El Escaramujo 136: D. TRUMP Y EL TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA (TPN)

Los “Escaramujos” son documentos de análisis producidos por Otros Mundos A.C. Les presentamos el último número de la colección, esperando les sirva para sus trabajos en defensa de los territorios. (Ver todos los números del Escaramujo)

EL ESCARAMUJO No. 136
D. TRUMP Y EL TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA (TPN)
La Geopsiquiatría

Gustavo Castro Soto
Otros Mundos Chiapas
06 de Agosto 2025, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México
https://otrosmundoschiapas.org/

Presentamos una breve reflexión sobre la hipótesis de que las grandes decisiones que determinan la política internacional, la economía y hasta la guerra en sentido amplio, o sea, la guerra comercial, mediática, digital, política y militar, que afectan a millones de personas en el mundo, no siempre están determinadas por personas que elaboran sesudas estrategias geopolíticas o geofinancieras, sino por los trastornos y patologías de quienes ostentan el poder. Se le puede llamar ‘geopsicología’, ‘geopersonalidad’, ‘geotrastornos’, ‘geopatologías’ o ‘geopsiquiatría’, como sea. La idea es describir otro eje que determina el rumbo de las políticas mundiales para hacer un análisis desde otra óptica. Para
ello elegiremos el último concepto. Y aunque existen muchos debates sobre diversos aspectos entre la psicología y la psiquiatría, sobre las patologías o los trastornos mentales; sobre las formas de solucionar el supuesto trastorno de la conducta, o si existen las ‘enfermedades mentales’, etcétera, aquí no nos
interesa abordar nada de ello.

El año 2025 está significando un período de muchos acontecimientos y transiciones mundiales jamás vistas que rompen esquemas, paradigmas, principios, políticas establecidas, acuerdos multilaterales, tratados, promesas, reglas escritas y no escritas. De ahí que se despliegan diversos enfoques de análisis
para entender lo que está pasando en el mundo, para darle una explicación y sobre todo para prever lo
que va a pasar en el futuro inmediato o para dilucidar hacia dónde se encaminan las tendencias regionales y mundiales de mediano y largo plazo. En diversos análisis se cuestiona ahora cuál es el nuevo orden mundial que se vislumbra, si estamos presenciando el fin del imperialismo norteamericano o del capitalismo. Si la crisis económica y financiera conformará otro andamiaje mundial, si las estructuras políticas multilaterales están colapsando y se reconfiguran las alianzas, si el mundo se encamina a una relación multipolar, si ya empezó la Tercera Guerra Mundial y se prevé una escalada violenta dentro de pocos años más, entre otras muchas interrogantes. Por ello, es urgente que desde los movimientos sociales se actualice el diagnóstico que se hace sobre el sistema capitalista y su modelo neoliberal.

Así, para unos, los acontecimientos y el diseño de estrategias para enfrentar estos nuevos acontecimientos y reacomodos mundiales se definen desde la lógica de las “Geofinanzas”, para otros desde la “Geopolítica”, pero para otros desde la “Geopsiquiatría”. Sin embargo, aunque las tres se interrelacionan, hay una que prevalece. Estos enfoques hacen referencia al énfasis desde donde se definen las estrategias y los acontecimientos; desde donde se entienden, se explican o se pueden predecir el comportamiento político internacional y sus consecuencias. Son las perspectivas que determinan y modifican la correlación de fuerzas, desde donde se entienden los acontecimientos políticos, económicos, sociales y militares. Estos ejes de análisis se combinan al mismo tiempo con otras disciplinas como la sociología, antropología, historia, entre otras, bajo lo que para unos llamarían
multidisciplinariedad, pluridisciplinariedad, interdisciplinariedad o transdisciplinariedad. Veamos
brevemente cada una de ellas.

Por un lado, ante tanto movimiento en el tablero mundial se ha puesto de moda el concepto de la “Geopolítica” y resaltan sus especialistas. El análisis ‘Geopolítico’ implica la interrelación entre la geografía y la política en el contexto de las relaciones internacionales. Esto es, cómo la realidad geográfica física y humana de una región del mundo determinan las decisiones políticas, económicas y militares internacionales de la persona o grupo hegemónico que toma dichas decisiones. La geopolítica centra su análisis en la interrelación entre el espacio geográfico y el poder político, y se juega entre la diplomacia y la guerra en sentido amplio que ya mencionamos. Quien toma las decisiones y determina la vida de millones de personas acciona en función de una estrategia geopolítica. Algunos actores importantes en el tablero mundial accionan desde esta lógica, pero no todos. Existe mucho escrito y hablado sobre el tema pero no nos interesa por ahora profundizar en esto. Nuestro interés es solo remarcar las diferencias con las otras dos perspectivas que hemos señalado.

En el caso de las «Geofinanzas» se refiere al estudio de las relaciones entre las finanzas globales, los flujos del gran capital mundial, la especulación financiera o el manejo especulativo de la Bolsa de Valores quienes determinan las estrategias globales, las relaciones internacionales, la política internacional y las guerras. Para los analistas geofinancieros son los dueños de las finanzas globales quienes determinan las dinámicas mundiales. Explican cómo los Bancos Centrales y otros mega bancos, la Casa Rothschild, BlackRock o los escenarios como el Foro de Davós o el Foro Bilderberg, deciden el destino del planeta. Aquí, la estrategia está regida por la especulación y la acumulación de riqueza por encima de la ideología o principios éticos, morales, políticos; por encima de los derechos humanos y de la naturaleza. Sobre esto habría mucho qué decir y existe mucha información al respecto. Pero ahora nos interesa otra perspectiva más.

Aquí nos interesa describir la “Geopsiquiatría”, por elegir un concepto que nos ayude a distinguir este
eje de los dos anteriores. Lo que nos interesa ahora es recalcar el trastorno mismo. No nos referimos a
cómo la geografía determina la personalidad de un individuo, a los espacios geopsicológicos, sino a los trastornos de la personalidad encarnada en quien ostenta el poder. Ciertamente influye la historia del individuo y su posición geopolítica, pero también su biografía, la psicología ambiental y otros elementos determinantes. Sin embargo, al final de cuentas es la patología del individuo la que determina en última instancia sus decisiones. Podríamos llamarle así “Geopsiquiatría” en la medida en que los trastornos y patologías mentales llegan a crear psicópatas en el poder cuyas decisiones que impactan a millones de personas son determinadas por su trastorno y no por sus decisiones geopolíticas o geofinancieras.

EL TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA (TPN)

Existen muchos tipos de trastornos mentales. La neurociencia, la psicología o la psiquiatría aportan muchas teorías y enfoques sobre estos trastornos. Aunque hay mucha bibliografía al respecto, por ahora
nos bastamos por resumir algunos síntomas del Trastorno de la Personalidad Narcisista (TPN) que se puede definir como aquella condición en que la persona tiene un aire de superioridad irrazonable.
La persona con el TPN necesita ser el eje de atención de los demás e impone el “yo” en el centro de las
relaciones, de las reuniones, de los debates o de los ambientes grupales. No acepta ser ignorada. Es muy reactiva a las críticas. No soporta que le marquen límites, errores o defectos. Antes marca los errores y los defectos de los demás para ubicarlos abajo de ella.

Por lo general es mentirosa, crea falsas historias y datos y al final termina por creérselas con el fin de
imponer su visión de las cosas. A esta persona poco le importa los sentimientos de los demás y tiende a
considerar que siempre tiene la razón y la última palabra aunque su actuar es muy contradictorio.
Cuando no encuentra argumentos para rebatir prefiere retirarse sin dar más explicaciones.
La persona con TPN socializa poco y no suele ser muy empática con quienes le rodean; considera que está por encima de los demás y que nadie es mejor que ella. Las personas no se sienten bien con su
presencia por lo que cultiva pocas amistades o ninguna. Sin embargo, se embelesan del narcisista quienes son atrapadas por su poder o por el miedo. Aparenta mucha confianza en sí misma pero puede
ser profundamente insegura. La persona con el TPN se molesta si no es admirada como cree merecerlo. No le gusta que le contradigan y se conflictúa incluso con las personas más cercanas.
También le fascina victimizarse porque los demás son culpables de los males que ella crea o inventa, se victimiza de las circunstancias que ella misma genera pero que culpa a los demás de sus consecuencias. Se victimiza al hacer sentir a los demás que se aprovechan de ella; o también para no asumir responsabilidades porque ella no se equivoca.

Le gusta sentir que posee el poder de control sobre las personas y tiene una tendencia a la grandiosidad; se siente especial y única, con mejores capacidades y talentos que los demás y exagera sus habilidades y logros. Quiere ser elogiada, con atención especial y muestra su rechazo a los espacios donde no se le recibe como considera que se debería hacer. Siente que todo lo bueno es producto de ella y lo malo proviene de quienes detesta o no logra controlar. Incluso los éxitos de otros es gracias a ella. Ante las críticas, la humillación o la vergüenza reacciona con amenaza, venganza o castigo. La persona con TPN le es difícil convivir con otra persona con el mismo trastorno.

La persona con el TPN genera un enorme ego y soberbia lo que le lleva a no aceptar sus errores.
Necesita que la alaben, que la vean y le reconozcan como superior. Siempre buscará un culpable externo que explique sus desgracias, porque ella siempre tendrá la razón. La necesidad de hacer sentir su poder le lleva a enemistarse con supuestos amigos o cercanos, o con los de su propia casa o compañeros de trabajo. La persona con TPN es muy ambiciosa: dinero y poder.

Cuando hay contacto cero con la persona narcisista, ésta se pone nerviosa y ya no puede usar sus engaños y mentiras. El narcisista buscará ser más hostil con amenazas e insultos para generar el miedo y el control y así meter al oponente en el circuito de su manipulación. No puedes alejarte y hacer nuevas amistades y alianzas porque la persona narcisista hará sentir que le necesitas y que sin ella no puedes vivir. Al narcisista le gusta que te sientas pequeño, incompetente, menor a él. Puede ser cruel, le gusta hacer daño para hacerte sentir que está sobre ti y alimentar su ego. Muchas personas regresan bajo su control por la culpa que sienten o por el influjo de la manipulación que se les ejerce.
La persona narcisista puede tener un sentido exagerado de auto importancia, con una preocupación
excesiva por el dinero, por la apariencia, por su cabello, por su atuendo. Puede burlarse en público de
otra persona y humillarla. No acepta errores o fracasos y culpa de ellos a factores externos. O espera a
que la situación externa le defina para no asumir la responsabilidad de tomar la decisión, para evitar equivocarse. Le fascina que estés pensando en ella y que sea el centro de tu atención. Quizás porque en
su infancia existió el abandono materno.

DONALD TRUMP Y EL TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD NARCISISTA (TPN)

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho sentir al mundo que ya llegó, que tiene el
poder. Desea volver a convertir a Estados Unidos en un país rico. Con lujo de ignorancia y falta de estrategia y conocimientos sobre la economía global, sube y baja aranceles a amigos y a enemigos, incluso a islas donde no vive nadie, y luego los cancela. Por ello le acuñaron el término “TACO”, abreviatura de “Trump siempre se acobarda”, por sus siglas en inglés. Otros lo acusaron de “gallina”.
Esto es una gran ofensa para una persona con TPN lo que puede explicar la militarización del estado de
California y otras acciones con el fin de comprobar que no es ninguna gallina y que mantiene su palabra. No importa la geopolítica o las geofinanzas, sino comprobar que él tiene el poder, el control y la razón. No importa la economía, las grandes empresas, la producción, nada de eso más que su ego, soberbia y dominio. Más cuando es un estado demócrata como California quien lo rechaza, de donde no obtiene votos, lo que le parece inaceptable. Por eso manifiesta un gran odio contra todos los demócratas de su país porque no soporta ser rechazado.

Trump no se enteró que la dependencia de Estados Unidos es tal que no puede obviar el andamiaje del comercio internacional que el propio Estados Unidos ha creado durante décadas. No sabe cómo hacerle
para enderezar su economía, pero hizo que se sintiera su poder, que nadie esté por encima de él. Sus
más cercanos aliados terminaron odiándolo. Trump los amenazó con más aranceles, borrar del mapa a
Canadá y anexarlo, adueñarse de Groenlandia y enemistarse con Dinamarca, criticar a Reino Unido, enemistarse con México y los inmigrantes, cambiar el nombre del Golfo de México por el Golfo de América; pretender convertir a Gaza en el paraíso de sus inversiones inmobiliarias, amenazar con invadir México o adueñarse del Canal de Panamá con mil historias y datos inventados que no se sustentan ni con dos dedos de frente y el mínimo conocimiento de la historia. Pero no le importó mostrar no solo su ignorancia y sus mentiras sino también su arrogancia y soberbia, porque tiene la razón.

Para Trump, todos los males que le aquejan y los que se inventa son culpa de otros, no de él mismo ni
de su país. Para el Presidente que han intentado asesinar sus mismos compatriotas, todo el planeta se ha
aprovechado de él. Estados Unidos es ahora la víctima y el resto del mundo los victimarios quienes se
han beneficiado a costa de ellos. No acepta que su país ha sido un genocida, que ha invadido y robado a
otros países, que cobija en sus fronteras a norteamericanos corruptos como jueces, policías, políticos,
abogados, funcionarios aduaneros, banqueros, empresarios y carteles de la droga muy poderosos. De
manera continua se registran masacres de niños en las escuelas. Trump pretende negar la inflación en
su país aunque no los fraudes electorales, y arremete contra todo aquél que le cuestiona, y los castiga y
los persigue.

Trump no acepta que su país cobija a los mayores consumidores de droga y no porque los mexicanos
hayan ido a meterles la droga en sus narices por la fuerza. Sin embargo, aunque acusa a todos los de
afuera de sus males endémicos, en su casa le revienta el conflicto. Trump quiere hacer ver su poder,
deteniendo a jueces, senadores, amenazando a gobernadores y autoridades locales aunque debilite su
propia casa, porque lo importante es que él es el que tiene el poder y el control. Viola la constitución y
las leyes de su país. Se enfrenta contra periodistas y medios de comunicación, con estudiantes y con las
universidades incluso las más prestigiadas, entre ellas la Universidad de Harvard, quizás porque no
aceptaron a su hijo en las filas académicas de esta institución. Expulsa a inmigrantes con rasgos racistas
y detiene incluso a ciudadanos norteamericanos que no son de su color, mientras pululan en Estados
Unidos muchos migrantes ilegales de tez blanca que no son perseguidos.

Trump se enfrenta contra grandes corporaciones, contra productores, contra la gente de la calle. No hay
sector que no haya afectado y cuya enemistad haya sido la causa de la caída abrupta de su popularidad
en los Estados Unidos y en el mundo. Trump se enemista con su propia burocracia, con la CIA o con el
FBI. Con un desfile militar impresionante que implicó una gigantesca derrama de recursos públicos,
festejó su cumpleaños y luego fantaseó su sueño de construir una enorme escultura de su persona como si sustituyera con su imagen la estatua de la Libertad, o con el sueño de ser el Premio Nobel de la Paz
tan desprestigiado en todo el mundo. Incluso publicó una imagen de él mismo vestido de Papa. Una
prueba del ego, no hay mejor.

A Trump no le gusta ser ignorado en las reuniones multilaterales y quiere ser el centro, el que rige la
agenda y la atención. Pretende que todos los países lo vean y lo reconozcan. No acepta que ningún otro
político le robe la atención, ni los trastornados Javier Miley, Elon Musk, Zelensky, los reyes del Reino Unido, Netanyahu ni ningún otro político que con el mismo trastorno o no le empañe ser el centro de atención. Su TPN va por encima de la geopolítica y las geofinanzas. No importa que se caiga la Bolsa, no importa que se alteren los mercados o quiebren las empresas en su país, lo que le importa es que lo vean, su ego, que lo reconozcan, que lo alaben, que le den la razón, que le tengan miedo, que acepten ser dominados y controlados. Quien no acepte estar bajo su dominio le caen las amenazas, los aranceles y hasta con el lenguaje más vulgar: “Estos países nos están llamando para besarme el culo», en referencia a los países que le llamaban para negociar los aranceles.

México detiene a narcotraficantes, confisca cargamentos, desmantela laboratorios, lleva a la justicia a políticos y servidores públicos involucrados con el crimen organizado, incluso a ciudadanos norteamericanos y combate el ‘huachicoleo’ fiscal organizado por las mafias y empresarios de los Estados Unidos. El gobierno mexicano confisca y congela cuentas bancarias, combate el tráfico de armas, extradita criminales y lanza campañas de educación para evitar el consumo de drogas. Sin embargo, para Trump, México no ha cumplido pese a que el gobierno norteamericano no combate a sus cárteles al interior y no ha detenido a una sola persona, no combate el tráfico de armas que en México matan a miles de personas, no combate a los criminales financieros de los bancos ni congela cuentas, no detiene a sus funcionarios y políticos involucrados en al tráfico de droga, no combate la responsabilidad de la CIA, del FBI ni de la DEA en el tráfico de estupefacientes, no hace campañas de educación antidrogas, etc. Sin embargo, los males de Estados Unidos son responsabilidad de otros, no de ellos. La “paz” es responsabilidad de la Federación Rusa cuando Estados Unidos y sus aliados la siguen combatiendo. Habla de “paz” y sigue generando el genocidio en Palestina.

Trump castiga a quien no le reporta beneficios. También pretende castigar a Brasil porque el presidente Lula no se doblegó a su esfera de dominio. Del mismo modo castiga a la India, uno de sus principales aliados en Asia, pero también a Sudáfrica a quien acusa de generar un genocidio contra los blancos o por haber demandado al ente sionista ante los tribunales internacionales. De igual manera castiga a cualquiera que haga amistad con sus enemigos.

Trump esgrime a diestra y siniestra historias y datos falsos. Le molesta sobremanera que lo ignoren y peor que lo humillen y abucheen en actos públicos como ha sucedido en varias ocasiones en eventos políticos o deportivos. En fin, la política, la economía, la guerra, las finanzas, no son los ejes que definen su estrategia, sino es su TPN que arrastra con ello a su país al caos y pretende llevarse al mundo con él. Es otro Nerón quemando su casa, es otra historia más de un imperio en decadencia.

SE DERRUMBAN LOS MITOS

Estados Unidos es desde hace tiempo un imperio decadente y un gran mito. Muchos analistas y medios de comunicación repiten el mismo estribillo y la misma narrativa de “el país más poderoso”, “el presidente más poderoso”, etc. Sin embargo, Estados Unidos es el país más endeudado del mundo y
Trump no sabe cómo hacer para pagar tanta deuda, incluso ataca severamente a quien más le ha prestado dinero luego de haberle lanzado dos bombas atómicas: Japón. El dólar se desploma y es desplazado en muchas transacciones comerciales en el mundo. El desempleo aumenta en los Estados
Unidos, la quiebra de empresas aumenta día a día, la pobreza en la Unión Americana es alarmante y no
se diga cómo el consumo de drogas está presente en todos los rincones de éste país y en todos los
sectores, desde el más pobre hasta el más rico empresario y político de altura.

Estados Unidos no ha ganado una guerra desde la II Guerra Mundial, aunque en realidad quienes
llegaron primero a Berlín y derrotaron a Hitler fueron los soviéticos. No ganó la guerra en Corea y solo
la dividió, tampoco ganó la guerra en Vietnam, no logró la invasión de Cuba cuando intentó desembarcar en Bahía de Cochinos, tampoco gano en Irak ni logró derrotar a Irán; no pudo con Angola ni pudo con Afganistán o derrocar y controlar a Venezuela. Ahora pierde la guerra contra Rusia en el escenario de Ucrania pese a la ayuda de la OTAN. No puede con el país más pobre, con Yemen; no puede con los palestinos que siguen resistiendo heroicamente. Mientras, Rusia lo aventaja militarmente por mucho y China detrás lo rebasa en producción de bienes y comercialmente. Lo que en otros países y contextos la cárcel sería el precio al mínimo discurso de odio, en Estados Unidos se permite y tolera que los sionistas digan barbaridad y media contra los palestinos, incendiando el odio, el racismo, el genocidio y llamando a la matanza de niños y de niñas porque su dios se los ha mandatado.

Estados Unidos ha mostrado su incapacidad de hacer valer la división de poderes. Frente a tanta ilegalidad y violaciones a su propia Constitución, a Trump no lo detiene ni el poder judicial ni el poder
legislativo. No lo detiene ni la ONU. Está y se siente por encima de ellos. Le tienen miedo. Así se consolidan las dictaduras y el fascismo. Estados Unidos, Trump, es como un oso herido, viejo, que lo
único que le queda es dar zarpazos sin mirar a quién.

Donald Trump es el primer expresidente estadounidense condenado penalmente cuando un jurado de
Manhattan lo declaró culpable de 34 delitos graves. Ha sido declarado culpable de falsificación de registros comerciales en primer grado, pero también de secuestrar documentos clasificados de defensa
nacional de la Casa Blanca y que escondía en su casa de Florida. Fue acusado de instigar la rebelión armada con la toma del Congreso donde se allanaron las oficinas con saldo de policías muertos, como
si fuera un golpe de estado. Ha sido acusado de evadir impuestos, de corrupción, de depredador sexual
y de estar en las listas del pederasta Epstein. Trump es el primer presidente convicto. ¿Esta es la principal democracia del mundo? ¿En qué país hemos visto todo esto? Si algo y poco de todo esto sucediera en Cuba, Venezuela, México o cualquier otro país del sur, el escándalo seria mayúsculo y las fuerzas de la ONU ya hubieran invadido sus territorios para “restablecer la paz, la democracia y el estado de derecho”.

Las relaciones con los Estados Unidos ya no serán las mismas con el resto del planeta, y ya no será el
mismo país al interior. Los ciudadanos estadounidenses están viendo lo que nunca se imaginaban,
incluso lo que podrían haber criticado del país más miserable del mundo lo ven en su propia casa. Se
cayó el mito del sueño americano, del país de la democracia y la libertad, del estado de derecho, de ser
el mejor ejército del mundo y la economía más poderosa de la tierra, de tener las instituciones más
sólidas cuando el mundo observa cómo el Poder Legislativo y el Poder Judicial se inclinan ante el
poder del dictador y criminal. La Unión Europea también regresa al manto de su dominio por miedo,
por inseguridad, y no puede permanecer lejos de quien le amenaza constantemente y lo humilla.

En este año se han derrumbado otros muchos mitos: la ONU ya no puede controlar el hambre, las guerras ni las violaciones a los derechos humanos. Se les puede bombardear, asesinar a su personal, se
les puede maldecir, decretar a su Secretario como ‘non grato’, se le puede triturar frente a las narices de
los países del mundo la Carta de las Naciones Unidas como lo hizo el ente sionista en una sesión la ONU; se puede desobedecer las Resoluciones y violar sus principios. Y no solo desobedecer sino amenazar a los miembros de la Corte Penal Internacional, entre otras monstruosidades, y no pasa nada. Se ha roto todo principio diplomático, toda normatividad y acuerdos de convivencia internacionales.

Existen otros mitos que se han derrumbado: el ente sionista llamado “Israel” no tiene el mejor ejército
ni el mejor servicio de espionaje, ni le funciona su famosa “cúpula de hierro” y no puede hacer nada sin
salir corriendo a que Estados Unidos le sostenga. La República de Irán lo apabulla luego de aguantar
tantas humillaciones. Y el más pobres de los países árabes, el pueblo de Yemen, es el único país que
con dignidad hace algo para detener al genocida.

Este imperio, como otros en la historia, endeudado, con muchos frentes de batalla, con mucha corrupción, con insurrección interna y muchos enemigos, es como el Nerón que no podrá sostener sus
lujos ni privilegios y que sucumbe en su propia locura. Estos imperios tarde o temprano no se sostienen. Un nuevo orden mundial se asoma y se construye. Lamentablemente parece que no será una transición pacifica sino muy violenta. No hemos aprendido a transitar en paz hacia nuevos paradigmas o sistemas. Muchos rumbos, más que la geopolítica y la geofinanzas, las determina la geopsiquiatría, en este caso el TPN empotrado en el poder. Desde aquí habrá que seguir la pista del devenir de la historia.

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