La agricultura familiar suma fuerzas en la Patagonia

La agricultura familiar suma fuerzas en la Patagonia

La ciudad de Plottier, en Neuquén, hospedará una nueva unidad del INTA abocada a ese sector productivo. Se centrará en el rescate, desarrollo, adopción de herramientas y tecnologías con el foco puesto en la agroecología.

Por muy rebelde que pueda ser, la Patagonia tiene notas más características: su inmensidad, sus diversas comunidades, su escasa densidad demográfica, sus paisajes deslumbrantes que del Oeste al Este viran de cordillera en llano. En esa particularísima región del país, entre todas sus posibilidades productivas, el 45 por ciento de los productores pertenecen al grupo de la agricultura familiar.

De allí la necesidad de sumar una nueva sede del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Pequeña Agricultura Familiar (IPAF), que las autoridades del INTA inaugurarán el jueves 17 de noviembre en Plottier, Neuquén, para toda la región patagónica.

“Con esta unidad se cierra un círculo virtuoso que abarca todas las zonas geográficas del país en el trabajo junto a la agricultura familiar”, dijo José Catalano, director del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Pequeña Agricultura Familiar (Cipaf), que ya estaba presente en las regiones Pampeana, Cuyo, NEA y NOA. Actualmente, las líneas de trabajo de estos institutos están abocadas a temas sensibles como el uso y gestión del agua, la problemática comercial de la producción primaria y su transformación en origen, así como el desarrollo de mercados alternativos, entre otros.

“Unimos a todo el país en materia de agricultura familiar para avanzar en el rescate, en el desarrollo y en la adopción de herramientas y tecnología para este tipo de trabajo que abre tantas fuentes de empleo”, amplió.

De hecho, la agricultura familiar representa dos tercios del sector agropecuario nacional; es decir, más de 200.000 explotaciones agropecuarias ubicadas especialmente en la región extra pampeana. La creación del CIPAF y los institutos distribuidos en el país demuestran la importancia que le asigna INTA a este sector. Para Catalano, este grupo “abraca a mucha gente: pueblos originarios, campesinos, minifundistas, chacareros, pequeños productores, puesteros… Son diversos los actores que componen a esta forma de producir”.

El IPAF Patagonia cubrirá las provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, en las que confluyen ambientes semiáridos y la región cordillerana –dedicados a la producción ganadera extensiva–, así como los valles irrigados, donde se destaca la producción frutihortícola intensiva.

Táctica y estrategia de vida

De acuerdo con el director del flamante IPAF Patagonia, Marcelo Pérez Centeno, esta unidad neuquina se dedicará, entre otras problemáticas, a la comercialización de la producción primaria y su transformación en origen, el desarrollo de mercados alternativos, la agroecología, el acceso, uso y gestión del agua, la mejora de las condiciones del hábitat de la familia rural, así como el estudio y puesta en valor de los recursos genéticos locales.

“La agricultura familiar ha conservado y seleccionado un importante número de recursos genéticos locales, esenciales para la seguridad alimentaria y que tienen un alto potencial por su aporte a la economía familiar”, dijo Pérez Centeno. En este sentido, expresó que “se debe trabajar en una producción respetuosa del ambiente y que garantice la inocuidad de los alimentos con enfoques como la agroecología”.

De igual modo, el director patagónico indicó que “se abordará la mejora en las condiciones del hábitat de la familia rural, el uso de energías alternativas y la mejora en las condiciones del trabajo mediante el desarrollo de maquinarias adaptadas, las diferentes realidades de la agricultura familiar de la región así como las estrategias de vida en el marco de una investigación asociada a la transición agroecológica aplicada, tanto a la producción hortícola como frutícola”.

Se trabajará en estos objetivos junto con los productores patagónicos, además de mediante diversas vinculaciones con universidades nacionales, gobiernos provinciales y ministerios de producción.

En primer plano

Este nuevo espacio complementará las actividades que el organismo realiza en la región, un ejemplo para destacar es el de la Asociación de Fomento Rural Lote G de Río Negro –integrada por 23 familias agrupadas– que como grupo producen principalmente alfalfa e individualmente crían animales de granja –chanchos, vacas y chivos–.

Teresa Rodríguez, quien es parte de esta asociación, destacó que “junto al INTA logramos mejorar nuestras producciones mediante capacitaciones específicas en cortado y enfardado de alfalfa”.

En las 11 hectáreas que tiene la asociación en el municipio de Contralmirante Cordero, este año produjeron alfalfa que abasteció a una parte importante de la provincia. “Todo lo logramos con esfuerzo propio”, expresó Teresa quien además sintetizó: “Uno puede tener la mejor intención, pero si no tiene el asesoramiento técnico no va a ningún lado; si no hay alguien que te guíe, te encamine, no se puede”.

Fuente: INTA Informa

Agricultura industrial, agricultura ecológica y consumo responsable

Agricultura industrial, agricultura ecológica y consumo responsable

Por Ana Grandal
fuente: ecoportal.net

agriculturaLo que realmente define a la agricultura industrial es que persigue la intensificación de la producción, como en cualquier otro proceso industrial, con lo que la alimentación se convierte en una mercancía y la única condición de la producción alimentaria es obtener cada vez más beneficios económicos. La tecnología suministrada por la agricultura industrial (como fertilizantes químicos, plaguicidas, invernaderos…) barre los límites “tradicionales” de la producción para asegurar que la productividad sea cada vez mayor, independientemente de otras consideraciones, como la salud de la tierra o de los consumidores.

La agricultura industrial se ha asociado desde el principio con el concepto de “modernización”, considerado positivo, en contraposición a las prácticas tradicionales, “obsoletas”. Esta “modernización” implica el uso de semillas híbridas y agroquímicos (por lo que la agricultura industrial también se denomina agricultura química). Pero lo que realmente define a la agricultura industrial es que persigue la intensificación de la producción, como en cualquier otro proceso industrial, con lo que la alimentación se convierte en una mercancía y la única condición de la producción alimentaria es obtener cada vez más beneficios económicos.

Pero la agricultura industrial también recibe el respaldo de las administraciones públicas, que apoyan su implementación para dirigir la agricultura al mercado urbano primero y global después, como mandan las políticas capitalistas globalizadoras; y aunque las administraciones públicas han establecido regulaciones con respecto a la protección de la salud de los consumidores a lo largo de todo el proceso agroalimentario, la realidad es que siguen produciéndose crisis debido a la propia dinámica industrial (vacas locas, dioxinas…).

La agroindustria de nuevo propone la “modernización” como solución a los problemas que ella misma genera: se aportan soluciones tecnológicas y se externalizan los problemas hacia fuera del sistema productivo y hacia el futuro, con lo que éstos se agravan en lugar de resolverse. Una consecuencia es que los agricultores son cada vez más dependientes del mercado, no sólo para vender sus productos sino también para obtener suministros. Al consumidor, por tanto, cada vez se le cierran más vías para intentar acceder a productos fuera del circuito de la agroindustria, que además cuenta con un instrumento hegemónico muy importante: la publicidad. La agroindustria se sirve de ella no sólo para vender sino para crear una ideología basada en necesidades, muchas veces ficticias, que se satisfacen consumiendo. Utiliza las opiniones de expertos y las recomendaciones alimentarias de las autoridades para avalar sus productos. Poco importa la salud de los consumidores ni las consideraciones ecológicas o sociales, porque el hecho es que la mayor parte de la publicidad está dirigida a productos con alto contenido en azúcares y grasas, que además son los más baratos de producir, y cuyo consumo es una de las causas principales del aumento de la obesidad en los países desarrollados.

Volviendo a la intensificación de la producción que persigue la agricultura industrial, ésta ha provocado que la antigua diferencia entre agricultura intensiva y agricultura extensiva carezca ya de sentido. La agricultura intensiva busca aumentar el rendimiento por hectárea (mayor producción en menos espacio, por ejemplo, una huerta), y la agricultura extensiva busca aumentar la producción aumentando la extensión del cultivo (mayor producción por tener más superficie, por ejemplo, una estepa cerealista, o una dehesa, en que se alternan los usos del suelo).

Pero ambas, al incorporar la lógica de la agroindustria y de la competitividad, hacen que su objetivo de aumentar la producción se realice a toda costa. Ya no dependen de la fertilidad del suelo ni de las habilidades acumuladas por los campesinos, ni siquiera de los ciclos naturales o del aumento de la mano de obra. La tecnología suministrada por la agricultura industrial (como fertilizantes químicos, plaguicidas, invernaderos…) barre los límites “tradicionales” de la producción para asegurar que la productividad sea cada vez mayor, independientemente de otras consideraciones, como la salud de la tierra o de los consumidores. Asi pues la agricultura intensiva y la agricultura extensiva son dos caras de la misma moneda que es la agricultura industrial. En la actualidad, se considera que la agricultura intensiva es la “genuina” agricultura industrial, y sus consecuencias negativas aparecen como el coste necesario para alimentar a una población creciente; por su parte, el concepto de agricultura extensiva ya no se utiliza para los monocultivos sino para una agricultura “tradicional” pero que sólo es asequible a grandes propietarios y es presentada como el verdadero modelo sostenible de producción.

La agricultura ecológica surge en los países occidentales como reacción a los daños provocados por la agroindustria en el medio ambiente y en la salud de las personas. Pero se centra en el rechazo a los productos químicos y al uso de transgénicos y no cuestiona la lógica capitalista, por lo que a veces entra en el circuito mercantilista ofreciendo sus productos en grandes superficies y con precios que sólo pueden permitirse unos pocos. Estas grandes superficies aprovechan la presencia de productos ecológicos en sus estanterías para dar una imagen de responsabilidad corporativa, por lo que podríamos considerar que los emplean como publicidad de empresa.

La agricultura ecológica tampoco integra los problemas de los países empobrecidos. En éstos últimos surge la agricultura de bajos insumos, que además intenta disminuir la dependencia tecnológica de la gran industria. Su versión en los países occidentales es la agricultura integrada, que no sólo sigue sin tener en cuenta la dimensión local y participativa sino que consiente la utilización de agroquímicos (si bien de una forma más “racional”) y de fertilizantes químicos, con lo que sigue dependiendo de la industria. Además, la producción integrada se está desarrollando en la UE como el “verdadero” camino para llegar a la producción ecológica: la certificación de “agricultura integrada” por medio de sellos oficiales le otorga un estatus frente al consumidor que le puede llevar a elegir sus productos frente a otros: en cierta forma, es un tipo de publicidad, puesto que los sellos inducen a creer que estamos ante un producto “bueno y sostenible”. Algo parecido ocurre al considerar la agricultura extensiva como modelo de producción sostenible sin más, sin cuestionarse la lógica que hay detrás (un ejemplo lo tenemos en el jamón ibérico; el más cotizado se produce en explotaciones de este tipo).

Sin embargo, la agroecología es un modo de producción enfrentado a la agricultura industrial y también a sus circuitos de distribución global. Está muy vinculada a la agricultura campesina, entendiendola como el producto de la coevolución de los seres humanos y la naturaleza, es decir, se aprovechan los conocimientos acumulados por los campesinos en los distintos sistemas agrarios. Pero también integra la dimensión del consumo, en forma del consumo responsable, como fuerza social que complementa a la producción agroecológica. Así, los consumidores están en permanente diálogo horizontal con los productores promoviendo el apoyo mútuo para producir y consumir alimentos sanos. Esto se traduce en el establecimiento de un precio justo para productores y consumidores, y en la comprensión por parte de estos últimos de las circunstancias a las que se enfrentan los primeros a la hora de cultivar sus productos (problemas meteorológicos, posibles daños por insectos y otros animales…). El consumidor, pues, deja de ser un agente pasivo: es partícipe del ciclo natural de producción, asumiendo que también hay que respetar la salud del entorno, sin exigir más de lo que el uso racional del suelo puede ofrecer (cada alimento tiene su temporada).

La dimensión local (la cercanía física con el productor) también racionaliza el aspecto de la distribución, que con el establecimiento de circuitos cortos garantiza además la frescura de los alimentos. Por último, la asociación de consumidores en grupos de consumo aporta un componente social que permite aunar las fuerzas individuales para crear espacios de autogestión que empoderan a los consumidores frente a la agroindustria. En este contexto es difícil que la publicidad tenga cabida, ya que los parámetros que utiliza, en plena consonancia con los intereses industriales, dejan de tener sentido. En estos términos también desaparecen algunos de los factores que contribuyen a la obesidad, generándose una relación más realista y cercana con los alimentos.

Ana Grandal – http://www.nodo50.org/lagarbancitaecologica

Fuente: “Agroecología y Consumo Responsable. Teoría y práctica”. Ed. Kehaceres. Madrid

Agricultura ecológica y cambio de paradigmas

Agricultura ecológica y cambio de paradigmas

La integralidad del enfoque de la Agroecología requiere la articulación de la “ciencia” y de la “praxis” para compatibilizar sus dimensiones ecológica, social, económica y política (Eduardo Sevilla)

Por Nelson Álvarez Febles
agriculturaAl definir los sistemas ecológicos, el ecólogo catalán Ramón Margalef (1993) argumentó que en la naturaleza existen relaciones complejas de complementariedad entre una enorme diversidad de seres, lo cual produce una gran estabilidad. Es decir, en la naturaleza la diversidad produce estabilidad, algo completamente opuesto al empeño reduccionista de reducir la complejidad de los sistemas para controlarlos. El ser humano también forma parte de los ecosistemas, de la enorme diversidad de seres vivos, sistemas geográficos (montañas, lagos, ríos), de los fenómenos climáticos.

Estamos convencidos de que no existe futuro agrícola para Puerto Rico, como proveedor significativo de alimentos para nuestra población, si no adoptamos como estrategia central la producción agroecológica. Al hablar de agricultura ecológica (que incluye a la agricultura orgánica, permacultura y otras modalidades) nos referimos a una agricultura -alternativa al modelo agroindustrial dominante- de bajos insumos externos que tiene como metas la salud de los ecosistemas, la viabilidad económica a largo plazo y la responsabilidad social. Se trata de una agricultura económicamente sostenible, ecológicamente sensitiva y socialmente justa.

Nuestro territorio no aguanta más maltrato ni contaminación a sus recursos naturales agrícolas, como es el caso de los suelos, aguas y biodiversidad (silvestre y agraria). También se debe tener en cuenta el impacto negativo sobre la salud de la población de las prácticas agrícolas contaminantes (para estudios sobre la relación entre salud y uso de agroquímicos -ver http://www.pesticideinfo.org/). Además, tenemos que considerar los serios problemas de disposición de desperdicios sólidos, algunos de los cuales podrían ser materia prima para la agricultura ecológica. A través de un manejo apropiado, gran parte de los desperdicios orgánicos caseros e industriales, así como las podas, desyerbos y residuos de jardinería, sirven para hacer composta, un abono orgánico excelente para las siembras. Existen experiencias a través del mundo que así lo demuestran.

Es necesario intensificar la producción para producir alimentos de forma ecológica y eficiente en una isla sobrepoblada como Puerto Rico. La intensificación a través del modelo de monocultivos a base de un alto nivel de insumos externos (agro-químicos, fertilizantes de síntesis, riegos, semillas híbridas o transgénicas, maquinaria pesada), más allá de los problemas que ha causado a través del planeta, no es una opción sustentable en nuestro caso. Mientras tanto, existen muchos ejemplos de cómo las fincas agroecológicas pequeñas y medianas pueden ser netamente más productivas que las grandes extensiones en monocultivos industriales. Cuando se cuantifican todos los alimentos, productos agrícolas y servicios que proveen las fincas familiares a través del año, éstas resultan ser altamente productivas. Ver, entre otros, Jules Pretty (2009), los trabajos de la puertorriqueña Ivette Perfecto (2007), también los estudios citados en las páginas 15-17 de nuestro libro El Huerto Casero: manual de agricultura ecológica.

Paradigmas reduccionistas y antropocentristas

Uno de los principales argumentos que se esgrimen contra las propuestas de la agricultura ecológica es que, más allá de que sea algo deseable, es utópico pues no es posible desarrollarla a gran escala para alimentar a la creciente población mundial. Aunque existen innumerables experiencias y estudios que demuestran lo contrario, en esa crítica subyace uno de los problemas más grandes para lograr los cambios necesarios en política pública para pasar a un modelo sustentable de producción y distribución de alimentos: la agricultura ecológica, o su vertiente más académica, la agroecología exige otra manera de pensar la realidad (ver, por ejemplo, los trabajos del Dr. Miguel Altieri, UCLA Berkeley).

El principio del siglo XXI sigue marcado por el cambio que se produjo en el pensamiento dominante europeo durante la Ilustración, desde un teocentrismo sujeto a estructuras religiosas feudales hacia un antropocentrismo que propició el desarrollo industrial y el capitalismo. La naturaleza pasó de ser vista como un reflejo incuestionable de la creación divina a una expresión de la evolución a ser subyugada por el hombre [nota del autor: uso intencional del género masculino].

Más allá de que el pensamiento científico reduccionista dominante (de la mano del dogma cartesiano el todo es igual a la suma de las partes) ha sido, sin lugar a dudas, esencial para el desarrollo de importantes tecnologías modernas, el mismo también está en la raíz de muchos de los problemas sociales y ecológicos a los cuales se enfrenta la humanidad. El calentamiento global, la destrucción de ecosistemas completos, el aumento cuantitativo y cualitativo de enfermedades, la homogenización cultural, la acumulación sin límites de riquezas y su contraparte la pobreza en la que vive la mitad del planeta, son inseparables de una determinada forma de mirar la realidad que pierde el conjunto de perspectiva.

Según el doctor Eduardo Sevilla Gúzman (2006), director del Instituto de Sociología y Economía campesina (ISEC) de la Universidad de Córdoba (España): “Una de las características de las sociedades capitalistas industriales lo constituye el papel que juega la ciencia, la institución a través de la cual se pretende el control social del cambio, anticipando el futuro con el fin de planificarlo. Los procesos de privatización, mercantilización y cientifización de los bienes ecológicos comunales (aire, tierra, agua y biodiversidad) desarrollados a lo largo de la dinámica de la modernización, han supuesto una intensificación en la artificialización de los ciclos y proceso físico-químicos y biológicos de la naturaleza para obtener alimentos”. Es precisamente la creencia de que la humanidad puede “dominar la naturaleza a través de la productividad” lo que ha generado la crisis ecológica y social que vivimos.

De acuerdo a la construcción atropocentrista, el ser humano estaría en la cúspide de la escala biológica, y todo lo demás, -ecosistemas, animales (o razas distintas), árboles, plantas, ríos y montañas- sujeto a su dominación y transformación. Proyectamos un imaginario hostil contra la naturaleza, mientras transferimos a ella esquemas jerárquicos de dominación –el león es el rey de la selva, el pez grande se come al más pequeño-. Así se justifica, sin tomar seriamente en cuenta los impactos negativos, la minería a gran escala, faraónicas obras de infraestructura como represas y gasoductos, la energía nuclear o los cultivos transgénicos, entre otras intervenciones masivas en el medio ambiente y las sociedades contemporáneas.

Paradigma de la multiplicidad

agriculturaDurante el siglo XX surgieron otras miradas desde el ámbito científico. La física cuántica, al entrar en el mundo de las partículas subatómicas, se encuentra con que en vez de fragmentaciones cada vez más pequeñas lo que existe es una compleja red de relaciones: el mundo subatómico no está formado por materia, sino por manojos de energía, pura actividad. En la divulgación de estas ideas han sido pioneros los trabajos del físico Fritjoff Capra, entre ellos los libros El Tao de la física (1975) y El punto crucial (1982). Otras vertientes de lo que algunos llaman paradigma de la complejidad, son la teoría del caos, la teoría general de sistemas y la termodinámica de sistemas abiertos. El todo es más que la suma de sus partes. Nosotros preferimos hablar de un paradigma de la multiplicidad, matrices complejas multidimensionales que integran múltiples variables.

Al definir los sistemas ecológicos, el ecólogo catalán Ramón Margalef (1993) argumentó que en la naturaleza existen relaciones complejas de complementariedad entre una enorme diversidad de seres, lo cual produce una gran estabilidad. Es decir, en la naturaleza la diversidad produce estabilidad, algo completamente opuesto al empeño reduccionista de reducir la complejidad de los sistemas para controlarlos. El ser humano también forma parte de los ecosistemas, de la enorme diversidad de seres vivos, sistemas geográficos (montañas, lagos, ríos), de los fenómenos climáticos. Es decir, forma parte de toda una dinámica interrelación. Otro trabajo que podemos situar en la base de un pensamiento ecologista que integra lo humano es la crítica profética sobre el impacto negativo del uso de plaguicidas de Raquel Carson en su libro Silent Springs (1962).

Según la cosmovisión de muchos pueblos originarios, todo lo que existe forma parte de un complejo entramado de relaciones que se vivencia desde una perspectiva unitaria, tanto en cuanto a sus componentes como a las dinámicas mediantes las cuales interactúan las entidades que conforman la realidad. En estas cosmovisiones no hay escisión entre la naturaleza y lo humano. El concepto del ayllu, de los pueblos andinos quechua y aimara, es un excelente ejemplo de una cosmovisión que explica a las sociedades humanas y la naturaleza como un todo integrado con criterios estructurales paralelos que abarcan a los recursos naturales, el clima, la organización social, la agricultura, la cultura y el plano espiritual, lo cual brinda una gran estabilidad.

Esta manera integrada e integradora permitió a la humanidad producir alimentos para desarrollar sociedades complejas y sustentar civilizaciones como las mesopotámicas, egipcias, etíopes, incas, aztecas y mayas, las mediterráneas cretense, griegas y romanas, hasta los imperios europeos post-renacentistas, franceses, españoles e ingleses, y llegar a los inicios del siglo veinte con una base de recursos naturales agrícolas en excelentes condiciones. Sostenemos que los pueblos originarios y las comunidades agrícolas, cultural y ecosistémicamente arraigadas, tienen el mejor expediente histórico de manejo sustentable de la naturaleza entre aquellos que habitamos la Tierra.

A nivel mundial, el conocimiento tradicional se considera uno de los pilares para la conservación y uso sustentable de los recursos naturales. En el artículo 8j de la Convención sobre la Diversidad Biológica, aprobada por 150 países en 1992 en Río de Janeiro, se define al conocimiento tradicional como “…los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañan estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica”. Por lo general, este conocimiento –intrínseco a las comunidades campesinas tradicionales y locales– es desarrollado a través del tiempo y depende de la transmisión intergeneracional.

Ya no es posible reclamar en nombre de la ciencia una objetividad incuestionable. Esta manera de ver la realidad desplaza al ser humano del trono donde él mismo se ha colocado y lo obliga a una reflexión ética. Existen muchos científicos que exigen independencia en la investigación y educación científica, mientras critican la presión de los gobiernos y las corporaciones sobre su trabajo y publicaciones. (Ver, por ejemplo, Union of Concerned Scientists, http://www.ucsusa.org/)

La ecología social, cuyo principal exponente ha sido el socialista libertario, investigador, activista y profesor Murray Bookchin (ver bibliografía), plantea que los problemas ecológicos están profundamente arraigados en complejas problemáticas sociales; por lo tanto, las soluciones a estos problemas deben partir del pensamiento ético y acciones colectivas. La naturaleza y lo social se funden continuamente sin perder sus características particulares, en una tendencia hacia la interdependencia. El ser humano tiene un papel particular, no porque su lugar evolutivo le otorga el derecho a disponer de todo lo demás, sino porque la capacidad de autoreflexión le impone el deber de expresar lo mejor de su potencial. El ser humano es, por lo tanto, una oportunidad de la naturaleza para adquirir plena conciencia sobre si misma. Debemos ser su expresión creativa, no sus verdugos. Ese es el gran reto de la especie, pues el mundo va a sobrevivir con o sin nosotros.

Cómo nos dicen los colegas Sandra Isabel Payán y Julio Monsalvo (2010) desde Formosa, en el norte de Argentina, la nueva ciencia ha descubierto que los seres vivos no se comportan como mecanismos sino como organismos, como unidades funcionales y estructurales en las que unas partes existen por y para las otras en la expresión de una naturaleza particular, resultado de una dinámica auto-organizativa y auto-regenerativa. Según Payán y Monsalvo, superar el antropocentrismo y avanzar hacia el biocentrismo que es asumir que somos en, para y con los otros, es decir, que intersomos, una manera de relacionarnos que va más allá de la interdependencia. Ello supone entender al ser humano dentro de la casa grande planetaria, defendiendo la salud de los ecosistemas de los cuales forma parte.

Al dejar de pensar en términos jerárquicos, tenemos que plantearnos la igualdad de razas y géneros. Hay que desterrar los empeños en homogenizar a los pueblos eliminando la diversidad de lenguajes, arte, religiones, culturas. Igualmente, al respetar la diversidad en la naturaleza en todas sus expresiones (flora, fauna, ecosistemas), tenemos que cuestionarnos el uso de la violencia para la conquista de pueblos, territorios, recursos naturales (agua, minerales, bosques) o recursos biológicos (alimentos, genes, flora y fauna, grupos humanos).

La multiplicidad en la agricultura ecológica

La agricultura ecológica integra en sus principios básicos esa otra manera de ver la relación entre el medio natural y las sociedades humanas. Allí multiplicidad juega un papel importante, tanto en lo práctico como en lo conceptual.

Los principios generales de la agricultura ecológica, como el potenciar los ciclos internos de los agroecosistemas (energía, agua, nutrientes), favorecer la producción y el consumo a nivel local, el uso sustentable y la protección de los recursos naturales, promover estructuras productivas y de comercialización a escala humana, entre otros, siempre expresan esa multiplicidad e integran las experiencias, los recursos y el conocimiento de los actores sociales. Es una agricultura estrechamente vinculada con los sistemas de transformación y distribución de los alimentos, inseparable de los principios ecológicos y éticos que la sustentan.

La propuesta de esa agricultura ecológica valora y recoge aquellos conocimientos sobre la naturaleza y las tecnologías agrarias tradicionales probadas a través del tiempo de forma empírica, y propone, mediante procesos de investigación participativa que integren a los técnicos con los agricultores, formas modernas para mejorar la calidad, cantidad y sustentabilidad de la producción.

Agosto de 2011

Vía: http://www.webislam.com/?idt=20343

Agricultura anticrisis

Agricultura anticrisis

GUSTAVO DUCH . Diario Público

Público. Ilustración de Jordi DuróEl hambre, la peor y la más extendida de las pobrezas, cruel y paradójicamente nunca tuvo nada que ver con la falta de alimentos. En los últimos años, esta afirmación se presenta con su peor cara. Las crisis alimentarias –las subidas de precio de los alimentos básicos– han sido provocadas por la avaricia de personas, organizaciones y mecanismos que se dedican a la especulación con los alimentos. Unos negocios basados en la fabricación de escenarios de malas y pocas cosechas que, mientras consiguen que sus promotores recolecten grandes beneficios, hacen que para muchas familias desayunar, comer o cenar sea algo imposible, sobre todo en los países empobrecidos del Sur que dedican el 70% de sus ingresos a la necesidad de alimentarse.
Pero aun sabiendo que no es un problema de abastecimiento, pues disponemos de alimentos suficientes para todo el planeta –más de la mitad de las cosechas de cereales se dedican a piensos para animales y agrocombustibles; los descartes de la pesca rondan el 40%; sólo en Europa en la cadena de producción, suministro y consumo de alimentos, se desperdicia hasta un 50% de los alimentos; y otros datos que señalan el mal uso y desperdicio de los alimentos–, es necesario revisar qué modelo de agricultura puede ayudar a revertir la situación.
Las características que debemos demandarle a esta agricultura son tres: que tenga capacidad productiva suficiente para la población actual y futura; que sea respetuosa con el medio ambiente y con el uso de los recursos naturales, es decir, que sea sostenible; y que genere el suficiente sustento nutritivo y económico para las personas que la producen, porque es precisamente la población campesina quien más sufre pobreza, en una crisis antigua y estructural.
Como pudimos escuchar el pasado 17 de abril, Día de la Lucha Campesina, los movimientos campesinos defienden con contundencia y perseverancia, frente a la agricultura industrial (la que imita los procesos industriales y fabriles), una agricultura inspirada en la naturaleza: la agroecología. Sus bondades más evidentes (adaptabilidad a diferentes ecosistemas, bajo uso del petróleo, poca contaminación, defensa de la biodiversidad, mejor calidad, etc.) casi nadie las discute. En cambio, siempre se la acusa de ser una agricultura bucólica, romántica e incapaz de producir lo suficiente. Un mito en el que la industria agrícola ha invertido tanto que pareciera que las plantas sólo crecen regadas con productos químicos, los árboles sólo dan frutos si se las abona con fertilizantes sintéticos y las vacas sólo dan leche si se las alimenta con soja.
Pero tenemos fundamentos para afirmar que esto no es así. El más reciente llega del relator especial sobre el Derecho a la Alimentación de las Naciones Unidas, que presentó ante el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra su informe “La Agroecología y el Derecho a la Alimentación”, elaborado a partir de las investigaciones más relevantes en estas temáticas de los últimos cinco años, donde se ratifica que “la agroecología puede duplicar la producción alimentaria entre cinco y diez años en regiones donde reina el hambre”.
Para llegar a esta conclusión el informe presenta diferentes estudios y experiencias donde se han aplicado variadas técnicas basadas en la perspectiva agroecológica. Por ejemplo, destaca el estudio realizado por el profesor de la Universidad de Essex (Reino Unido) Jules Pretty en el que se compararon los efectos de la agroecología en 286 proyectos distribuidos en 57 países empobrecidos, englobando en total una superficie de 37 millones de hectáreas, es decir, una superficie muy significativa. Pues bien, los resultados muestran un aumento medio de la cosecha del 79%. O el estudio encargado por el Proyecto de Previsiones del Gobierno del Reino Unido sobre el Futuro de los Alimentos y la Agricultura Mundiales, que examinó otros 40 proyectos en 20 países africanos en los que se impulsó la agroecología durante la década de 2000. En ellos, el rendimiento medio de las cosechas, sólo entre tres y diez años, se duplicó holgadamente. Es decir, una familia campesina, con técnicas muy sencillas, ecológicas y autónomas (por ejemplo, incorporación de peces en los arrozales de regadío, barreras de piedra para mejorar la humedad del suelo, integración de la ganadería con la agricultura, cultivos repelentes de insectos, utilización de leguminosas para fijar nitrógeno y muchas otras) puede ver en poco tiempo más que duplicados los alimentos que puede consumir o llevar al mercado.
Con tales evidencias, y con los problemas que genera la agricultura intensiva, es preciso revisar dos planteamientos urgentemente. Por un lado, en los países más empobrecidos se ha de favorecer la propagación de esta agricultura, creando el entorno propicio –como dice el relator–. Las estrategias nacionales deben incorporar la agroecología como el motor fundamental de su producción de autoabastecimiento, y para ello se debe reorientar el gasto público en agricultura, actualmente centrado en agricultura para la exportación, y apoyar todas las estrategias participativas (por ejemplo los programas “de campesino a campesino”) que permiten la difusión más eficiente de este nuevo enfoque.
Y por otro lado, ¿no deberíamos en los países industrializados, con megagranjas de gallinas y cerdos en clausura, con monocultivos de trigo u olivares, y por lo tanto de pueblos desiertos, de huertas abandonadas, de un campesinado inexistente o envejecido… y paisajes artificiales, revisar –a vista de los resultados presentados– nuestro propio sistema agrario y alimentario?

Gustavo Duch es coordinador de la revista ‘Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas’


http://blogs.publico.es/dominiopublico/3298/agricultura-anticrisis/

Los pecados de la agroecología según el capital

Los pecados de la agroecología según el capital

Por Eric Holt-Gimenez
agroecologiaY he aquí los pecados de la agroecología: reduce el consumo de agroquímicos, conserva material genético y depende del campesinado. La agroecología no sirve a los intereses de quienes se reunieron en Cancún sirve los intereses de su enemigo de clase.

La agroecología –aplicación de conceptos y principios ecológicos para el diseño y manejo de sistemas agrícolas sostenibles– es la mejor forma para que el agro haga frente al cambio climático. Remedia el calentamiento global al reducir la emisión de gases invernaderos y al capturar carbono. Mitiga los efectos globales al incrementar la resiliencia agrícola. Y facilita la adaptación porque ayuda al agricultor a responder de manera rápida ante los cambios de clima. Todo eso hace la agroecología mientras produce más comida por hectárea que la agricultura convencional.

Entonces, ¿por qué la agroecología no fue un tema fundamental en las negociaciones de Cancún? Hay que acordarse de que la ciencia agroecológica nació de observaciones ecológicas a los sistemas agrícolas tradicionales. Cuarenta años de acompañamiento, investigación, innovación y práctica entre científicos y campesinos han refinado la agroecología, resultando en un método sofisticado para manejar agro-eco sistemas diversificados y productivos que conservan el medio ambiente. También, ayudan a conservar in situ la semilla criolla campesina, un patrimonio genético irremplazable.

Y he aquí los pecados de la agroecología: reduce el consumo de agroquímicos, conserva material genético y depende del campesinado. Los primeros dos pecados reflejan la burda lógica del mercado agroindustrial que se opone férreamente a cualquier cosa que reduzca sus ventas. El tercero tiene una lógica de clase. Apoyar, fortalecer o provenir de un campesinado independiente siempre ha sido imperdonable para las clases pudientes. Durante medio siglo de modernización agrícola, el capital agroindustrial quiso eliminar al campesinado, (aun mientras le extraía el valor de su mano de obra, sus semillas y su sobreproducto). Ahora el capitalismo lo ve como obstáculo a su proyecto de financializar la crisis climática. La agroecología no sirve a los intereses de quienes se reunieron en Cancún sirve los intereses de su enemigo de clase.

Hace 12 años el huracán Mitch, evento climatológico por excelencia, azotó el istmo mesoamericano. Después de 30 años de desarrollo agrícola convencional, el medio ambiente –y los campesinos que ahí vivían– se encontraban vulnerables ante el fenómeno. El llamado “huracán de los pobres” soltó la lluvia de diez inviernos sobre las laderas erosionadas, las barrancas precarias y la golpeada frontera agrícola, y dejó 12 mil muertos.

Mientras los gobiernos y la cooperación externa negociaban planes de reconstrucción, los hombres y mujeres del Movimiento Mesoamericano Campesino a Campesino se organizaron en un esfuerzo masivo para medir y comparar el impacto del Mitch sobre la agricultura agroecológica y la agricultura convencional. El proyecto involucró a dos mil campesinos de Honduras, Guatemala y Nicaragua. Encontraron que, en comparación con las parcelas convencionales, las agroecológicas tenían 40 por ciento más capa fértil, 70 por ciento menos erosión y 50 por ciento menos derrumbes. Además tuvieron menos pérdidas económicas. Los campesinos descubrieron algo que los científicos ahora afirman: la agroecología reduce la vulnerabilidad ante los desastres naturales. También se dieron cuenta del corolario: la agricultura convencional aumenta la vulnerabilidad.

Publicaron sus resultados en revistas científicas. Instaron a sus gobiernos a reconstruir el campo a base de la agroecología. Ellos mismos podrían multiplicar el conocimiento de campesino a campesino.

¿La respuesta? El Plan Puebla-Panamá. En su gran sabiduría neoliberal, El Banco Interamericano de Desarrollo, los ministros de Agricultura de México y Centroamérica, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la cooperación europea vieron en Mitch una oportunidad perfecta para abandonar el campesinado y convertir la región en una enorme maquiladora. Según ellos, esta inserción en el mercado global traerá progreso económico a todo el istmo… Ya sabemos el resultado.

Los campesinos del Movimiento Campesino a Campesino aprendieron una lección dura: No basta tener la razón. Sin una organización política que ejerza presión, que fije políticas afines y que proteja al campesinado, la agroecología, por muy eficaz que sea, no tiene ninguna posibilidad de hacerle frente a los desastres naturales.

La destrucción neoliberal de la economías campesinas en México y Centroamérica provocó una ola migratoria sin antecedentes, seguida por la entrada de los monopolios mas voraces del planeta: Cargill, Monsanto, Syngenta, ADM, Wal-Mart… Mientras el Plan Puebla-Panamá agoniza por falta de inversiones (la región nunca tuvo la menor posibilidad de competir con China), los grandes capitales agro-alimentarios desmantelan y remodelan Mesoamérica a su gusto.

Frente a las sequías, huracanes, heladas y plagas que traerá el cambio climático, los servidores de la agroindustria se reunieron en Cancún para proponer mercados de carbono y la privatización de los bosques. No se mencionó la agroecología en las plenarias, despachos, ni pasillos oficiales. No hablaron del campesinado. No, la agroecología se alzó en las calles con el grito de los campesinos y las campesinas, quienes, negándose a desaparecer, nos ofrecen una vía productiva, limpia y justa para enfriar el planeta. Esta vez debemos apoyarles, por el bien de todos.

Eric Holt-Gimenez – Director ejecutivo de Food First, Instituto de Política Alimentaria y Desarrollo

Fuente: www.ecoportal.net

Notas y análisis sobre Petróleo, escasez de alimentos y soberanía alimentaria

CRISIS ALIMENTARIA: DESDE 2008 NO SE HA MODIFICADO EL MERCADO INTERNACIONAL PARA EVITAR ESTA NUEVA ESCALADA DE PRECIOS

La especulación con alimentos básicos, un negocio seguro para los mercados

alimentosSegún diferentes especialistas, 2010 ha sido el año con una de las mejores cosechas de la historia. Sin embargo las materias primas básicas como el trigo, el maíz o el azúcar subieron de media un 25%. Las causas hay que buscarlas en la especulación bursátil con estas materias primas y en un modelo de alimentación industrial dependiente del petróleo. Naciones Unidas ya habla de una situación “muy preocupante”. Túnez prendió la mecha, y las revueltas ya se han extendido a Egipto o Yemen entre otros.
Izaskun S. Aroca y Héctor R. Letón. PERIÓDICO DIAGONAL. Número 144
LEER COMPLETA:
http://www.diagonalperiodico.net/La-especulacion-con-alimentos.html

ANÁLISIS: LA ESCASEZ MUNDIAL DE PETRÓLEO PONE EN PELIGRO LA SOBERANÍA ALIMENTARIA

Democracia y cénit del petróleo

diagonal periódicoFrente a la hipótesis de que las revueltas suben el precio del petróleo, el autor ataca a un modelo que cree infinitos los combustibles fósiles.
Pedro A. Prieto / Vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN)
Martes 8 de marzo de 2011. PERIÓDICO DIAGONAL. Número 145
LEER COMPLETA:
http://www.diagonalperiodico.net/Democracia-y-ce-nit-del-petro-leo.html

Ecoagricultura para comer más y contaminar menos

Por Stephen Leahy

agroecologiaUXBRIDGE, Canadá, 9 mar (IPS) – En 10 años, la agricultura ecológica podrá duplicar la producción de alimentos en regiones enteras y además mitigar el cambio climático, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) divulgado en Ginebra.

Un viraje urgente hacia la “ecoagricultura” es la única manera de poner fin al hambre y de enfrentar los desafios del cambio climático y la pobreza rural, dijo Olivier De Schutter, relator especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, tras la presentación de su informe anual, el martes, ante el Consejo de Derechos Humanos.

“La agroecología imita a la naturaleza, no a los procesos industriales. Reemplaza los insumos externos, como fertilizantes, con el conocimiento de cómo una combinación de plantas, árboles y animales pueden potenciar la productividad de la tierra”, dijo De Schutter a IPS.

“Los rendimientos aumentaron 214 por ciento en 44 proyectos en 20 países de África subsahariana usando técnicas de agricultura ecológica durante un periodo de tres a 10 años, mucho más que lo que jamás logró ningún (cultivo) genéticamente modificado”, agregó.

LEER COMPLETA: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97742

Declaración de preocupación de la Sociedad Civil hacia la Conferencia de La Haya sobre la Agricultura, Seguridad Alimentaria y Cambio Climático

Declaración de preocupación de la Sociedad Civil hacia la Conferencia de La Haya sobre la Agricultura, Seguridad Alimentaria y Cambio Climático

(31 octubre—5 noviembre):
agricultura
Nosotros, las organizaciones abajo firmantes de la sociedad civil de todo el mundo, miramos con preocupación la próxima Conferencia de La Haya. Organizada por el Gobierno  de los Países Bajos en cooperación con los Gobiernos de Etiopía, México, Nueva Zelanda, Noruega, Vietnam, el Banco Mundial y la FAO, la conferencia tiene como objetivo producir una hoja de ruta con “acciones concretas que unen las inversiones políticas y medidas relacionadas con la agricultura a la transición para reducir emisiones de carbono para un crecimiento resiliente al clima. “

El cambio climático amenaza los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de miles de millones de personas pobres y vulnerables en el planeta, y es urgente que tanto el análisis como las soluciones sean adecuadas. Hacer las cosas bien significa también seguir un proceso correcto, incluyendo la participación de aquellos cuyos medios de vida estén en mayor riesgo. Las soluciones impulsadas de arriba hacia abajo no son soluciones legítimas.

Participación y transparencia
Estamos preocupados por la falta de transparencia, participación y consulta con los gobiernos, agricultores y otras personas de la sociedad civil para la preparación de la conferencia y su “hoja de ruta”. El proceso se enfoca en los vínculos de la agricultura y el clima, sin embargo, no es evidente que se hayan incluido a los representantes de los países en desarrollo quienes están negociando con la ONU temas relacionados con estos vínculos y en general, con el cambio climático. Una pre-conferencia regional se organizó en África, pero no en otras regiones, aumentando las preocupaciones sobre participación desigual.

Agricultura ecológica en comparación con industrial
El modelo industrial de producción agrícola amenaza la viabilidad de los ecosistemas y contribuye enormemente al cambio climático. Lo que se necesita ante la amenaza del cambio climático no es nada menos que un cambio de sistema. El modelo de producción agrícola ecológica, basado en principios para crear suelos saludables y cultivar la diversidad biológica y que da prioridad a los agricultores y los conocimientos tradicionales, es resistente al clima. Eso es agricultura respetuosa con el clima.

También existe la necesidad crítica de revertir la concentración económica de los mercados mundiales – en particular para los granos, el ganado y procesamiento de alimentos – que ha dado lugar a formas insostenibles de agricultura industrial en todo el mundo y que son fuente de la mayor parte de las emisiones del sector agrícola. Desafortunadamente, la agenda de la conferencia no parece para hacer frente, de manera significativa, a estos necesarios cambios del sistema.

Evitar soluciones tecnológicas cuestionables
La conferencia debe evitar hablar sobre soluciones tecnológicas costosas y no probadas, como los organismos genéticamente modificados y otras tecnologías y practicas patentadas. Estas tecnologías no sólo son prohibitivamente costosas para los países en desarrollo, sino también crean nuevas formas de control corporativo sobre recursos genético en plantas agrícolas y animales. La seguridad de estas tecnologías está en duda, y ya se han producido daños ambientales, sociales y económicos  a partir de su uso. Estas tecnologías amenazan con entorpecer, en vez de mejorar, la adaptación agrícola al cambio climático.

Un enfoque sobre la adaptación
La adaptación al cambio climático en el sector de la agricultura debe ser la prioridad principal de esta conferencia. Se debe hacer hincapié en identificar las prioridades de adaptación de los países en desarrollo, así como la provisión de finanzas públicas constantes y confiables para los países en desarrollo que tendrán que hacer frente a las peores consecuencias del cambio climático. Además, el financiamiento de la adaptación debe ser en forma de subvenciones, no préstamos. Las prioridades de mitigación por parte de los países desarrollados y los mercados de certificados de reducción de carbono no deben ni pueden manipular el diseño de estrategias de adaptación al cambio climático.

Finanzas públicas, no mercados de carbono
Si bien se habla mucho de las posibilidades de uso de mercados, debemos declarar enfáticamente que la vinculación de los mercados de carbono con el carbono en los suelos no son la solución para la mitigación o adaptación en el sector agrícola. Dinero de mercado especulativos, inestables y no confiables podrían significar un desastre para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia en los países en desarrollo. Por otra parte, enfoques “innovadores”  basados en mercados distraen la atención de la responsabilidad de los países desarrollados en base a sus emisiones históricas y sus obligaciones de financiamiento para la adaptación y mitigación por parte de los países en desarrollo. En realidad, los mecanismos de mercado de carbono financian los compromisos de mitigación de los países desarrollados a través de la “compensación” con los proyectos completados en países en desarrollo, lo que les permite a los países desarrollados seguir sus formas de producción y consumo no sostenibles sin ningún cambio— pasándole la carga de la mitigación, e incrementando la carga de la adaptación, a los países en desarrollo.

Implementar en lugar de ignorar  los  hallazgos del IAASTD
Los temas críticos de la agricultura, la seguridad alimentaria y el cambio climático, ya han sido abordados a profundidad en la Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD, por sus siglas en inglés). Iniciado por el Banco Mundial y la FAO, patrocinado por otros organismos de las Naciones Unidas y aprobada por 58 gobiernos, la IAASTD es considerada como el “Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la agricultura,” gracias al trabajo de más de 400 expertos en un proceso de seis años.

Como resultado de este proceso, la IAASTD contiene algunas de las opciones de política e inversión para fortalecer la productividad y la resistencia de los alimentos del mundo y los sistemas agrícolas más completos, y validos, mientras que al mismo tiempo dan prioridad a la equidad social y sostenibilidad. El proceso de consulta y participacion de las múltiples partes interesadas crearon una evaluación legítima e impregnada de conclusiones y opciones de política. Dichas conclusiones fueron recibidas por muchos países en desarrollo que sufren los efectos más graves del hambre y la inseguridad alimentaria .

La Conferencia hace caso omiso de la IAASTD, bajo su propio riesgo. El Banco Mundial y la FAO deberían defender a  la IAASTD, en lugar de tratar de ignorarla o subvertirla. Teniendo en cuenta la altamente criticada trayectoria del Banco Mundial en la agricultura,  el liderazgo del Banco en esta conferencia amerita un análisis exhaustivo.

Conclusión
Exigimos que la Conferencia de La Haya apoye soluciones justas y eficaces a la crisis de la agricultura y el clima. Hacemos un llamado a un liderazgo mundial para la transición a la agricultura ecológica, evitando soluciones tecnológicas cuestionables, que se centre en permitir a los agricultores adaptarse al cambio climático, y garantizar un financiamiento público y adecuado para la agricultura. Muchas de estas recomendaciones se recogen en la IAASTD, lo que refleja una amplia consulta pública, y debe ser endosadas por este proceso, e implementadas por los gobiernos y las organizaciones internacionales, entre ellos el Banco Mundial y la FAO.

Creemos que la comunidad internacional de alimentación y  agricultura, en particular los pequeños agricultores, trabajadores, pueblos indígenas, las mujeres y las organizaciones de la sociedad civil dedicados a cuestiones de seguridad alimentaria, soberanía alimentaria, derecho a la alimentación y la conservación, y el uso de los conocimientos tradicionales, son  elementos esenciales para este debate ya que proporcionan soluciones prácticas, justas y asequibles a los problemas de seguridad alimentaria y cambio climático. Ellos necesitan ser escuchados. La “hoja de ruta” internacional de “acciones concretas” ante todo impactará a los pequeños agricultores del todo el mundo y cualquier proceso que hace caso omiso de sus voces debe ser cuestionado por su falta de legitimidad.

31 de octubre 2010

Silvia Ribeiro: Dos modelos de agricultura frente a frente

Entrevista con Silvia Ribeiro

Dos modelos de agricultura frente a frente

Eduardo Tamayo G.
http://alainet.org

Silvia Ribeiro,  investigadora y coordinadora de programas del Grupo ETC en la oficina de México, sostiene que la agricultura industrial es responsable del 44 al 50 % de los gases de efecto invernadero, a la vez señala que la producción agrícola de pequeña escala, además de contribuir significativamente a la alimentación de nuestras sociedades, aporta al enfriamiento del planeta. Un dato a tener en cuenta para la próxima cumbre climática de Cancún, que se llevará entre  el 29 de noviembre y el 10 de diciembre próximos.

-Estamos próximos a una nueva cumbre sobre el clima en Cancún, la pregunta que surge es ¿cómo está afectando el modelo de agricultura industrial al cambio climático?
 
Es una pregunta muy importante porque los propios gobiernos,  a través de las cifras oficiales que maneja Naciones Unidas,  reconocen que la agricultura industrial es causante del catorce por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero, y esto es la misma cantidad que causan los transportes, o sea es muy grande. Y en realidad si sumamos todo el sistema alimentario agro-industrial, desde la semilla al supermercado, lo que significa producir comida y cualquier fibra en cantidades industriales, y lo que eso conlleva en términos de transportes, refrigeración, derivados de petróleo que son todos los insumos químicos, y luego la cantidad de embalajes que se usan en los supermercados en las cadenas industriales (que es el factor fundamental de tala de árboles, que es otro dato poco conocido), si sumamos todo eso, la agricultura industrial, según los autores que se tomen,  es responsable del 44 al 50 % de los gases de efecto invernadero, y además usa el 70 por ciento del agua del planeta. Por otra parte, la agricultura campesina de pequeña escala no gasta en transporte porque se dedica sobre todo al mercado local, usa muy pocos insumos derivados del petróleo o no los usa por razones de elección o por razones económicas, pero además, por el manejo del suelo que hace, la agricultura descentralizada y diversa absorbe una gran cantidad de carbono.  Entonces, una cosa que la Vía Campesina comenzó a decir en el 2007 de que los agricultores chicos estaban enfriando el planeta, ahora hay cifras que lo muestran claramente.
 
-¿Cuáles son las tendencias que marcan el desarrollo del agro latinoamericano?
 
Uno de los problemas más graves que hay es la consolidación de las empresas de agronegocios. En los últimos treinta años ha habido una consolidación corporativa de los agronegocios que no tiene precedentes, ni en la historia de la agricultura ni en la historia del industrialismo. Por ejemplo tenemos situaciones como la de Monsanto que tiene más del noventa por ciento del mercado de semillas transgénicas, al mismo tiempo que tiene la mayoría de todas las semillas comerciales. Pero vemos lo mismo en toda la cadena, desde las semillas,  que son cinco o seis empresas que tienen casi todo el mercado comercial, pasando por  todas las que procesan cereales que son cuatro (Cargill, Dreyfrus, Bunge y ADM), las procesadoras que son cuatro o cinco, finalizando en los supermercados. Entonces tenemos unas  veinte transnacionales con un enorme peso sobre los gobiernos y sobre las políticas agrícolas. Aparte,  tenemos una realidad que todavía está presente en América Latina y es que aproximadamente la mitad es población rural y quienes producen la comida son sobre todo campesinos. Es como si estuviéramos todo el tiempo en una confrontación brutal: por un lado las empresas más poderosas del mundo y por otro lado una cantidad de gente, de pequeños y pequeñas campesinas que todavía siguen produciendo la mayor parte de la alimentación.
 
-¿Cuáles son las características fundamentales del agro negocio como modelo de agricultura?
 
Bueno, introdujeron desde hace más de 50 años un tipo de agricultura mecanizada y que usa una gran cantidad de agroquímicos, pero que además hace que la gente no pueda usar su propia semilla y la tenga que comprar. Y la semilla es la base, es la puerta de toda la red  alimentaria, entonces,  quien controla la semilla controla lo que sigue después. Y esa es la tendencia que hay en este momento en América Latina y que cada vez crece más. Entonces, se está produciendo comida industrial con menor calidad que favorece sobre todo a los intereses corporativos y que además tiene una cantidad de problemas para la salud y genera dependencia y es un factor fundamental de que no se pueda establecer soberanía alimentaria en los países.
 
-¿Qué nos puede decir de los monocultivos?
 
Los monocultivos son una parte integral de esta agricultura tanto a nivel de cultivos agrícolas como de plantaciones. Y nosotros encontramos que el modelo de monocultivos es fundamental en toda la agricultura industrial en América Latina. El caso de Brasil es uno de los más avanzados, los monocultivos de caña de azúcar, maíz, soya y eucaliptos están ocupando cada vez más terrenos, incluso disputándoles terrenos a aquellos que quieren ocupar la tierra para producir comida. En general estos son cultivos que no están dedicados a la alimentación de la gente, están dedicados o a la exportación para procesamiento en otros lugares o para los agrocombustibles en varios lugares. Entonces también es una disputa a nivel de quién consume lo que se produce.
 
-Algunos tratados de libre comercio ya están vigentes por algunos años, ¿como está afectando esto a los pequeños campesinos?
 
El dato fehaciente es que los tratados de libre comercio han empujado a un mayor desplazamiento de los agricultores chicos hacia la ciudad, lo cual aumenta la pobreza ciudadana, disminuye las posibilidades de soberanía alimentaria dentro de los propios países, y ha creado situaciones de mayor pobreza y desplazamiento de quienes pueden ser las soluciones a las crisis alimentaria y  a la crisis climática.

http://alainet.org/active/41852

La Via Campesina exige a la FAO apoyar las verdaderas soluciones de la crisis alimentaria

Comunicado de prensa de la Via Campesina

LVCLa Via Campesina exige a la FAO apoyar las verdaderas soluciones de la crisis alimentaria

(Yakarta, 1 de octubre de 2010) Del 11 al 16 de octubre, tendrá lugar la sesión plenaria del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO. Representantes del movimiento campesino internacional, La Via Campesina, estarán presentes junto con otros actores de la sociedad civil para exigir verdaderas soluciones a la permanente crisis alimentaria mundial, al igual que medidas concretas para abordar los problemas de especulación con productos básicos alimentarios y el acapramiento de tierras.

Durante el foro de las Organizaciones de la Sociedad Civil, que tendrá lugar del 8 al 10 de octubre, también en Roma, las organizaciones de base discutirán las propuestas que luego presentarán ante los gobiernos. Gracias a la reforma del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) de la FAO, ahora se consulta de manera más permanente a la sociedad civil. Sin embargo, la FAO aún no garantiza la total participación de los productore/as alimentario/as a pequeña escala. En este momento, nuestras políticas alimentarias son controladas por los puntos de vista de los países donantes ricos, instituciones antidemocráticas como el Banco Mundial y multinacionales del sector agro con presupuestos de lobby exorbitantes.

El programa del CSA muestra el creciente interés que tiene el gran capital en los productos agrícolas y alimentarios a través del acaparamiento de tierras, a menudo para agrocombustibles y la especulación con productos básicos alimentarios. La especulación financiera ha sido y sigue siendo ampliamente reconocida como la principal causa de la crisis alimentaria de 2007-2008 y, por esta razón, debería atajarse de manera eficaz a nivel regional o internacional si en realidad queremos evitar que vuelva a suceder. También se deberían adoptar mecanismos para regular los mercados agrícolas, contrario a lo que la Organización Mundial del Comercio y los diferentes Tratados de Libre Comercio promueven.

Además, la búsqueda global de adquisiciones masivas de tierras agrícolas no fortalece en absoluto a los productores locales y sólo empeora su acceso a la tierra y, por consiguiente, debe ser detenida inmediatamente.

La FAO puede convertirse en un espacio para aplicar la soberanía alimentaria, pero debería ofrecer soluciones reales y escuchar las voces de los campesinos y campesinas y no dar legitimidad a procesos impulsados por la búsqueda de beneficios de las multinacionales.

Fuente: LA VÍA CAMPESINA

Mujeres de maíz

Mujeres de maíz

mujeres maiz
Esther Vivas
Público, 25-08-2010

En los países del Sur, las mujeres son las principales productoras de comida, las encargadas de trabajar la tierra, mantener las semillas, recolectar los frutos, conseguir agua, etc. Entre un 60 y un 80% de la producción de alimentos en estos países recae en las mujeres, un 50% a nivel mundial. Estas son las principales productoras de cultivos básicos como el arroz, el trigo y el maíz, que alimentan a las poblaciones más empobrecidas del Sur global. Pero, a pesar de su papel clave en la agricultura y en la alimentación, ellas son, junto a los niños y niñas, las más afectadas por el hambre.

Las mujeres campesinas se han responsabilizado, durante siglos, de las tareas domésticas, del cuidado de las personas, de la alimentación de sus familias, del cultivo para el autoconsumo y la comercialización de algunos excedentes de sus huertas. Han cargado con el trabajo reproductivo, productivo y comunitario, y ocupado una esfera privada e invisible. En cambio, las principales transacciones económicas agrícolas han estado, tradicionalmente, llevadas a cabo por los hombres en las ferias, con la compra y venta de animales, la comercialización de grandes cantidades de cereales… ocupando la esfera pública campesina.

Esta división de roles asigna a las mujeres el cuidado de la casa, de la salud, de la educación y de sus familias y otorga a los hombres el manejo de la tierra y de la maquinaria, en definitiva de la técnica, y mantiene intactos los papeles asignados como masculinos y femeninos que durante siglos, y aún hoy, perduran en nuestras sociedades.

Sin embargo, en muchas regiones del Sur global, en América Latina, África subsahariana y sur de Asia, existe una notable feminización del trabajo agrícola asalariado. Entre 1994 y 2000, las mujeres ocuparon un 83% de los nuevos empleos en el sector de la exportación agrícola no tradicional. Pero esta dinámica va acompañada de una marcada división de género: en las plantaciones las mujeres realizan las tareas no cualificadas, como la recogida y el empaquetado, mientras que los hombres llevan a cabo la cosecha y la plantación.

Esta incorporación de la mujer al ámbito laboral remunerado implica una doble carga de trabajo para las mujeres, quienes siguen llevando a cabo el cuidado de sus familiares a la vez que trabajan para obtener ingresos, mayoritariamente, en empleos precarios. Estas cuentan con unas condiciones laborales peores que las de sus compañeros recibiendo una remuneración económica inferior por las mismas tareas y teniendo que trabajar más tiempo para percibir los mismos ingresos.

Otra dificultad es el acceso a la tierra. En varios países del Sur, las leyes les prohíben este derecho. Y, en aquellos donde legalmente lo tienen, las tradiciones y las prácticas les impiden disponer de ellas. Pero, este problema no sólo se da en el Sur global. En Europa, muchas campesinas no tienen reconocidos sus derechos, ya que, a pesar de trabajar en las explotaciones, igual que sus compañeros, la titularidad de la finca, el pago de la Seguridad Social, etc. lo tienen habitualmente los hombres. En consecuencia, las mujeres, llegada la hora de la jubilación, no cuentan con pensión alguna, no tienen derechos a ayudas, cuotas, etc.

El hundimiento del campo en los países del Sur y la intensificación de la migración hacia las ciudades ha provocado un proceso de descampesinización. Las mujeres son un componente esencial de estos flujos migratorios, nacionales e internacionales, que provocan la desarticulación y el abandono de las familias, de la tierra y de los procesos de producción, a la vez que aumentan la carga familiar y comunitaria de las mujeres que se quedan. En Europa, Estados Unidos, Canadá… las migrantes acaban asumiendo trabajos que años atrás realizaban las mujeres autóctonas, reproduciendo una espiral de opresión, carga e invisibilización de los cuidados y externalizando sus costes sociales y económicos a las comunidades de origen de las mujeres migrantes.

La incapacidad para resolver la actual crisis de los cuidados en los países occidentales, fruto de la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, el envejecimiento de la población y la nula respuesta por parte del Estado a estas necesidades conlleva la importación masiva de mano de obra femenina de los países del Sur global, destinada al trabajo doméstico y de cuidado remunerado.

Frente a este modelo agrícola neoliberal, intensivo e insostenible, que se ha demostrado totalmente incapaz de satisfacer las necesidades alimentarias de las personas y el respeto a la naturaleza, y que es especialmente virulento con las mujeres, se plantea el paradigma alternativo de la soberanía alimentaria. Se trata de recuperar nuestro derecho a decidir sobre qué, cómo y dónde se produce aquello que comemos; que la tierra, el agua, las semillas estén en manos de las y los campesinos; de combatir el monopolio a lo largo de la cadena agroalimentaria.

Y es necesario que esta soberanía alimentaria sea profundamente feminista e internacionalista, ya que su consecución sólo será posible a partir de la plena igualdad entre hombres y mujeres y el libre acceso a los medios de producción, distribución y consumo de alimentos, así como a partir de la solidaridad entre los pueblos, lejos de las proclamas chovinistas de “primero lo nuestro”.

Hay que reivindicar el papel de las campesinas en la producción agrícola y alimentaria y reconocer el papel de las mujeres de maíz, aquellas que trabajan la tierra. Hacer visible lo invisible. Y promover alianzas entre mujeres rurales y urbanas, del Norte y del Sur. Globalizar las resistencias… en femenino.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2321/mujeres-de-maiz/

Declaración del “Foro regional en defensa de nuestro maíz nativo”

Declaración del “Foro regional en defensa de nuestro maíz nativo”

Tapachula, Xoconochco, Chiapas, marzo de 2010

Los abajo firmantes, organizaciones sociales, organismos civiles, campesinos(as), estudiantes y académicos (as), participantes en el Foro Regional en Defensa de Nuestro Maíz Nativo, después de dos días de compartirnos información, experiencias y reflexiones, acordamos emitir la siguiente DECLARACIÓN:

Considerando:

– Que nuestro país es centro de origen, diversidad y domesticación del maíz desde hace más de siete mil años;

– Que de acuerdo a la cosmogonía de nuestros antepasados indígenas mesoamericanos, los hombres y mujeres fuimos creados con maíz;

– Que el maíz es pilar fundamental de la economía, de la cultura y de la vida del pueblo mexicano;

– Que como producto de un milenario manejo de parte de indígenas y campesinos mexicanos, existen hoy 59 razas y más de 200 variedades nativas de maíz;

– Que el maíz es parte central de un sistema de producción integral y diversificada,

conocida popularmente como la milpa;

– Que la milpa es la vida de las familias y comunidades indígenas y campesinas de nuestro país y de nuestro estado, siendo base fundamental para su autosuficiencia, autonomía y soberanía alimentaria;

– Que la milpa, el ma’íz nativo y con ellos, la soberanía alimentaria y la vida de comunidades indígenas y campesinos y del propio pueblo mexicano, se encuentran en grave riesgo, debido a la propagación de diferentes cultivos transgénicos -incluido recientemente, el propio maíz- y a la expansión de plantaciones de agrocombustibles como la palma africana y el piñón;

– Que esta propagación y expansión de transgénicos y agrocombustibles la realizan los propios gobiernos, federal y estatal, para beneficio de grandes corporaciones multinacionales como Monsanto, Pioneer, Syngenta, Bayer, Dupont, Dow AgroScienses, etc.;

– Que recientemente la Organización Mundial para la Agricultura y Alimentación (FAO) intentó legitimar en Guadalajara, México, la expansión de cultivos transgénicos, como “supuesta solución para los problemas del hambre de México y el mundo” y como un “aporte a la lucha contra el cambio climático”, agrediendo con ello a nuestros pueblos;

– Que contraria a esta afirmación, sabemos que las técnicas agroecológicas son la única alternativa realmente sustentable para el incremento gradual y sostenido de la producción y productividad de granos básicos, -y por tanto, la verdadera solución al hambre del mundo- haciendo esto en armonía con la Madre Naturaleza;

– Que la mayoría de estas técnicas agroecológicas -que incluyen a las propias semillas nativas- forman parte de los saberes tradicionales de comunidades indígenas y campesinas mesoamericanas, mismos que han sido tradicionalmente ignorados y discriminados por los gobiernos;

– Que todas esta amenazas se reflejan de manera particular en Chiapas y más puntualmente, en esta región del Xoconochco –zona de altísima biodiversidad natural y centro de origen histórico de la domesticación del maíz, realizada ésta por la primer cultura mesoamericana: los Mokayas, los “Hombres de Maíz” (ancestros de la cultura Olmeca)– donde milpas y maíces nativos están siendo desplazados tanto por la acelerada expansión de cultivos exóticos (particularmente soya, presumiblemente de origen transgénico) como por el agresivo programa oficial denominado “Reconversión Productiva”, que expande plantaciones monoespecíficas con fines agrocombustibles, como la palma africana y el piñón, mismas que, además de ser altamente contaminantes del suelo y del agua, propician la pérdida de la diversidad biológica, de la soberanía alimentaria, del conocimiento profundo de la agricultura tradicional, y de la identidad y del arraigo de comunidades descendientes directas del “Pueblo del Maíz”.

En base a lo anterior:

DECLARAMOS

1. Nuestra firme convicción de defender las milpas y maíces nativos, tanto de la región del Xoconochco, como del estado de Chiapas y del país.

2. Nuestro compromiso de difundir, por todos los medios a nuestro alcance, la grave amenaza que existe sobre nuestras milpas y ma’ces nativos, y consecuentemente, sobre nuestras comunidades y sobre el propio pueblo mexicano, con la expansión de cultivos transgénicos y plantaciones agrocombustibles.

3. Nuestro rechazo a los recientes sistemas de transporte público-privado inaugurados en Chiapas, basados supuestamente en agrocombustible –tales como los llamados “conejo bus” de Tuxtla Gutiérrez y “huacalero bus” de esta ciudad de Tapachula- por ser una falsa y demagógica alternativa a los problemas de emisiones contaminantes y del calentamiento global.

4. Nuestras exigencias al gobierno federal y al gobierno de Chiapas, de:

a) Cancelar los 24 permisos expedidos por SAGARPA y SEMARNAT, supuestamente para “siembra experimental” de maíz transgénico, otorgados en octubre de 2009 –mediante subsidios públicos- a las corporaciones multinacionales Monsanto, Pioneer y Dow AgroScienses.

b) Prohibir definitivamente toda siembra de maíces transgénicos, apoyando en cambio, un régimen especial para la protección de nuestros maíces nativos, como establece la ley en la materia, y un programa de apoyo a las milpas de policultivo campesinas con técnicas agroecológicas, elaborado e instrumentado con plena y legítima participación de pueblos y comunidades, como base de la soberanía alimentaria local, regional y nacional, entendida ésta como el derecho soberano de los pueblos, a definir qué y cómo sembrar y producir.

c) Detener la expansión sobre el territorio mexicano y chiapaneco, de otros cultivos transgénicos como son la soya y el algodón.

d) Obligar a la industria alimentaria y a importadores de granos, a colocar en sus productos una etiqueta que señale claramente su origen y contenido transgénico.

e) Detener la expansión de plantaciones monoespecíficas con fines agrocombustibles, tales como la palma africana, el piñón y la higuerilla.

Finalmente, como parte de nuestra Declaración, y considerando que hoy 18 de marzo de 2010, se conmemora el 72 Aniversario de la expropiación petrolera, realizada en esta misma fecha del año 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, retomamos el pensamiento expresado en el discurso expropiatorio, que textualmente dice: “Los recursos naturales del país deben servir para su propia prosperidad; entregarlos a intereses extraños es traicionar a la Patria”.

Firman:
Kay Kab, el fruto amargo-SSS; Skoltael Lum K’inal, AC; Red Ambiental Cahuacán; Tianguis de productos orgánicos el Huacalero; Red en Defensa del Maíz; Centro de Estudios para el Cambio del Campo Mexicano (CECCAM); Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas; Greenpeace México; UNORCA Vía Campesina; Maderas de Pueblo del Sureste, AC; Enlace, Comunicación y Capacitación, AC; Red Maíz Criollo Chiapas; XEVFS, la Voz de la Frontera Sur; Ik Balam, agencia informativa ambiental; ECOSUR; Andrés Contreras (el juglar de los caminos) (y 120 firmas individuales de campesinos, estudiantes y académicos).