebrada en Cochabamba en abril de 2010. Los debates escaparon de salones de corbata y frío fundamentalmente masculinos, los documentos complejos, casi crípticos, son revisados por un mayor y más diverso grupo de actores para convertirse en instrumentos de lucha con sus límites y complejidades. Las discusiones se democratizan y se va alcanzando un consenso amplio de demandas y propuestas a partir del entendimiento de la tensión de base en esta lucha entre la vida y la muerte.

Algunas trampas en el camino

Existe un discurso legitimado desde algunos sectores de la ciencia en complicidad con los centros de poder, lleno de consignas vacías sobre biodiversidad, inclusión, la búsqueda a gachas de un desarrollo sostenible, estériles llamados a luchar contra la pobreza. Es un discurso que no viene acompañado del reconocimiento de responsabilidades diferenciadas, que no reconoce las implicaciones que tiene todo esto en términos de deudas de adaptación de los países desarrollados con los países en desarrollo, y en términos de adopción de medidas concretas que apoyen las transformaciones estructurales necesarias, que intenta deslumbrar con explicaciones desconectadas sobre fragmentos de la realidad, y no contribuye a una acción organizada y movilizadora que vaya por las transformaciones necesarias.

El tiempo es el recurso más escaso en esta lucha. Sin embargo, el capital lo trae como dimensión eterna y lineal. La enajenación de ese futuro produce un pensamiento de resignación e incapacidad de actuación que busca la quietud necesaria al sostenimiento del sistema. Pero poco a poco se van haciendo las preguntas necesarias: ¿pueden postergarse las soluciones radicales a la crisis? ¿Pueden desplazarse al futuro metas de última instancia, a pesar de saber que con resultados intermedios no se conserva la vida?

Las huellas ecológicas son cada más visibles, y se reconocen muy bien las grandes deudas que se han ido acumulando en cientos de años en las tierras, los cielos y las aguas del sur.

La noción de lo global también es usada por los países desarrollados y las trasnacionales para adquirir créditos y mantener mayores emisiones de gases de efecto invernadero en sus patios privados, acceder a nuevos recursos y nuevas tierras que incrementen los derechos de contaminación en sus naciones, y seguir quemando en los hornos del desarrollo los fluidos del planeta.

Como una vez fue colonizada nuestra tierra, hoy es colonizada nuestra atmosfera, ocupada por las emisiones de gases de efecto invernadero de los países más ricos del planeta, quienes en complicidad con las grandes trasnacionales, provocan desencuentros entre pueblos de uno y otro lado del mundo; intentan ganar en un territorio las reservas de veneno que van a depositar en otro, y fracturan la lucha de los más afectados, para distanciarlos y poder hacer un mejor vuelo en picada que les deje llevarse consigo, más que la mordida a una tierra, el espíritu de un pueblo.

Por eso es importante la pregunta de los límites reales de un territorio. ¿Cuáles son las fronteras del daño ecológico, cuál es el límite de una huella: un papel de propiedad, una cerca, un color diferente en la tierra?

La nostalgia de un mundo de colores y sabores diversos, de olores que guardan la memoria de las lluvias que cayeron, el sabor de la fruta real con arrugas y manchas, es más fuerte que los discursos vacíos, las falsas soluciones y todas las trampas. Ya no se cierra más la puerta al debate sobre la recuperación de los bienes comunes como derechos de todos y todas, la utilización de otros tipos de energía que permitan dejar el combustible fósil bajo tierra, el desarrollo de un sistema agroindustrial cercano, confiable, autónomo y soberano, protagonizado por campesinos, indígenas, mujeres, con acceso a las semillas y a la tierra.

Demandas a partir de cuestiones políticas centrales

Las organizaciones que participan en la lucha por la justicia climática han elaborado una posición común a partir de los debates realizados en Dakar durante el Foro Social Mundial, que resume algunos puntos claves del marco político construido en un largo proceso de lucha.

Esta visión compartida de los movimientos y organizaciones sociales presenta demandas claras a los países desarrollados en cuanto a las políticas y los compromisos que deben asumir para detener el calentamiento global y tiene como punto de partida el rechazo al Entendimiento de Copenhague y las decisiones de Cancún, entre otras cosas porque dan lugar a un aumento de la temperatura mundial incompatible con la vida.

Las demandas se basan en un supuesto fundamental: No puede resolverse el cambio climático gestionando mejor lo que ya existe. No se trata de ser más consciente o más responsable con el manejo del sistema. Hay que cambiar el sistema, y tiene que ser ahora.

Los países desarrollados tienen que reducir emisiones de gases de efecto invernadero al menos en un 50% entre 2013 y 2017 con respecto a los niveles de 1990 y tienen que hacerlo a nivel nacional, internamente, sin recurrir a compensaciones, sin incluir mercados de carbono u otros mecanismos que ocultan el incumplimiento de las reducciones reales. Los países desarrollados deben actuar con sus especificidades y recursos y los compromisos asumidos, deben ser de carácter vinculante, con el horizonte de convertirse a carbono neutral en 2050.

Hay que limitar el incremento de la temperatura media global a un nivel máximo de 1°C a través de un verdadero cambio del sistema. Para ello, es imprescindible terminar con la minería, con las mega -represas hidroeléctricas, con los agro combustibles y con la quema de combustibles fósiles. Sólo estas podrían ser verdaderas soluciones.

Es necesario dejar los bosques entre las manos y el corazón de los pueblos originarios, que los consideran mucho más que un territorio rico en madera y fibras vegetales. A pesar de que REDD (Reducción por deforestación y degradación de bosques), quiere crecer también entre tierras agrícolas y otros ecosistemas, entre los movimientos sociales crece el consenso en cuanto al rechazo a los mercados de carbono, y a REDD en particular, por lo que implica en cuanto al control y a la expropiación de los pueblos originarios de los territorios donde siempre han vivido en una lógica de privatizaciones y mercantilización que se conoce demasiado.

Otra demanda importante es el reconocimiento de la deuda ecológica y la necesidad de un financiamiento para el clima público, obligatorio, sin condiciones, y adicional a otros flujos financieros del Norte al Sur, que no genere nuevas deudas financieras ni ecológicas…

Los países del Anexo 1 deben entregar el 5% de su PIB como financiación a largo plazo a los países en desarrollo y tal como reconocen organizaciones africanas recientemente reunidas en el proceso hacia la COP 17 a celebrarse en Durban, es necesario establecer mecanismos para evaluar la escala necesaria de las finanzas, y proveer claridad y trasparencia sobre las fuentes de los fondos, a partir de una evaluación de la incidencia de estas fuentes en la situación de los países en desarrollo.

La Declaración de unidad de Justicia climática es muy clara en cuanto al rechazo al rol del Banco Mundial en este financiamiento, especialmente en la creación del Fondo Mundial para el clima.

En resumen, las organizaciones sociales exigen instrumentar una transición justa, que lleve a medidas concretas que limiten las emisiones globales, distribuyan equitativamente el espacio atmosférico, transfieran finanzas y tecnología hacia los países en desarrollo para permitir la adaptación al aumento de las temperaturas y la aplicación de las medidas de mitigación en los países históricamente afectados.

Estas demandas vienen acompañadas de la propuesta de una agricultura campesina sustentable por su capacidad de aumentar la biodiversidad, recuperar la materia orgánica del suelo, mejorar la producción diversificada de alimentos a pequeña escala, expandir los mercados locales, y practicar una gestión integrada de los bosques. De ahí que sea importante rescatar sus territorios, mantener el control sobre sus tierras, acceder al agua como bien común y derecho humano, y al derecho a usar e intercambiar semillas, y promover mercados locales descentralizados.

Escenarios de lucha

Un escenario de lucha importante es el proceso de negociaciones oficiales para llegar a acuerdos encaminados a la reducción de emisiones y sobre los mecanismos para instrumentarla. Sin embargo, ya no pueden ocultarse los límites de estos espacios multilaterales que no pueden romper las armaduras oxidadas en que se desarrollan y cada vez demandan mayor cantidad de recursos para reuniones que oscilan en vaivenes improductivos, sin poder responder a las necesidades reales de la humanidad.

En el contexto de estas reuniones, es importante incentivar el desarrollo de plataformas nacionales en los países sede para la movilización y generación de protestas que despierten la indignación social. Lo más importante en este escenario son los procesos previos de construcción de alianzas y consensos en los que el movimiento social tiene que ser cada vez más activo.

Hay otro escenario marcado por enfrentamientos constantes a expresiones múltiples pero muy concretas del capital: las empresas mineras, las militaristas, las grandes represas. Es una lucha diaria contra las trasnacionales, presionando a los gobiernos para que no se levante un foco más de contaminación, una causa más de sequía. En este tipo de escenarios mueren miembros de organizaciones sociales cada día, solo por defender sus derechos. Diariamente son reprimidos y criminalizados hombres y mujeres que se resisten a los intereses de las élites de poder, que no están dispuestos a una migración forzada, ni a ser arrancados de su tierra y su historia.

No podemos olvidar el escenario de lo cotidiano donde hay una pugna constante entre modelos y culturas que lamentablemente coexisten y se desarrollan paralelamente en nuestras sociedades, un escenario en el que se desarrolla, de manera permanente, una batalla cultural, que a nivel de consumo y práctica de vida, resignifica el valor de los recursos naturales y contribuye a crear otro paradigma de bienestar y desarrollo.

Utiliza recursos comunicativos para generar cambios de actitud que pueden favorecerse a nivel de pequeños grupos y sociedad en general, como parte de un proceso amplio de transformación social.

Otros escenarios también importantes tienen que ver con ejes de articulación en los que se expresan relaciones muy estrechas y directas con la lucha por la justicia climática. La militarización, por ejemplo, es desarrollada en beneficio de una industria que responde a los intereses de acumulación y control de territorios y recursos naturales, que favorece el extractivismo y la explotación de los recursos con fines de dominación. Por eso es importante buscar la complementariedad de las luchas y los modos en que se conectan en un marco de resistencia global contra todo el sistema.

Todos estos niveles de actuación se complementan e interinfluencian en un proceso que no necesariamente sucede paso a paso, en el que se pueden dar saltos cualitativos debidos a la acumulación de experiencias. Siempre puede sorprendernos la cristalización de algunas metas en un recorrido que no es lineal.

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