Juan Almendares Bonilla es miembro del Movimiento Madre Tierra Honduras/Amigos de la Tierra Honduras y presidente del Centro de Prevención, Tratamiento y Rehabilitación para las Víctimas de las Torturas y sus Familiares en Honduras. En marzo del 2018, ha publicado una serie de Cuadernos, de los cuales compartimos el Volumen 1: «Cartas a la Salud, Ecología y Derechos Humanos».
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Estas cartas están destinadas a la lucha de los trabajadores, comunidades y pueblos indígenas, campesinos, garífunas, obreros y estudiantes que luchan por la transformación material, cultural y social de las condiciones injustas que generan sufrimiento y enfermedad en América Latina.
Carta a la Salud I: ¿Qué es la salud?
Estimados lectores,
Vamos a comenzar con una interrogante compleja que ha desafiado a los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud en general y que se refiere a ¿Qué es salud?
Lo primero que piensa el ser humano no es tanto en preguntarse porque está sano sino porque está enfermo o qué enfermedad padece. Es algo curioso que la salud está más definida por las políticas del Estado y del mercado que por las personas o trabajadores de salud. La situación ha sido compleja aun para la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 1948 la OMS definió la salud «como un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones y enfermedades.» Esta definición ha sido objeto de discusión y no obstante del respaldo que tiene por esta organización se puede notar que se refiere a un estado y no a un proceso histórico.
Con el objeto de estudiar esta idea vamos a comenzar por el enfoque etimológico (origen de la palabra). El término «salud» viene del latín salus, salutis que significa «salud»; en el sánscrito sárvah que equivale a «entero» y en griego holos entero «total». (Menoyo Barcena n.d.)
En el caso contrario, la enfermedad se origina de la palabra infirmitas formada a su vez por el prefijo latino que indica negación, el lexema latino firm- de adjetivo firmas que quiere decir «fuerte» y se deriva del adjetivo infirmus que literalmente quiere decir «falta de solidez y salud».
Ahora nos concentraremos en la salud. Las ideas centrales del origen de este término son: totalidad y vida. En consecuencia, todos los seres vivos podrían ser objetos y sujetos de salud y enfermedad. Cuando hablamos de totalidad nos referimos a la totalidad del ser social o sea que el objeto de la salud es la realidad del ser social y el ser sujeto de la salud significa la actividad práctica (praxis) mediada por el trabajo por la mano de obra. Esto nos lleva a considerar que un aspecto central de la salud es el trabajo ya sea manual o intelectual.
Con respecto a la realidad del ser social se considera que lo que diferencia al género humano de los animales es la finalidad en la vida o sea hacer proyectos de acuerdo a la realidad que enfrentan y que cambian según el contexto histórico de esa realidad. Una abeja construye su colmena de igual forma durante toda su existencia por varias generaciones de abejas mientras que cada ser humano va haciendo proyectos diferentes y va construyendo su casa según los materiales que poseen de acuerdo al momento histórico. A este principio se le llama teleológico.
La salud, por lo tanto, está determinada por un enfoque social, político e histórico. Por consiguiente, tiene que ver con la vida preexistente a la humana a las relaciones de clase, género y etnia, o sea que está sujeta al proceso evolutivo e histórico, en otras palabras, al paso preexistente de la materia inorgánica a la orgánica y al ser social.
La materia inorgánica (abiótica), que quiere decir sin vida, se transformó en materia biótica o sea con vida y que algunos la llaman orgánica, que corresponde a todas las especies de bacterias, plantas y animales. La tercera fase corresponde a la evolución de las especies y ambientes en donde surge el sujeto humano que llamaremos ser social. Aquí podemos hablar de dos formas de reproducción de la vida que no son independientes: una es la reproducción biológica de las especies y la reproducción social mediada por trabajo y que se establece mediante las relaciones sociedad/naturaleza. A este proceso se le llama metabolismo o intercambio (sociedad y naturaleza).
Hemos hablado de la realidad del ser social que corresponde a la vida y cuando decimos que la salud como objeto es inseparable de la vida material, cultural, espiritual, económica y política del ser humano podríamos considerar desde dos perspectivas la salud como objeto y como sujeto. El ser social a través de la praxis produce objetos útiles, los cuales se pueden intercambiar sin fines mercantiles, y constituyen un valor de uso. En contraste está el valor de cambio que es la mercantilización de los objetos producidos, obteniendo la tasa de ganancia mediante la explotación del trabajador (plusvalía). En síntesis, se trata del mundo de las mercancías que crea la acumulación de capital que conduce a la enajenación del ser social y al fetichismo de la mercancía. En conclusión, el valor de uso contribuye al amor, a la solidaridad humana y al buen vivir, mientras que el valor de cambio convierte la salud en mercancía.
De estas consideraciones podemos llegar a los siguientes razonamientos: la salud se alcanza por un proceso de balance armónico (unidad del orden y el caos) entre la sociedad naturaleza y el desarrollo de las relaciones sociales igualitarias que nos conduce a la emancipación humana, la felicidad y el bienestar. La salud es un rasgo esencial de la vida. En el sentido ideal, ésta solo puede existir cuando ocurra la verdadera libertad humana. Por eso, cuando se pierde la libertad la persona se enferma ya que al estar restringida la libertad las relaciones humanas se tornan relaciones entre cosas (relaciones cosificadas) o bien la salud se convierte en mercancía y se produce la fetichización de la mercancía. En síntesis, la salud como la vida dependen mucho del movimiento de unidad material, espiritual, cultural de la sociedad y en el balance armónico sociedad naturaleza, en consecuencia, la salud es inseparable de la vida. (Breilh 2013) (Mario Duayers n.d.)
Carta a la Salud II: Salud y Democracia
En base a nuestra Constitución y las leyes Honduras es un Estado de derecho que se rige por el régimen de la democracia. Sin embargo, en un sentido material y real no existe ni igualdad ni equidad en Honduras; la mayoría de las familias no satisface las necesidades básicas de alimentación, vivienda, transporte, salud y educación. La democracia por lo tanto no puede existir en una sociedad donde se tortura, se violan los derechos humanos y se excluye a la mayor parte de la población.
Estimados lectores:
Me es grato compartir con ustedes una serie de reflexiones que hemos aprendido de la lucha de los pueblos por el derecho a la salud. Este aprendizaje es inseparable del desarrollo de la conciencia social que se apropia tanto del saber colectivo como de una técnica social de una filosofía y epistemología critica que nos permite entender las relaciones de la salud y poder en el estado moderno capitalista.
Mis conocimientos como estudiante y profesional de la medicina fueron desafiados por la injusticia social, el abandono y la desigualdad a la que están sometidos los pueblos originarios y comunidades campesinas, a tal grado que me obligaron a cuestionar mi formación basada en un modelo biomédico que considera el cuerpo como una máquina que hay que reparar separando al cuerpo biológico del cuerpo social y político y en consecuencia está fundamentado en una visión mecanicista y cartesiana que divide las enfermedad: corporales y mentales separadas de lo ecológico, psicológico y lo social.
Cuando fungía como Decano de la Facultad de Ciencias Médicas en la década de los setenta, fui invitado a participar en los seminarios sobre salud que organizaba el Dr. Juan Cesar García de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), quien me motivó a estudiar filosofía, epistemología y sociología, sobre el análisis de la problemática de salud y tuve la oportunidad de conocer y aprender de los más conmutados salubristas y epidemiólogos de América latina: Asa Cristina Laurell, Sergio Arouca, Edmundo Granda, Hesio Cordeiro, Mario Brofman, Miguel Márquez, Jaime Breilh.
En la década de los ochenta tuve la oportunidad de trabajar sobre la Reforma Educativa de la Facultad de Ciencias Médicas y aprender sobre algunas reflexiones epistemológicas de la medicina con el Dr. Juan Samaja filosofo argentino que estuvo exiliado en Honduras.
Ambas experiencias me llevaron a cuestionar el enfoque de salud pública y el modelo biomédico para plantear una concepción social de la medicina y un enfoque de Salud Colectiva que ha promovido la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (ALAMES).
Comenzaré con la relación salud y democracia recordando al insigne salubrista brasileño Sergio Araouca:
«No cabe la menor duda que la amplitud en las ideas y en los criterios que sustentan los programas de salud y de seguridad social, son la garantía para que la puesta en práctica de los mismos genere el mayor bienestar de las comunidades organizadas. Por eso, no es suficiente la democracia en abstracto y mucho menos la discursiva para materializar ideales de salud. La práctica de la democracia crea obligaciones del Estado en el campo de la salud y de la seguridad social, pero a su vez esa condición debe estimular un activismo sin exclusiones que contribuya a la construcción de nuevos paradigmas sociales. Para que tales condiciones puedan dar los frutos esperados, es necesario sustraer los problemas del sector salud y de la seguridad social de la diatriba política, de lo contrario se corre el riesgo de repetir los errores del pasado.»
Del pensamiento de Arouca deducimos que la salud se relaciona con el Estado y por lo tanto en el sistema democrático las políticas de salud serán producto de una planificación participativa que tendrá un carácter técnico, científico y social. En consecuencia, vamos a comprender que la salud no solo es un asunto médico si no tiene que ver en las políticas del Estado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Como puede observarse en esta definición, la salud aparece como un concepto despojado de lo histórico, es decir no como proceso; por lo tanto, no toma como fundamento las diferencias de clase de género y de etnia. Sin embargo, tiene algunas consideraciones valiosas en el sentido que no toma la salud como un asunto puramente médico ni tampoco biológico, sino que le da un carácter psicosocial e incorpora el concepto de bienestar. La política de salud de un gobierno tiene que valorarse desde la perspectiva interdisciplinaria articulada a las políticas de otros sectores para lograr el verdadero bienestar de la población.
En una sociedad donde se violan los derechos Humanos y se torturan a las personas y donde las condiciones de vida son desiguales, no puede existir democracia y por lo tanto las políticas de salud no estarán basadas en la salud como un derecho humano y social.
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Cuadernos Volumen 4: «Holobiosalud»
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