Los “Escaramujos” son documentos de análisis producidos por Otros Mundos A.C. Les presentamos el último número de la colección, esperando les sirva para sus trabajos en defensa de los territorios. (Ver todos los números del Escaramujo)
“EL SIONISTA”, UN NUEVO CONCEPTO UNIVERSAL
Ana Vázquez Carpizo
Gustavo Castro Soto
Otros Mundos Chiapas
4 de Abril 2024, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México
https://otrosmundoschiapas.org/
En la actualidad se debate mucho el concepto de “sionismo”, palabra que se deriva de la colina del mismo nombre, ubicada en la ciudad de Jerusalén, y que tiene dos significados simbólicos muy importantes para el judaísmo: el primero, porque es el lugar donde se asienta el Muro de los Lamentos; y segundo, porque desde tiempos muy remotos Sión ha sido sinónimo de Jerusalén. Cuando un grupo de judíos marcaron como objetivo central conformar un Estado independiente invadiendo y ocupando Palestina, y con capital en Jerusalén, se le denominó “movimiento sionista” como una ideología que justificara las atrocidades que deberían cometer para adueñarse de un territorio que no es suyo. Todo aquél que se opusiera a este derecho que dicen les dio su dios, sería estigmatizado de “antisionista”. Pero no todos los judíos se tragaron el cuento.
LA ESTRATEGIA SIONISTA
El objetivo central de los sionistas desde finales del siglo XIX ha sido crear su propio país en el contexto de los nacionalismos y de la creación y recomposición de algunos Estados-Nación. Pero… ¿dónde? ¿A quién expulsar de su casa para apropiarse de ella? Pensaron en Argentina o en Uganda, pero al final decidieron invadir, adueñarse y hacer suyo el territorio palestino y de paso, si se puede, del territorio de Líbano, Cisjordania, Jordania, Siria y parte de Irak para crear lo que llamarían el Estado de Israel. Por ello, este ‘país’ no ha delimitado sus líneas fronterizas hasta la fecha para continuar con sus invasiones y su expansionismo, pese a que la Resolución 242 de 1967 del Consejo de Seguridad de la ONU le exige que delimite el territorio de su país. Y es que Israel no tiene límites geográficos, territoriales, morales ni éticos.
El problema fundamental para los sionistas es que el territorio que invaden tiene dueño: el pueblo palestino que por centurias y centurias ha vivido ahí. Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Matarlos, expulsarlos, encarcelarlos, generarles terror, desplazarlos, ocupar sus tierras y robarles sus viviendas? ¿Desaparecerlos en su totalidad? Sin embargo, los sionistas tienen otros problemas: no son semitas, los fundadores de Israel nunca vivieron en Palestina o han hebraizado sus apellidos polacos o de otras regiones para justificar sus raíces míticas.
La justificación ideológica que acompaña a la estrategia sionista va acompañada de un odio irracional y exacerbado, de una justificación religiosa, teológica, política, mítica, bíblica, racial, antropológica, lingüística, genética, histórica, ideológica y cultural, mientras que la económica, la corrupción, la falta de democracia y la ambición se escondan tras ellas. Confunden y mezclan argumentos de manera sumamente ignorante o manipuladora para justificar el genocidio y la masacre de niños y niñas. ¿Quién puede justificar un infanticidio? Sólo los sionistas. Pretenden hacer creer que su ambición debe ser avalada por todos, como diría un sionista: «El sionismo no es solo una cuestión judía, es una cuestión de humanidad». Sin embargo, ellos mismos aceptan en sus propias palabras su locura, sus delirios de grandeza y su real pensamiento genocida (Véase El Escaramujo 127: “Los Sionistas Genocidas, en sus propias palabras…”).
El sionismo actual se funda en leyendas, mitos y relatos bíblicos que no se sustentan en evidencias
históricas, bajo el argumento de que su dios les ha otorgado las tierras palestinas y que obedecen la
voluntad de su dios. Por lo tanto, esta teocracia fundamentalista basada en esta teología política
sionista, convierte al sionismo en una ideología esencialmente antidemocrática. Hacen de la Torah, el
equivalente judío al Antiguo Testamento cristiano, un título de propiedad. Y resulta pertinente
mencionar que la mayor parte de los fundadores del Estado de Israel NO eran judíos practicantes. De
hecho, algunos, como David ben Gurion, primer primer ministro de Israel, era ateo. Habrá que aclarar
también que existen varios tipos y corrientes del sionismos, desde el sionismos político y el laborista
hasta el sionismo mesiánico. Pero al final de cuentas, hay un tipo de sionismo que se va imponiendo,
el hegemónico, el realmente existente, el que hoy masacra a un pueblo entero.
En 1897, Theodor Herzl crea la Organización Sionista Mundial para salvar a los judíos perseguidos. Este movimiento impulsaba el ‘derecho legal’ de ‘todos los judíos’ del mundo a vivir en la ‘Tierra de Israel’, cuyo centro sería Jerusalén ubicada en la colina de Sión. Para ello se tendrían que promover y financiar la ocupación, la invasión del territorio de los palestinos con colonias y agricultores y crear una conciencia nacional. Así, la familia multimillonaria Rothschild se ha dedicado a financiar hasta la fecha la ocupación, la invasión y el genocidio en Palestina. Al menos han pasado cien años de violencia y ocupación de lo sionistas de un territorio que no es suyo, en el que nunca, ni ellos ni sus antepasados, vivieron antes.
Los sionistas justifican el genocidio afirmando una serie de contradicciones y mentiras: que los palestinos no son un pueblo, que no son del lugar, que nunca lo han sido, que ni siquiera existen, que ellos no son los elegidos por su dios, que los palestinos son los invasores y los agresores, que Israel tiene derecho a defenderse, entre otras absurdas narrativas esquizofrénicas de los sionistas. Se consideran un regalo para la humanidad; que es la humanidad quien debe agradecerles su existencia y servirles porque son el “pueblo elegido”; que nadie tiene derecho a existir si no aceptan sus preceptos; que no se deben a las leyes internacionales sino a su dios que les otorgó la tierra palestina. Los colonos eurojudíos invasores se consideran superiores en raza y a los palestinos, los animales.
Israel extermina al pueblo palestino por todos los medios. Hace caso omiso de las Resoluciones de la ONU, organismo que le dio origen (Ver El Escaramujo 126: Las Resoluciones de la ONU sobre Israel,.. la soberbia sionista”). También le bombardea sus ambulancias, sus refugios, su personal. Exige la renuncia del Secretario de ONU, les niega las visas, bombardea sus caravanas humanitarias. Israel bombardea y destruye hospitales con todo y enfermos dentro, también lo hace con centros de educación, universidades, mezquitas, iglesias, viviendas y panaderías.
El Estado de Israel está sustentado en el mito de lo que los propios sionistas llaman “el mejor ejército del mundo”. Y aquí cabe hacer una reflexión: ¿es Israel un Estado que necesita un ejército o más bien, un ejército que necesita un Estado para justificar su existencia, sus negocios y, sobre todo, sus acciones genocidas?
Israel y su ejército destruyen carreteras y toda clase de infraestructura. Queman los alimentos y
bloquean su arribo a los hambrientos palestinos; impiden el suministro de agua, de energía eléctrica, de
gas y toda fuente de energía. Masacran a niños y niñas, los encarcela y tortura. Arrinconan a la
población palestina o la hacina como lo hacían los nazis para bombardearlos matando a más de 100 de
un solo golpe. Los colonos sionistas invasores roban las viviendas de los palestinos, los humillan en las
calles, les generan terror para que huyan y abandonen sus hogares, mientras que el ejército viola
mujeres y niñas. Israel asesina igualmente a maestros, universitarios, médicos, enfermeras como a
periodistas. Pero si se les señala de genocidas, ¡todavía tienen el cinismo de sentirse ofendidos! Este es
el sionismo realmente existente. Es el sionismo una terrible enfermedad humana encarnada en Israel y
todos sus aliados.
Ante dicha ocupación, la invasión, la persecución, la violencia y el genocidio, a los palestinos les asiste el derecho de defenderse. No es un derecho de los agresores, sino de los agredidos. Aunque no todos los judíos les hicieron caso a los israelíes sionistas, a los gobiernos sionistas, a los católicos sionistas, a los cristianos sionistas, a los banqueros sionistas, a las empresas militares sionistas; no todos aceptaron esta narrativa ni estuvieron de acuerdo. Algunos sionistas ignorantes, entre ellos algunos cristianos, otorgan su apoyo a los sionistas israelíes “porque también ellos (los sionistas israelíes) son cristianos”. Otros porque solo si Israel masacra al pueblo palestino y se adueñan del territorio, se cumplirá la profecía de la segunda llegada del Mesías. Se dan estas narrativas entre otras muy ignorantes y vergonzosas.
No todos los judíos obtuvieron la nacionalidad israelí, y no todos los judíos están de acuerdo con las políticas sionistas, con las masacres, las torturas, los encarcelamientos, las humillaciones, con el despojo de tierras y viviendas de los palestinos, con el asesinato de niñas y niños. Porque son acciones contrarias al espíritu del judaísmo, aunque los sionistas manipulan sus leyendas bíblicas como históricas y hagan de su dios un ente verificable que les confirma y bendice su violación a los derechos humanos. Sin embargo, existen gobiernos y personas de otras religiones que son sionistas. El sionismo va más allá, es más profundo, es más universal.
Los sionistas israelíes basan su invasión justificando políticamente que tienen derecho a defenderse cuando han sido ellos los agresores desde hace más de cien años, y que tienen derecho a un estado aunque implique robárselo a otro. Basan su invasión en que un dios los eligió. Se basan en una ideología de extrema derecha, ultranacionalista, supremacista, colonialista y fascista sin limites, y consideran a los dueños actuales de las tierras como animales invasores. Se consideran únicos, superiores, y con racismo, esquizofrenia, desprecio y odio alimentan su ‘misión divina’. Tienen la absoluta razón y nadie se les puede oponer.
Los sionistas israelíes basan la ocupación bajo el argumento de que el pueblo judío quiere volver a sus raíces. Afirman que «pedir que los Judíos en el Siglo XXI no sean Sionistas, es equivalente a pedir qué no practiquen su Judaísmo ó que no manifiesten expresiones culturales de su identidad, es decir, es Antisemitismo.» Tampoco existe un único pueblo judío, y menos en términos genéticos, esto es una aberración. Hay judíos en todos los continentes del mundo, asiáticos, africanos, latinos, etcétera. En éste supuesto ‘único pueblo de sangre judía’ existen las diferencias, las clases sociales y el racismo. Se desprecian entre ellos, entre los ortodoxos, entre los judíos de diferentes etnias y continentes. Y esto es igual en el mundo católico disperso en continentes, entre sus mestizos e indígenas, entre ricos y pobres católicos. Es más, pasa en todas las religiones.
La ideología sionista manipula argumentos para confundir. Mezcla y hace una argamasa con los conceptos israelí, judío, judaísmo, hebreo, ejército, semita, sionista, Torah, tierra prometida, pueblo elegido, regreso, retorno, entre otros, para justificar por todos los ángulos la ambición de unos pocos.
El sionismo esconde el verdadero interés económico, de la acumulación de capital, del poder y de la ambición. Por ello, los sionistas israelíes también necesitan aliados sionistas interesados en recursos petrolíferos y bienes estratégicos, así como una plataforma para combatir a los países del Oriente próximo. Y de telón de fondo, el negocio de la venta y compra de armamento y equipos militares de los aliados sionistas a Israel y viceversa, pese a que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU exhortó en 2018 a la comunidad internacional a que detuviera la venta de armas de Israel. Nadie hizo caso.
Así, Israel sigue vendiendo armas a infinidad de países y otros muchos gobiernos sionistas del mundo siguen vendiendo armas a Israel para matar a niños y niñas. Estos son los gobiernos de Estados Unidos y Canadá; pero también de la minúscula península asiática llamada Europa, donde se han originado las guerras mundiales y que ha sido cuna de todos los países colonizadores que han hecho estragos y genocidios en América, África y Asia desde hace siglos. Son ellos quienes apoyan, financian, justifican el genocidio, el infanticidio, la limpieza étnica, la hambruna como arma de guerra de Israel contra el pueblo palestino. Y son todos esos gobiernos quienes persiguen, criminalizan y encarcelan al movimiento social que muestre compasión y solidaridad con las niñas y los niños asesinados, o contra aquellos que exigen el respeto a los derechos humanos y el derecho internacional definidos por la ONU.
Usan la carga religiosa y mítica para adornar las causas políticas como los “Acuerdos de Abraham” firmados en 2020, los últimos acuerdos de paz en Medio Oriente, Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein para normalizar las relaciones diplomáticas y comerciales entre los países árabes y el Estado judío. Marruecos y Sudán, ubicados en el Norte de África, también se unieron a los acuerdos posteriormente.
Europa y los Estados Unidos, a través de la ONU, fueron los principales impulsores del Estado de Israel en 1948, no sólo para limpiarse de la culpa del Holocausto judío, que ya sabían que estaba ocurriendo desde el ascenso de Hitler al poder en 1933, sino porque, además, ni antes ni después de esta guerra Europa los quería en sus territorios. De pasada, favorecería mucho a Occidente contar con un fuerte aliado en el mundo árabe lo que ayudaría a garantizar sus intereses comerciales y sobre los hidrocarburos y otros recursos estratégicos, además que contara con un actor que abonara la división de los pueblos árabes. Todos ellos se suman al sionismo. Otros lo hacen por otros argumentos religiosos como algunas corrientes evangélicas que, para el cumplimiento de sus supuestas profecías, Israel debe llegar a su supuesta ‘tierra prometida’ que un dios le ha otorgado.