Santiago El Pinar, una Ciudad Rural fantasma; casas con defectos
Escrito por Carlos Herrera/Mirada Sur.
Santiago El Pinar, Chis. 14 de Abril. A Manuel de la Cruz Gómez, un indígena tsotsil de la comunidad de Boquem, la Ciudad Rural Santiago El Pinar (el principal proyecto del gobierno de Juan Sabines) lo ha puesto en un dilema: vivir en una casa de tablaroca de apenas 5×6 mts., sin cimientos de concreto o regresar a vivir a su comunidad, con más espacio para dormir, cocinar y donde jueguen los niños.
De la Cruz Gómez cuenta que en su comunidad de origen tiene un pequeño cafetal, un trabajo para sobrevivir, y lo que es mejor, un lugar donde él y su familia han sido felices. Ahora, en la Ciudad Rural, que según el gobierno tuvo un costo de 390 millones de pesos (400 viviendas), la vida es distinta.
Y no es para menos, ya que en Boquem sus hijos pueden correr, jugar, gozar del espacio y el aire de la montaña que atraviesa por su casa, quizás por eso en la vivienda que Manuel de la Cruz Gómez recibió del gobierno de Chiapas, los cuartos están vacíos, la cocina está sin ser utilizada.
La mayoría de las viviendas que el presidente Felipe Calderón y el gobernador Juan Sabines inauguraron el pasado 29 de marzo, están vacías o habitadas parcialmente. Las pequeñas casas están construidas una tras otra, incluso inclinadas (sobre un cerro), soportadas con tablas y varios postes.
A pocos días de haber sido inauguradas, ya presentan cuarteaduras: “El problema es que ya se está rajando la casa, tengo viviendo como una semana, pero ya se está cayendo, además es muy pequeña, no podemos entrar todos con nuestra familia, tengo tres hijos, creo que no caben”, dijo Manuel de la Cruz Gómez, durante un recorrido hecho en la zona por MIRADA SUR.
“A los niños les gusta jugar pero acá en esta nueva casa es muy pequeño el patio, ni una cama creo que entra en un cuarto; no tiene espacio suficiente la cocina, no hay espacio para colocar los trastes y demás enseres domésticos; no se puede ni poner un clavo para colgar nuestro morral”, indicó.
Rompiendo con toda su tradición, en las viviendas de la Ciudad Rural no se puede construir un fogón, por ello los indígenas harán uno afuera de sus mini casas, aunque Manuel ya tuvo que comprar una parrilla eléctrica que le costó 160 pesos, y un refrigerador a un precio de 3 mil pesos.
Con cierta nostalgia, Manuel de la Cruz Gómez relata que “allá en mi comunidad es mejor, tenemos una casa grande aunque fuera de madera; tengo un poco de café, animales de corral; los niños juegan mucho en el patio, pero acá todo eso no se puede, no sé si nos pueda dar otra casita el gobierno”.
De la Cruz Gómez, cuya esposa se llama Marta Sántiz Sántiz, y sus hijos Julio de la Cruz Santiz (4 años), María de la Cruz Santiz (dos años) y un recién nacido que todavía no tiene nombre, confirma que tampoco tienen documentos con los cuales acrediten la posesión de su nueva casa, “sólo nos dieron un papel durante la entrega, eso no es una escritura, no sabemos cuándo la van a dar”.
A simple vista pareciera que el ancho de las calles de la Ciudad Rural es casi el doble de las mini casas que les vino a entregar el presidente Calderón y el gobernador Sabines. De lunes a viernes hay un poco de actividad, pero sábados y domingos es una ciudad fantasma, desolada, con comercios cerrados, porque la mayor parte de la gente se regresa a trabajar a sus comunidades.
Las faldas del cerro están cubiertas por una membrana que a la fecha no ha funcionado, pues con las primeras lluvias no ha podido contener la tierra y piedras que se ven acumuladas en las calles.
Servicios de salud, luz y educación, irregulares
Los servicios básicos no son regulares. Por ejemplo, se observó que la energía eléctrica que tienen las mini casas de la Ciudad Rural es tomada por medio de los clásicos “diablitos”, es decir, los medidores están interconectados con un cable pelado de las puntas para que los pobladores tengan luz.
En lo referente a la salud, fue construido un hospital con servicios ampliados que cuenta con equipo de punta, por ejemplo un aparato para tomar estudios de ultrasonido en cuarta dimensión. Tiene una sala de ginecología y obstetricia capaz de atender hasta 10 mujeres y sus pequeños recién nacidos. Un laboratorio con el equipo suficiente para realizar los estudios clínicos; una farmacia bien surtida; dos ambulancias y 4 consultorios con diferentes especialidades.
Pero al gobierno se le olvidó que estos aparatos de primer mundo operan con la mano del hombre y por increíble que parezca, en el centro de salud de Santiago El Pinar no hay suficientes médicos, no hay enfermeras, no hay personal administrativo, no hay conductores para las ambulancias.
Los dos fines de semana que ha entrado en “funciones”, sólo ha sido atendido por una doctora, porque los dos vigilantes que están en ese lugar no harían el trabajo de enfermeras menos de médicos.
A unos pasos de la clínica está el mercado que tiene dos naves (con 6 puestos cada una), pero el sábado 9 de abril sólo estaba abierto el local de Mateo Gómez Gómez, quien de ser un campesino de toda la vida, de un día para otro pasó a ser un cocinero, aunque en el menú sólo había caldo de pollo.
“Ahorita que está empezando es muy baja la venta, más los fines de semana que todos se van a sus casas para trabajar en sus parcelas, pero de lunes a viernes la gente compra muy poco”, dice don Mateo, un indígena de 63 años, un tanto desconsolado y desanimado por el panorama que enfrenta.
Situación similar se registra en el jardín de niños “Gabriela Mistral” que está equipado con material didáctico suficiente, aulas con muebles adecuados, pero no tiene cisterna para almacenar agua, lo que genera una situación grave en la atención de decenas de niños y niñas, pues el servicio de agua es irregular; por ejemplo, el sábado 9 de abril no había agua en toda la Ciudad Rural.
Es notorio también que no hay servicios de recolección de basura, pues en las partes bajas de las casas hay bolsas de basura; lo mismo sucede en la parte trasera de la ensambladora en donde se queman los residuos sólidos que se generan, no importa que sea plástico, o embases de otro tipo.
En total, fueron 5 las comunidades que el gobierno de Juan Sabines presionó para que se reubicaran: Boquem, Chicontantic, Chuhs, Choyhó y Chiquinchén, pero la mayoría de los habitantes no viven en la Ciudad Rural, porque afirman que no quieren estar en una casa tan pequeña.
Misterio de empresa ensambladora
En la ensambladora y el “complejo integral para la producción, transformación y comercialización del café” no trabajan los fines de semana. Llama la atención que la maquiladora no tiene razón social. En la fachada, se pueden leer letreros de programas del gobierno: “Todos a la escuela”, CODECOA, “Programa motor para la economía familiar”, “comerciante cumplidor seguro”, pero en ninguna parte de la misma dice quién es el dueño de esta empresa.
Manuel de la Cruz Gómez informa que ingresó a trabajar en la ensambladora que está en la Ciudad Rural: “en el trabajo sí nos va un poco bien, pagan como mil 500 pesos a la quincena; nos ponen a ensamblar triciclos, bicicletas, estamos esperando más material, pero no sabemos quién es el dueño”.
“Ahorita todavía trabajamos muy poco, nos están enseñando, trabajan como 200 personas de lunes a viernes”, detalló.
Santiago el Pinar es un municipio creado por el ex gobernador Roberto Albores Guillén, en el año de 1999 y a la fecha es considerado uno de los 28 con el menor Índice de Desarrollo Humano de Chiapas y del país. Está ubicado en los Altos de Chiapas, a siete kilómetros al norte de San Andrés Larráinzar y a 34 de San Cristóbal de Las Casas; sus habitantes tienen como lengua materna el tzotzil.
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