Mitos y engaños de las grandes represas
Silvia Ribeiro
La Jornada. Sábado 8 de mayo de 2010
Las grandes represas son presentadas como si fueran un símbolo de desarrollo, energía limpia y una alternativa frente a la crisis climática. Nada de esto es verdad y como en tantos megaproyectos, quienes se benefician son unas cuantas empresas trasnacionales, en este caso relacionadas al control del agua, al negocio de la construcción y de generación de energía, mientras se violan derechos esenciales de las comunidades. Es importante desarmar esos mitos, porque la realidad es que tienen consecuencias devastadoras en el ambiente, la salud y el clima, además de enormes impactos sociales y económicos contra las poblaciones locales.
Una razón que esgrime el gobierno para impulsar las grandes presas, es que serían una alternativa a la crisis climática. Sin embargo, según estudios compilados por la International Rivers Network, tomadas en su ciclo de vida y considerando la vegetación y áreas naturales que destruyen para embalses y turbinas y que dejan de absorber carbono naturalmente, sumado al metano que se genera por la descomposición vegetal en los embalses, las grandes presas son emisoras netas de gases de efecto invernadero. Esto se acentúa en las zonas tropicales, donde las megarepresas emiten más gases de efecto invernadero que algunas fuentes de energía basadas en combustibles fósiles.
Es el caso del proyecto hidroeléctrico La Parota, en Guerrero, que sus pobladores resisten desde hace más de siete años, costándoles cuatro muertos, muchos heridos y presos. Pese a que la mayoría de los ejidatarios están en contra del proyecto –logrando que se suspendiera en enero pasado– la CFE consiguió recientemente reunir una asamblea falsa, protegida por guardias armados, donde una minoría «consintió» al proyecto. El Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa La Parota no se rinde antes estas maniobras y es urgente apoyar su justa lucha.
La mayoría de las grandes represas construidas o en proyecto en el país, se hacen contra la voluntad de los pobladores locales. No existe ningún caso en que las comunidades desplazadas estén mejor que antes. Priva la desintegración de las comunidades y familias que han debido trasladarse por la fuerza o aceptando condiciones que siempre están muy lejos de las promesas que les hicieron, como es el caso de la Presa Picachos en Sinaloa. Invariablemente, los beneficios de las grandes presas van fuera de las comunidades desplazadas, a engrosar capitales de empresas nacionales y trasnacionales, que además de recibir enormes subsidios por la construcción, ganan con la operación de la presas. En varios casos, también se presentan al Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de Naciones Unidas, para cobrar adicionalmente «créditos de carbono», mostrando lo cínico de este mecanismo. Las represas La Yesca y La Parota están entre los proyectos que la CFE y el gobierno presentan como casos para MDL.
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