Joan Martínez Alier
La Jornada
En su nuevo libro Naomi Klein pone el cambio climático en el centro de la política. Hay movimientos que en todas partes actúan contra el petróleo, el carbón y la extracción de gas, y también contra la deforestación. “Sea o no el cambio climático su motivación principal, (tales movimientos locales) merecen ser reconocidos como anónimos «guardadores de carbono», que mediante la protección de sus amados bosques, montañas, ríos y costas, ayudan a protegernos a todos” (p . 352). El libro tiene 570 páginas, explica la química y la economía política del cambio climático, y lleva 70 páginas de notas al pie y referencias. Es un libro muy serio y también inspirador que llama a la acción.
Naomi Klein quedó impresionada al hablar en abril de 2009 con Angélica Navarro, la embajadora boliviana ante la ONU en Ginebra, y entendió entonces la fuerza del concepto de «deuda ecológica». El libro narra con buen humor la participación de la autora como invitada en las reuniones del Heartland Institute, donde se organiza la negación por motivos políticos del cambio climático, y también en reuniones de expertos de geoingeniería como Ken Caldeira y David Keith.
Se burla de la organización The Nature Conservancy que saca petróleo en una reserva natural en Texas a la que tiene acceso con la excusa de preservar la especie llamada «gallo Attwater de la pradera».
Naomi Klein cree en el ecologismo de los pobres y los indígenas mucho más que en el ecologismo de las grandes organizaciones verdes. Su libro explica sus correrías hasta las barricadas y bloqueos contra la minería de oro a cielo abierto en Grecia y contra la fractura hidráulica de gas de esquisto en Francia y en Rumania, en los humedales de Louisiana para inspeccionar los daños del derrame de British Petroleum. Basándose en los informes de EJOLT, reconstruye la historia real de la propuesta de dejar el petróleo en el suelo en la región de los Ogoni en el delta del Níger y en la Amazonia de Ecuador, y la fundación de Oilwatch en 1995 que proponía, ya entonces, la defensa de poblaciones locales señalando a la vez que hay que dejar gran parte de los combustibles fósiles en tierra si el aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera debe ser evitado.
El libro incluye viajes a la devastación de las arenas bituminosas de Alberta en Canadá y la participación en la resistencia contra el oleoducto Keystone XL. Narra también la resistencia a la minería y transporte de carbón. Naomi Klein cita el artículo 71 de la Constitución de Ecuador sobre los derechos de la naturaleza, la obligación de respetar y restaurar los poderes regenerativos de la naturaleza. El «derecho a regenerar» es una frase clave.
La autora contribuye con este libro al movimiento por la justicia climática global. No da instrucciones detalladas sobre la forma de ponerlo en marcha y cómo debamos proceder. ¿Hay que ir a París en 2015? No hay necesidad de esto, porque ya existen muchos movimientos ambientales de resistencia en cualquier lugar donde estemos viviendo. Sin embargo, tal vez hay que ir a las calles de París, ¿un millón de personas pacíficas y hacerse cargo de la COP? El movimiento debe buscar aliados, pero poniendo el cambio climático en el centro, «la cosa que lo cambia todo».
Naomi Klein sostiene que el ecologismo de las décadas de 1960 y 1970 fue más fuerte que en la era neoliberal de Ronald Reagan. El mercado autorregulado se convirtió en un eslogan político triunfante, aunque muy debilitado después de la crisis financiera y económica de 2008. Es hora de que haya políticas más radicales. Pero ellas no vendrán de políticos ineficaces como Obama o de la ONU.
El pasado 21 de septiembre se produjo una gran movilización contra el cambio climático y su efecto en la historia de la humanidad, con cientos de miles marchando. Uno de los manifestantes fue un fiscal de distrito del condado de Bristol, Massachusetts (EU), que se negó a procesar a activistas que anclaron su pequeño barco precisamente donde un gran barco estaba llegando para descargar carbón para una central térmica. Esos activistas que bloquean puertos de carbón forman parte del gran movimiento que Naomi Klein llama Blockadia.
La tarea urgente de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero recae en los movimientos que forman redes mientras batallan en el terreno frente a las empresas privadas o estatales de combustibles fósiles, contra pozos de petróleo y minas de carbón, sus poliductos y sus transportes marítimos, sus refinerías y centrales térmicas.
*ICTA-Universitat Autònoma de Barcelona