Tom Kucharz, Periódico Diagonal
Debemos estar alarmados con tanta autocomplacencia con el acuerdo «histórico» de París. La imagen es de una mascarada lamentable. Naciones Unidas, jefes de Estado y la mayoría de los medios de comunicación celebran con euforia el Acuerdo de París, pero en realidad es inhumano, engañoso y esquizofrénico.
El Acuerdo de París es inhumano porque consiente la destrucción de los medios de vida de millones de personas en el mundo. Los gobiernos han cruzado todas las líneas rojas marcadas por la ciencia y la sociedad civil organizada. El acuerdo acepta implícitamente un aumento de temperatura global de entre 2,5 ºC y 3,7 ºC.
Diversos organismos evaluaban el alcance de las promesas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (las llamadas INDC) hechas por los diferentes países antes de la cumbre y afirmaron que con dichos objetivos no se contiene el aumento de temperatura por debajo de 2 ºC a final de siglo respecto a la era preindustrial.
Es una decisión que nos llevará a niveles catastróficos de cambios globales. Los gobiernos no han querido acordar obligaciones de reducción de emisiones más ambiciosos para limitar el calentamiento a 1,5 ºC, lo que equivale a permitir conscientemente la muerte, el desplazamiento y el sufrimiento de millones de personas. Una vez más se han favorecido los intereses y beneficios económicos por encima del cumplimiento de los derechos humanos.
El acuerdo también es inhumano porque festeja las limosnas que se dan al Sur global en función de la financiación de medidas de adaptación al cambio climático con el Fondo Verde para el Clima, mientras impide anclar el derecho a compensación por daños y pérdidas, por ejemplo en el caso del aumento de enfermedades tropicales, los suelos degradados, la pérdida de fuentes de agua o la desaparición de pueblos enteros en zonas costeras afectadas por la mayor incidencia de huracanes e islas inundadas por el aumento del nivel de mar.
El Gobierno de Estados Unidos, con la complicidad de la Unión Europea, ha insertado una demanda sin precedentes: que los países más vulnerables al cambio climático renuncien a su derecho legal a demandar a otros países por pérdidas climáticas.
El Acuerdo de París es injusto porque recoge menores obligaciones para los países más enriquecidos e históricamente más responsables del cambio climático, y aumenta la carga para los países más vulnerables y empobrecidos, mientras reduce la seguridad para ellos y da más espacio al sector privado.
El acuerdo es engañoso, ya que pretende ser capaz de detener el cambio climático, mientras que el texto hará todo lo posible para proteger los intereses de las grandes empresas. Es un acuerdo que ha nacido vacío y en el que las promesas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no son de obligatorio cumplimiento.
¿De qué «mecanismos vinculantes» estamos hablando? Los tratados de comercio e inversión como el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP), que los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea negocian con mucha voluntad política sí serían vinculantes y marcarían un modelo de producción y consumo destructivo. Las políticas de comercio e inversión han contribuido significativamente al aumento la extracción de combustibles fósiles y han anulado la legislación ambiental, lo que impide poner en práctica políticas coherentes para frenar el cambio climático.
La COP21: permite seguir quemando energías fósiles
Lo más grave: al Acuerdo de París no menciona ni una sola vez el término combustibles fósiles. Los gobiernos no sólo no han tenido la voluntad política para oponerse a las poderosas industrias de los combustibles fósiles, si no que van de la mano, como señalan diversas investigaciones sobre las puertas giratorias y el lobby empresarial que han hecho caer la balanza en la COP21. Por eso el Acuerdo de París no impulsa una transición energética ni pone fin a los combustibles fósiles, como expresan desafortunadamente algunas valoraciones de ONG como Greenpeace o Avaaz. Por eso es un acuerdo contra la ciencia que dice claramente que hay que dejar dos terceras partes de las reservas probadas de los combustibles fósiles en el subsuelo.
El texto de París nos condena a décadas de inacción y más cambio climático, no tiene el sentimiento de urgencia porque no hay objetivos de reducción de emisiones a corto y medio plazo de aquí hasta 2020 y las primeras revisiones del acuerdo sólo serán en 2023.
Es esquizofrénico que los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, y las grandes empresas de combustibles fósiles y agroindustriales, que son los principales culpables históricos del cambio climático, ahora se presenten defendiendo un objetivo máximo de 1,5 ºC de aumento de la temperatura global. Se necesita ese objetivo –que, por cierto, no es un objetivo obligatorio–, pero sin falsas soluciones, como los mercados de carbono, la energía nuclear y la geoingeniería que han estado tan presentes en las salas de negociación de París.
El Acuerdo de París habla de “equilibrio’ entre las emisiones antropogénicas y la capacidad de absorber esos gases, no reducciones de emisiones reales y a nivel doméstico, y justifica las tecnologías peligrosas de la industria petrolera, como la captura y almacenamiento de carbono (CCS) y la bioenergía.
Al incluir los suelos agrícolas en el acuerdo se puede provocar nuevos acaparamientos de tierras que se dedicarán a la especulación con los mercados de carbono en vez de producir alimentos sostenibles, lo que agravará la crisis alimentaria.
Frente a la indiferencia, la movilización ciudadana
Con la indiferencia con la que han reaccionado los gobiernos al estado de emergencia climática, se ha demostrado una vez más que la sociedad civil organizada debe hacer cumplir los cambios necesarios desde abajo y no debe esperar nada de sus gobiernos ni del espacio de negociaciones de Naciones Unidas.
Por ello lo más importante acontecido en París han sido los encuentros, actividades y movilizaciones convocadas por la Coalición Clima 21, una coalición compuesta por más de 150 organizaciones de Francia y que ha contado con el apoyo de numerosas redes, plataformas y organizaciones de base de otros países. En paralelo han tenido lugar manifestaciones y protestas en el mundo entero.
El sábado, último día de la cumbre, miles de personas se manifestaron en las calles de París contra el acuerdo criminal de la COP21 a pesar del estado de excepción, las restricciones al derecho de manifestarse y a las libertades (como los arrestos domiciliarios) y la campaña de miedo del Gobierno para desalentar a la gente a protestar.
La esperanza de París es el empoderamiento de los cambios impulsados por la ciudadanía frente al calentamiento global, con miles de luchas, como las articuladas contra las industrias de los combustibles fósiles y el fracking, acuerdos comerciales como el TTIP, o la energía nuclear.
Parece que las grandes industrias de los combustibles fósiles han ganado las negociaciones de la cumbre de París, pero, lejos de resignarse, los propósitos de la gente que han venido a París a manifestarse y rechazar el Acuerdo de París son: resistencia, alternativas al capitalismo, desinversión de los combustibles fósiles y desobediencia.
Las protestas de París también han puesto una señal muy clara contra la nueva escalada militarista del Gobierno francés y la OTAN. Desde la última asamblea en la Zona de Acción Climática, uno de los espacios de la sociedad civil organizada en París ,donde se congregaron miles de activistas para denunciar las negociaciones oficiales, se ha hecho un llamamiento a la movilización global contra la guerra en Siria y la islamofobia el 13 de febrero 2016.