Guatemala destaca por la violencia causada por conflictos territoriales entre comunidades indígenas y proyectos mineros, hidroeléctricos y agrícolas

Les compartimos este artículo información sobre la situación de resistencias que se vive en Guatemala de la Red Latinoamericana sobre las Industrias Extractivas – A 24 de junio de 2025

Mientras el Ministerio de Energía y Minas, MARN, registra unas 319 licencias de explotación y 18 de exploración extendidas por la Dirección General de Minería en Guatemala, se incrementa la confrontación entre las fuerzas de seguridad y la población indígena y campesina. Por otra parte, se estima que la expansión de plantaciones de aceite de palma, que alcanza las 180,000 hectáreas a nivel nacional, producen anualmente 800,000 toneladas de aceite crudo de palma, de las cuales se consumen más de 278 mil en diversos alimentos y productos y el resto es para la exportación.

El Censo Nacional de Población, practicado en Guatemala en 2018, revela una estimación de 16 millones 356,950 habitantes en 21 departamentos, con 22 idiomas mayas, garífuna y xinca. Según investigaciones de organizaciones indígenas, campesinas y de la sociedad civil, el 56% de la población vive en situación de pobreza, de la cual un 16.2% afronta pobreza extrema. Esto significa que más de la mitad de la población recibe ingresos insuficientes para cubrir sus necesidades básicas, principalmente en el área rural y cinturones urbanos de pobreza.

En ese contexto, la explotación de la minería de metales en Guatemala está determinada por el poco espacio para la discusión, negociación y vinculación entre actores; el incremento en la tensión social, pues las comunidades alegan ilegalidad y violación de los derechos humanos; y la poca capacidad de respuesta de un marco normativo incompleto que amplifica los niveles de incertidumbre y riesgo.

En los últimos disturbios registrados el 19 de junio de 2025, entre la población de San Antonio Sejá, Livingston, Izabal, y agentes de la Policía Nacional Civil, PNC, en rechazo a la minería, las fuerzas de seguridad desalojaron a población mestiza, Garífuna y Q’eqch’i, con exceso de acciones violentas mediante el uso de gas lacrimógeno, gas pimienta, agresión y uso desmedido de la fuerza policial.

El enfrentamiento se produjo cuando representantes indígenas y campesinos de 54 comunidades de la sierra Santa Cruz, buscaron suspender la aprobación de licencias extendidas a favor de dos proyectos de explotación y ocho de exploración que no cuentan con el respaldo del MARN. Esos proyectos inciden sobre el impacto ambiental por la actividad minera en la sierra Santa Cruz, fuente de agua que abastece a esas comunidades.

Las empresas dedicadas a la explotación y procesamiento de níquel y ferroníquel (aleación de hierro y níquel) están ubicadas en los municipios de El Estor y Los Amates, Izabal, sobre el Caribe de Guatemala, punto focal de confrontación que produce enfrentamientos entre policías e indígenas mayas que se oponen a la extracción de minerales.

Durante una década, los conflictos han dejado muertos y heridos, como resultado de desalojos violentos realizados contra dirigentes comunitarios, comunidades y periodistas comunitarios.

La actividad minera en Guatemala se realiza bajo la protesta de organizaciones ambientalistas, campesinas e indígenas, que se oponen a la explotación de minerales y a la construcción de megaproyectos considerados una amenaza para los bienes naturales.

Este es uno de los casos que se registran también por operaciones de la industria extractiva que se extienden a los departamentos de San Marcos, Huehuetenango, Guatemala, Santa Rosa, Izabal, comunidades del Pacífico del país.

Piden suspender el otorgamiento de licencias mineras e iniciar proceso de consulta social para determinar el futuro de la minería y su regulación

Pese a la oposición de la élite empresarial en Guatemala, aglutinada en el Comité de Asociaciones Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), organizaciones civiles indígenas y campesinas recomiendan suspender el otorgamiento de licencias mineras.

La recomendación se fundamenta sobre la premisa de que los proyectos mineros tienen un ciclo de vida limitado, que cuentan con diferentes etapas y no se reducen únicamente a la explotación de los minerales. Por el contrario, una de las etapas más importantes de este tipo de proyectos es su fase de rehabilitación y cierre, cuya buena gestión depende la minimización de los impactos que puedan generarse en materia ambiental, social y económica en las actuales y futuras generaciones.

En Guatemala existen más de 20 licencias activas para la extracción de metales como níquel, cobre, plata y petróleo, que forman parte de las 345 licencias mineras activas, la mayoría de ellas para explotar arena y piedra, de acuerdo con datos del Observatorio de Industrias Extractivas.

En este contexto, es habitual la oposición de comunidades indígenas hacia los proyectos mineros instalados sin consulta previa, como es el caso de la mina de plata El Escobal, propiedad de la canadiense Pan American Silver, cuya actividad está suspendida por un litigio y ha sido acusada de generar niveles peligrosos de arsénico en las fuentes de agua.

El Gobierno del presidente Bernardo Arévalo de León ha iniciado recientemente un proceso de certificación para actualizar los estándares de las firmas mineras activas en Guatemala y determinar la cancelación de licencias que incumplan requisitos en materia de derechos humanos y cuidado ambiental.

Los principales minerales explotados son oro, plata, níquel, cobalto, cromo, jade, mármol, petróleo, cobre, plomo, zinc, antimonio, tierras raras, cadmio, hierro, platino, caliza, caliza dolomítica, esquisto, ceniza volcánica, y otros.

Deterioro del suelo y pérdida de cobertura natural, impulsadas por  actividades de la industria extractiva y monocultivos de la palma de aceite

A los efectos nocivos que produce la industria extractiva sobre el ser humano, la economía, y el medio ambiente, hay que agregar la explotación y expansión de la industria del monocultivo, con énfasis en la producción de aceite de palma. La palma africana es promocionada por la Gremial de Palmicultores de Guatemala, GREPALMA, como un cultivo amigable con el medio ambiente y con altos rendimientos por hectárea.

Sin embargo, los cultivos como el maíz o el frijol tienen más altos rendimientos por hectárea. Guatemala es el noveno país exportador de aceite de palma a nivel mundial. Según estudios recientes, cerca del 85% del aceite de palma producido en Guatemala en unas 180,000 hectáreas, se exporta principalmente a México y algunos países europeos. Y si bien el uso alimenticio sigue siendo el más importante, también cubre la gran demanda de materia prima para elaborar agro combustibles y, las importaciones cada vez mayores desde Europa, sugieren que una buena parte del aceite crudo exportado se destina a ese fin.

Los nuevos megacultivos para la producción de aceite industrial y agro combustibles, constituyen un eje fundamental del nuevo modelo de acumulación, conjuntamente con los megaproyectos y las operaciones extractivas de gas, petróleo y minerales.

El modelo de acumulación sigue dependiendo de la demanda de los exportadores tal como ha sido históricamente, y las familias propietarias de la tierra juegan un papel subordinado en este modelo globalizado.

Hay la expansión del mercado internacional de los agrocombustibles y de los precios; la globalización de los recursos energéticos y las nuevas fuentes energéticas, en donde están los agrocombustibles.

En Guatemala no se produce aún agrocombustibles en cantidades comerciales, pero ya se comercializa para los ingenios y las empresas productoras. Sin embargo, sí se refina y la tendencia es vincularse a circuitos mundiales de producción de agro combustibles.

Grepalma informa que operan plantaciones de aceite de palma en extensas regiones de Raxruhá, Alta Verapaz; Poptún, Petén; en San Marcos, Izabal, y otras regiones.

Efectos nocivos que produce la explotación de minerales pesados y monocultivos

Los metales pesados que se encuentran en los desechos de las minas pueden infiltrar las aguas que son utilizadas y consumidas directa e indirectamente por los seres humanos, y dañar gravemente su salud. Una intoxicación causada por el arsénico se manifiesta con náuseas y vómitos, disminución del número de glóbulos rojos y blancos, ritmo cardíaco anormal, fragilidad capilar y una sensación de hormigueo en las manos y los pies.

Además, la exposición prolongada al plomo puede afectar a casi todos los órganos y sistemas del cuerpo humano, y en particular puede producir un deterioro del sistema nervioso.

Por otra parte, respirar niveles altos de cadmio puede dañar gravemente los pulmones. Ingerir alimentos o tomar agua con niveles de cadmio muy elevados produce irritación grave del estómago, causando vómitos y diarrea. La exposición prolongada a niveles más bajos de cadmio en aire, alimentos o agua produce la acumulación de este metal en los riñones y puede derivar en enfermedades renales. Otros posibles efectos de la exposición prolongada consisten en daños al pulmón y fragilidad de los huesos.

La ingestión de grandes cantidades de zinc, aún durante un breve periodo de tiempo, puede causar calambres estomacales, náuseas y vómitos; y si se ingieren durante un periodo prolongado, resulta en anemia y en una disminución de los niveles del tipo de colesterol que es beneficioso para el cuerpo humano. Es frecuente la irritación de la piel si existe contacto con el zinc.

Las plantaciones de palma aceitera generan pobreza y aumento de la violencia en los territorios porque las áreas donde las empresas promueven la expansión de las plantaciones, en muchos casos chocan con territorios donde las comunidades han desarrollado sus vidas con base en la agricultura y otras actividades de subsistencia. Asimismo, incumplen el pago del salario mínimo para el campo, generan desempleo, comunidades incomunicadas, acaparamiento de tierras por los palmicultores, y obstaculizan el acceso a centros de salud y escuelas.

Deforestación masiva, acaparamiento ilegítimo de los territorios, contaminación, destrucción de las fuentes de agua necesarias para desarrollar la agroecología y agricultura de subsistencia son algunos de los impactos. Además, las mujeres sufren de manera desproporcionada estos impactos, siendo ahora las principales víctimas del modelo de producción de este monocultivo porque se multiplican las enfermedades que sufre la piel, el sistema digestivo, el sentido de la vista, y otros.

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