María Guadalupe Cárdenas Zitle
Colectivo Feminista Mercedes Olivera y Bustamante
Es necesario reconocer que existe y se continua construyendo una nueva ética, desde una perspectiva feminista, de género, para poder desenmascarar los discursos que reproducen y justifican la desigualdad entre mujeres y hombres y elaboran argumentos que con una intención “democrática” y “conciliadora” intentan despolitizar las causas y consecuencias de la violencia sexual contra las mujeres en todas sus manifestaciones.
La ética feminista se construye a partir de condiciones de desigualdad y subordinación entre mujeres y hombres, a partir de prácticas individuales y sociales. Esta ética feminista cuestiona la construcción patriarcal del ser mujer y hace un llamado a la toma de conciencia de las condiciones de explotación, discriminación, alienación, violencia y exclusión hacia las mujeres.
Es la ética que nos puede conducir a no ser cómplices de un pacto patriarcal, a hacer nuestra la justicia y la integridad entre mujeres y hombres. Es una ética que concibe un nuevo horizonte en nuestras vidas y nos conduce a un paradigma diferente de libertad. Una ética feminista que incluye respeto, honestidad, transparencia, confianza mutua, flexibilidad, espíritu de colaboración.
La doble moral patriarcal y el pacto patriarcal, prescriben conductas y valores diferentes para mujeres y hombres, valorando los masculinos y haciendo de ellos los parámetros de los femeninos. Trivializa las manifestaciones de violencia.
Ante las agresiones sexuales hacia las mujeres por parte de Onécimo Hidalgo se tratan de acomodar los principios éticos y las creencias a la conveniencia particular de quien las utiliza. Esta es la doble moral que manipula para minimizar la violencia sexual por parte de Onécimo en contra de no sabemos cuántas mujeres. La doble moral es un abuso de poder porque no se utiliza el mismo rasero cuando se trata de posicionarse ante acciones cometidas por amigos o enemigos, o cuando se trata de violaciones a derechos humanos en contra de comunidades enteras, por problemas de violencia social o pobreza, o cuando se trata de mujeres agredidas sexualmente.
La doble moral es un acto de terrible cinismo, es una práctica que lastima, es una estrategia tramposa para justificar la injusticia, es complicidad y simulación, es una mentira institucionalizada, es un engaño que no debemos permitir. Estamos hablando de violencia sexual hacia mujeres, estamos hablando de búsqueda de justicia.
Cuando hablamos de violencia sexual hacia las mujeres no falta quien recurra a esta doble moral, haciendo llamados a diálogo, mediación, negociación, reflexión, a no ser jueces, en fin, a no tomar un compromiso decidido a favor de las mujeres agredidas.
Es necesario que se establezca un diálogo, sí, pero un diálogo que incluya las voces de todas las víctimas, un diálogo multitudinario y social, donde se establezca la batalla por incorporar en las significaciones imaginarias sociales dominantes los significados consensuados por las mujeres.
La violencia sexual, reside en la relación de poder y sometimiento de la sexualidad de las mujeres, a través de la significación de las relaciones de poder. Se puede decir que todos los actos de violencia de género ejercidos contra mujeres, reflejan la configuración de una claro mecanismo de poder, dominación y control hacia ellas, práctica que identifica asimismo, dinámicas sociales construidas como resultado de las relaciones asimétricas de poder entre los géneros.
La inapropiada insistencia en el diálogo y la mediación entre mujeres agredidas y agresores resulta problemática por un sin número de razones. Es poco probable que las víctimas de violencia sexual presenten una denuncia. Además, la insistencia en el diálogo para que la víctima femenina negocie con el agresor asume que la víctima y el agresor tienen el mismo poder de negociación en su relación; se perpetúa una situación de desequilibrio de poder.
¿Cómo es posible conciliar normas morales exigidas para todas y todos con relaciones políticamente desiguales? Hasta ahora la respuesta ha sido separar la moral del poder, lo individual de lo social, la apariencia de la realidad, la moralidad de los que obedecen de la inmoralidad de los que mandan, los métodos curativos de los métodos preventivos. Así, la moral legitimado el doble rostro del poder, de igual manera que el poder legitima el doble rostro de la moral.
¿Moral correctiva o moral preventiva de la violencia contra las mujeres? O más bien ¿moral o ética?
Para poder construir una sociedad solidaria, libre, igualitaria, justa, digna para mujeres y hombres requiere una permanente actitud autocrítica, de deconstrucción de actitudes y prejuicios. Es necesario construir valores que acaben con el miedo, la soledad y el silencio que se exigen de parte de las mujeres para mantener el orden patriarcal. Nuevos valores que signifiquen las voces de las mujeres y sus denuncias como un acto de rebeldía ante este sistema patriarcal.
Las mujeres comprometidas pública y políticamente se transforman en blanco del castigo y del disciplinamiento político, cuyo objetivo primordial es controlarlas mediante un modelo único, y producir la internalización de la amenaza del temor para enseñarles a no osar en salirse de los roles de género y roles asignados de esposa y madre.
Hacer política no sólo es participar en luchas para erradicar los problemas sociales, es también la práctica de las mujeres agredidas por Onécimo Hidalgo para deconstruir el dominio de género, para construir sus alianzas para erradicar la violencia en su contra y en contra de las demás, para convertirse en sujetas y no objetas de pactos, para ser interlocutoras, dialogantes, con voz propia y que esta voz sea valorada, es decir, para ser mujeres pactantes de un nuevo orden, para ser sujetas políticas, para deconstruir el pacto patriarcal desde una ética feminista.